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sábado, 17 de noviembre de 2012

San Lucas de Vidriales

 


Suscribo y comparto una opinión publicada en la revista Muy Historia nº 44: “Nadie con sentido común cuestiona la existencia histórica de Jesús de Nazaret”. Deidades y divinidades aparte, que entraríamos en terrenos de controvertida fe, no cabe duda que fue un personaje excepcional, un líder. Sus enseñanzas conducen a un modelo de sociedad en la que prevalece la vida, la familia, la comunidad, y por encima de todo un concepto que parece difícil de entender y de moverse entre sus márgenes: el mutuo respeto, o dicho de otra forma, mutuo amor. Tampoco me parece momento de juzgar aciertos o errores de la comunidad seguidora de estas enseñanzas, sigo pensando que lo maravilloso del ser humano en su coexistir es poder atinar o equivocarse, y también el aprender lo que se debe o no repetir. De este modelo de vida, a juicio de una inmensa mayoría correcto, destaca su represión histórica, hasta el punto de pretender eliminar su libre seguimiento, tan perseverante y convincente que son por millones las personas que han perdido la vida antes de renegar de sus creencias; son los llamados mártires, y de entre ellos unos pocos reconocidos como beatos o santos. Este año se cumplen los 25 años de la canonización de un vidrialés, que nació el 18 de octubre de 1594 en el seno de una humilde familia del pequeño pueblo de Carracedo de Vidriales. Sus padres, Domingo y Leonor, lo bautizaron seguramente en sus primeras horas de vida, siguiendo una tradición de darle el nombre del santo del día: Lucas. Antes de cumplir 16 años, el 31 de junio de 1610 tomó el hábito religioso; y al cumplir sus estudios, se ofreció voluntario para ir como misionero a Filipinas. Era el año 1617, y la larga ruta era Sevilla – Méjico – Filipinas. En su estancia en un convento de Méjico se ordena sacerdote y celebra su primera misa; tenía 23 años. Luego, tras cruzar el país, parte desde Acapulco en el anual barco “Galeón de Manila” para su destino en Filipinas. Pero por una violenta represión y matanza de cristianos en Japón, se le envía junto con otros religiosos allí para continuar la labor de sus compañeros muertos; era el 9 de junio de 1623. En total clandestinidad, y ayudado por japoneses conversos al cristianismo, aprende costumbres y lengua, recorriendo el país de esquina a esquina. Como sobrenombre, por si le descubrían el correo, su compañero y superior “el vizcaíno” le escogió el alias de “buey”, por ser el animal apocalíptico correspondiente al evangelista S. Lucas, y porque sus trabajos apostólicos misioneros podían compararse con los realizados por este animal tan relacionado con forzados trabajos agrícolas. Con expresiones como “trabaja como un buey”, y “bueno y trabajador como tal”, retrata el carácter del vidrialés, y luego añade una proverbial frase: “¿pero dónde irá el buey que no are?”, que pone de manifiesto que la personalidad y la disposición de cada uno es indiferente al lugar en que se halle, para continuar con un presagio:”temo que me lo lleven pronto a la carnicería, a donde todos llevamos traza de ir a parar”. El 8 de septiembre de 1633, tras 10 años de apostolado clandestino, cae prisionero junto con otros compañeros. A algunos de ellos les comenzarán a torturar al día siguiente mediante el “tormento del agua”, que consistía en la forzada ingestión de gran cantidad de agua y su doloroso vómito saltando el verdugo sobre el abdomen del reo. El 14 de septiembre, con casi 40 años, torturan así a Lucas. El objetivo es sonsacar información del escondite de los cristianos, o hacerle apostatar de su fe. Pero queda tan mal parado que sus verdugos temen por su vida y le dejan descansar al sol tras intentarle tranquilizar el estómago. A los pocos días les trasladaron a una cárcel de Nagasaki, donde fueron condenados a muerte por “horca y hoya”, cruel tormento que ocasiona una muerte lenta y dolorosa, colgando al condenado de los pies sobre una fosa cavada en la tierra, sin que la cabeza toque el fondo, algunas veces lleno de sustancias nauseabundas. Cerrando con tablas el agujero a la altura de la cintura, se dejaba horas e incluso varios días así hasta que morían. Algunas veces solían hacer un corte en la cabeza para que la hemorragia causara mayor desesperación. Unos jueces permanecían al lado del instrumento de tortura, de donde los sacarían perdonándoles la vida si había intención de apostatar de su fe, codiciada confesión que usarían para desengaño de otros cristianos. Cinco horas estuvo Lucas colgado, al cabo de las cuales le retiraron volviéndole a la cárcel, e hicieron correr el rumor de que el conocido Padre Lucas había renegado de su Dios. Él, desde su mazmorra a gritos, defendió su fe hasta que al amanecer le devolvieron al tormento, donde falleció a los 39 años y un día, el 19 de octubre del año 1633, destrozado física y moralmente, aunque convencido de no hacer mal a nadie al enseñar una forma de vida más humana, y por tanto, mejor. La pequeña iglesia de Carracedo honra la memoria de San Lucas, entre objetos como su imagen tallada en tronco de tilo, o la escenificación de los momentos más importantes de su vida en un pequeño retablo esculpido con gusto y esmero. San Lucas ha sido canonizado y declarado patrono y protector de Vidriales y sus vidrialeses, de quienes acepten estos hechos, claro está; “como a nadie se le puede forzar para que crea, a nadie se le puede forzar para que no crea”. (Sigmund Freud).














