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sábado, 29 de diciembre de 2012

Molinos de granos y sueños


En el cauce del Almucera, como en el de casi todos los ríos, persisten a duras penas algunos modestos edificios, generalmente de una planta; solitarios, abandonados y a caballo del río. Los muros de carga de piedra, tapia, terrones de césped o adobe, o mezcla de todo, y el tejado con estructura de madera cubierta por la siempre complacida teja árabe. En el interior, madera sobre madera, desde la puerta a la compuerta, sólo soportando el empuje del agua, una rueda de paletas de acero, el “rodesno”, y rozando entre sí, dos grandes piedras cilíndricas llamadas “muelas”. El conjunto se llama molino, nacido aproximadamente en el siglo I a. C. por la necesidad de triturar el cereal para obtener harina como alimento. La de nuestros molinos fué para la hacienda, sólo en raras excepciones para consumo humano. Básicamente, el agua se embalsa para obtener caudal y presión en “el pilo”, con un desagüe para seguridad o mantenimiento. Del “pilo” se dirige levantando la compuerta a la “calienda”, que es el espacio que hay entre el piso del molino y el río, donde se encuentra la pieza principal, el “rodesno” (rodezno), encargado de transformar la presión del agua en movimiento circular. Éste está unido en su centro a un eje vertical, la “vara” y apoyado en una palanca de roble, la “rancha”, que va sujeta en la pared y en un tornillo que lo regula en altura, el “tirante”. El eje consta de dos partes, la “vara” y el “fuso”, de menor tamaño y metálico, que pasa por el centro de la primera muela, la “piedra de abajo” y mediante un travesaño metálico llamado “nadija”, sujeta la segunda, la “piedra de arriba”, de idéntico tamaño circular, en unas muescas para tal efecto. A ambas piedras, por la cara que comparten, se le labran unos surcos radiales, las “fiendas”, encargados de absorber los granos y expulsar hacia el exterior la harina, que cae en un gran cajón también de madera, el “farnal”. Por medio del tornillo del “tirante” se sube y baja el “rodesno” y la “piedra de arriba”, para conseguir distinta granulación en la molturación. Una estructura circular llamada “caja” rodea las piedras con un único agujero frente al “farnal”, desde donde con una paleta, el “paletón”, se llenan unas grandes bolsas de lino, las “fardelas”, para llevarlas a la panera de casa, y vaciarlas en unos cestos llamados “gronas”. Encima de la “caja”, se almacena el grano en una tolva de forma piramidal troncada invertida, la “entrimoja”, usando una caja de madera con dos asas laterales, el “dornajo”, con una capacidad ligeramente inferior a la “hemina”. En el vértice inferior de la tolva, un canal con un sencillo sistema de ajuste en altura, la “canaleja”, conduce el cereal al centro de la "piedra de arriba”, y un rudimentario palo vibrante por el roce en la piedra, el “tarabillo”, mantiene constante el caudal del grano a moler. En caso de quedarse el molino sin cereal aumenta peligrosamente de velocidad, las piedras rozan entre si causando un rápido desgaste, y comienza una peligrosa vibración que podía poner en peligro el molino; se dice que “anda al rojo”. Pero por el desgaste natural las piedras necesitan nueva profundidad en los surcos, ser “picadas”, por lo que se retiraba la “entrimoja” y la “caja” para dejar al descubierto la "piedra de arriba”; luego se hace girar una pequeña grúa fija, anclada al suelo y a una viga del tejado, la “media luna”, con un tornillo en la parte superior unido a una horquilla de acero que se ajusta con dos pernos a la piedra, para levantarla, girarla, apoyarla en el suelo y labrarla con comodidad con una especie de martillos llamados “picas”. Los molinos solían ser de 12 socios, o “aplaceros”. Por orden de “vela” se nombraba por un año o dos, a convenir, un “juez de molino”, encargado de avisar a sus compañeros de los posibles problemas de funcionamiento, para limpiar el río, restaurar piezas rotas o deterioradas, comprar nuevas piedras, o poner orden. Cada socio tenía asignado un tiempo de uso, que comenzó siendo de días completos, pero como los molinos pasaron de padres a hijos, las partes se convirtieron en “medios” días o “cuartos” días, y por orden y en la misma proporción, participaban de los arreglos o costes de mantenimiento. Se puede preguntar a cualquier persona adulta de Ayoó; todos saben y entienden de molinos. La cálida y tierna harina recién molida, y su especial olor; la luz de velas, candiles o tardías linternas; los impacientes animales que esperan atados en la herradura clavada en el marco de la puerta, y las continuas caídas por el camino del piloto y su carga; las polvorientas “fardelas” y las cuerdas que no aparecen en el justo momento de atar sus bocas; los fríos paseos nocturnos con sus tropezones para no dejar sin alimento la “entrimoja”; sacrificios, fatigas y aventuras pasadas, y un largo etcétera de recuerdos también desgranan con nostalgia cuando reviven viejos recuerdos molineros. El milenario mecanismo no se detendría más que por mantenimiento o falta de agua, y así, por estar pendientes de su tarea, día y noche trituró incansable granos y sueños. Tanto triturar se trituró a si mismo, y hoy no nos queda en Vidriales un solo molino en activo para recordar sus bondades: rudas, sosegadas, pero ecológicas y económicas. El último conservado, a la altura de Tardemézar, pereció este año bajo los efectos de un incomprensible fuego provocado. A veces, me asalta el pesimismo y creo estar ante la vieja estrategia bélica de “tierra quemada”, basada en la destrucción y el abandono, durante una retirada, de cualquier cosa que pudiera servir al enemigo. Aquí la quema y el destrozo son para nuestra cultura popular, sus aperos, enseres y máquinas, en la huída hacia ningún lugar por indiferencia ante un enemigo llamado desarraigo, dueño y señor de la monotonía y el olvido. Por nuestros arcaicos molinos, que en paz descansen.











P.D.- Los nombres de las partes del molino, son las usadas en Ayoó seguramente durante siglos. Eso no quiere decir que sean las mismas que se utilicen en los pueblos vecinos, y no digamos en otras comarcas o provincias. Con dichas palabras se entendieron y entienden perfectamente, por lo que me parecen actuales y válidas, en contra de lo que alguien pueda pensar, y confío al publicarlas que adquieran el merecido reconocimiento y respeto.






martes, 25 de diciembre de 2012

Nuestro Belén parroquial 2012




Según relata la Biblia, el libro que recoge más de 3000 años de historia, el más traducido y el más vendido, y el único declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, José, hijo de David, salió de Nazaret para inscribirse con María, su esposa y en avanzado estado de gestación, en la ciudad de Belén. Pero allí había llegado ya multitud de gente con su mismo propósito, y las posadas, completas, cerraron al paso de la necesitada pareja. A última hora de la tarde, les ofrecieron como cobijo un establo, donde María dio a luz a su hijo, lo envolvió en pañales, y acostó en un pesebre. Al poco, se presentaron unos cuantos pastores preguntando por el niño, pues un ángel se les había aparecido en el monte, mientras se turnaban en el cuidado de sus rebaños, anunciándoles la venida de un Salvador. Posteriormente, en el año 1223, el fundador de las órdenes Frailes Menores y Hermanas Clarisas, San Francisco de Asís, llamó a Juan, (hombre de buena fama y de mejor tenor de vida), [sic] y le dijo: “Si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa en ir allá y prepara prontamente lo que yo te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén, y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno” [sic]. Aquella noche en una cueva y sobre un pesebre vacío, San Francisco, en presencia de muchas personas venidas desde el pueblo italiano de Greccio con velas y antorchas, celebró la Eucaristía. Otro fraile Franciscano, Tomás de Celano, a principios de 1229 escribió así aquel hecho: Llegó el día, día de alegría, de exultación. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y mujeres de la comarca... Llegó, en fin, el santo de Dios, y viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae el heno y se colocan el buey y el asno... Llega la gente, y ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos.... El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de singular consolación [sic]. No fue, por tanto, la primera representación del belén como la conocemos hoy, si no algo mucho más importante espiritualmente que desde hace varios años se repite en nuestra iglesia de Ayoó, como en otras muchas: la misa sobre el pesebre vacío los cuatro anteriores domingos a la festividad de la Navidad, lo que se conoce como Adviento. Cuatro velas, una por cada domingo, se irán encendiendo al comienzo de la misa. Todas juntas acompañarán al niño el día de Navidad con nuestros mejores deseos. Este pudiera ser el origen de la inclusión de animales en la representación del establo de Belén, con el objeto de darle mayor realismo a la cueva de Greccio. El Papa Benedicto XVI recoge en su libro, para gozo de incultos tergiversadores, algo que es mundialmente conocido y fácil de comprobar: en ningún lugar de las Sagradas Escrituras se nombran animales que ocuparan sitio alguno del establo donde María diera a luz. Sin embargo añade, (y ocultan los falsos críticos), que incluir animales es una hermosa tradición libre de representar. Ayer en nuestra Iglesia terminamos de colocar el Belén. Con burro y buey, si, pero en segundo plano. Preside la cueva la Sagrada Familia, lo único que de verdad importa, lo realmente indispensable y verdadero. También hemos añadido una cabalgata de Reyes, simbolizando la adoración al recién nacido que allí tuvo lugar. En 1223, San Francisco de Asís pidió un deseo, quizás el primero navideño. Desde la homilía en la cueva de Greccio, de sus propios labios, y con sentido vigente en la actualidad: "Si yo hablara con el emperador, le suplicaría que, por amor de Dios y en atención a mis ruegos, firmara un decreto ordenando que ningún hombre capture a las hermanas alondras ni les haga daño alguno; que todas las autoridades de las ciudades y los señores de los castillos y en las villas obligaran a que, en la Navidad del Señor de cada año, los hombres echen trigo y otras semillas por los caminos fuera de las ciudades y castillos, para que, en día de tanta solemnidad, todas las aves y, particularmente las hermanas alondras, tengan qué comer; que, por respeto al Hijo de Dios, a quien tal noche la dichosa Virgen María su Madre lo reclinó en un pesebre entre el asno y el buey, estén obligados todos a dar esa noche a nuestros hermanos bueyes y asnos abundante pienso; y, por último, que en este día de Navidad, todos los pobres sean saciados por los ricos" (San Francisco, Leyenda de Perusa, 14). Que así fuere.