jueves, 8 de noviembre de 2012

Mariposa colibrí





Decía un viejo sabio: “Si lloras por no haber visto el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas” (Rabindranath Tagore). Cuántas veces los árboles no nos dejan ver el bosque, o la armonía de las flores ocultan el hechizo de un animado jardín. Cuántas veces presumen las fotos de robarle y encerrar tanta belleza, y ni siquiera conservan su más leve fragancia, las caricias del viento o el sonoro aleteo de sus recaderos alados, insectos de distintos tamaños y colores que dan vida a las plantas, en el más estricto sentido de la palabra. Quien gozara de tiempo para derrocharlo en actitud contemplativa entre tanta beldad; porque cada año es único, cada día diferente, la naturaleza es sabiamente egoísta y como Paganini, no repite.  En los pocos momentos que dispongo para deleite en nuestro jardín, volví a encontrar un asiduo, temporal, y maravilloso visitante. He oído decir que pertenece a un clan nocturno, pero parece disfrutar más del brillo del sol que de la palidez de la luna; de sobra sabe que sus amadas las flores anhelan también la luz y el calor, de que servirían sus llamativos colores sin claridad; inevitablemente, la cruel noche es un rasero para el color. Este forastero es un insecto delicado en sumo grado, tan tímido y considerado que ni roza a sus admiradas, aletea furioso para mantenerse en el aire, levitando en apariencia, batiendo sus alas hasta 85 veces por segundo para desenrollar su larga trompa y libar delicioso néctar. La semejanza con el pájaro más pequeño le presta el nombre a la mariposa, mariposa colibrí. Con una envergadura de 5 cm, llega a alcanzar los 80 km/h, ríete tú de las decenas de reactores que escriben garabatos tóxicos en la pizarra celeste que nos cubre, y cada día odio mirar. Laboriosa y delicada, es todo un tierno espectáculo; actualmente está emigrando hacia el sur, huyendo del frío. Sea bienvenida al jardín, lástima que mi pequeña cámara apenas muestre un borrón escondido entre las flores. Quizás cuando vuelva, y sé que lo hará, traiga compañía. Por eso abogaré para que el próximo año el jardín le ofrezca multitud y variedad de petunias, de entre todas nuestras flores, su preferida.






domingo, 4 de noviembre de 2012

El miércoles, mercado


Santibáñez de Vidriales, situado en el centro del valle que le presta el apellido, destacó en el reciente pasado como centro industrial, financiero, de servicios y comercial. En la actualidad un matadero industrial de ganado, una fábrica de productos lácteos, variedad de comercios y de sucursales bancarias, talleres mecánicos, biblioteca y museo, asesoría, farmacia, el centro médico de urgencias y el colegio, representación de varios organismos oficiales (correos, medio ambiente, agricultura y ganadería, etc.), una bodega, carpinterías de madera y metálicas, un taller textil, cristalería, una fragua, fábrica de embutidos, servicio de taxi, fontaneros, electricistas, peluquerías, un taller informático, servicios funerarios, unos pocos agricultores y ganaderos y quizás demasiados locales de ocio y por desgracia, recientes clausuras de restaurantes cierran la lista de organismos y profesionales que reconocen la tradición empresarial y popular de este pequeño pueblo zamorano. Muchos otros negocios han cesado su actividad, algunos realmente importantes, como la fábrica de harinas o la alcoholera, y sus edificios a día de hoy apenas logran mantenerse en pié; aunque la actividad desaparecida que sentimentalmente más se hecha de menos, y no hay más que preguntar a los vecinos, es su mercado, con productos autóctonos de necesidad en aquella época, como cestería, maderas, cacharrería, cordelería, etc., amén de pequeños regalos, como dulces y caramelos o las “joyas” del puesto del “ti arillero”, anillos, pendientes, colgantes…. A la par, cajones de “gorrifos” (lechones), y desde el fin de semana posterior a Las Candelas (2 de febrero) hasta principios de la primavera, importante mercado de vacas enseñadas especialmente para trabajos agrícolas, (el arado y el carro). Los días señalados para tanta actividad eran todos los miércoles de cada mes, y el lugar la Plaza Mayor de Arriba, o la de la Ermita, en semestres alternos. En los primeros días de septiembre también se celebran las tradicionales Ferias y Fiestas, con exposición y venta de productos de la tierra en el marco de un mercado astur-romano, por las inmediaciones del ayuntamiento. Actualmente, unos pocos puestos vuelven tímidamente a Santibáñez los miércoles, cosas de la crisis, para competir con los establecimientos locales, cosas del libre comercio, y ofrecer a los viandantes con los tenderetes al aire libre sus productos en un ambiente de trato y teatro, cosas del mercadillo. El lugar es la calle que rodea al parque, junto al Arco del Ferial, símbolo y recordatorio de la afamada y perdida feria. Mercados cercanos semanales tenemos los lunes en el Puente de Sanabria, los martes en Astorga, los jueves en Benavente y los sábados en La Bañeza. Aunque los verdaderos días idóneos para el mercado son los miércoles, los del exiguo mercadillo de Santibáñez, porque las dos palabras comparten historia y grafía en su raíz latina: “merx”. Con ella se construyen mercancía, mercar, mercader, mercado… y miércoles, en el momento en que los antiguos consagraron este día de la semana al dios Mercurio, uno de los dioses errantes de la esfera celeste. Y Mercurio, mensajero alado de los dioses, según la mitología romana, dios del comercio, de la abundancia y del éxito comercial, que comparte la misma raíz latina “merx”, era venerado en altares en los cruces de caminos y en templos a la entrada de los pueblos, y se representaba rodeado de animales, cabras, gallos, tortugas…. ¿Qué mejor día, pues, para el mercado que el miércoles?