Con éste artículo permitidme la licencia de felicitaros la Navidad en nombre de la Parroquia del Salvador de Ayoó de Vidriales. Así nos ha quedado el belén, esperamos que os guste.












lunes, 24 de diciembre de 2012

Brindis de Nochebuena ante el Belén




La vida carece de valor si no nos produce satisfacciones. Entre éstas, la más valiosa es la sociedad racional, que ilustra la mente, suaviza el temperamento, alegra el ánimo y promueve la salud.
(Thomas Jefferson)




jueves, 20 de diciembre de 2012

Feliz Navidad


Hay que ver cuanto ha cambiado la Navidad en pocos años. El hecho cristiano, histórico y conmemorativo del nacimiento de Jesús, y su adoración por pastores y reyes, ha perdido el sentido original para convertirse en un teatro comercial, en un frenesí consumista, ya parece “regalolandia”. Además promocionado por los gobiernos en una anticipada, muy anticipada estrategia de publicidad e iluminación con el objeto de crear el clima adecuado al vaciado de bolsillos. Los mismos gobiernos que luego dicen preocuparse y rasgar las vestiduras por los problemas monetarios de la llamada “cuesta de enero” del personal, u otras necesidades. Gobiernos de la propia nación, mientras no se demuestre lo contrario, que felicitan a chinos y árabes la Navidad que nunca han celebrado porque entre sus costumbres no existe, pero no la felicitan a sus propios vecinos y amigos en el idioma oficial, además conocido y usado mundialmente por casi otros 400 millones de personas, según datos de la UNESCO. Quizás en los luminosos deberían retirar la Navidad y sus iconos, y escribir “feliz consumo”, “próspera compra”, o en el caso nacionalista, simplemente “que os den”. Serían coherentes con sus ideas socio-políticas-económicas, totalmente respetables, aunque a éstos últimos les recuerdo el viejo refrán, “no se debe matar la vaca para destetar el ternero”. La Navidad no debería ser moneda de cambio, y mucho menos arma arrojadiza; debería, de no ser algo mejor, un eslabón más para unir la cadena humana. En estos días aprovechamos la escusa para rellenar un hueco interior con multitud de chismes, este año los diseñados para la perfecta comunicación personal; a ellos le tenemos que agradecer que la sociedad cada vez está más sola e incomunicada. A los niños embelesamos con los perfectos y caros juguetes estudiados para una correcta educación; con ellos corren a la vera de los padres al grito de “me aburro”, expresión totalmente desconocida antes de tanto querer quedar bien o intentar hacer lo correcto. Demasiadas paradojas de la vida por tratar de desvirtuar nuestra Navidad. Celebrar, o participar en ella, como tantas cosas, es libre y voluntario, es un derecho más, es otra forma de terminar un ciclo anual y comenzar otro nuevo con ánimo y renovación. Por ella surgirá un recuerdo para las personas queridas, perdidas o lejanas, y propiciará la necesidad de reunión amigable o familiar. Nuestra Navidad es reconocimiento del nacimiento de unos principios sociales y culturales, y la preparación con adornos y figuritas representativas para una fiesta entrañable en la que no es imprescindible un gasto ni un exceso más allá de lo normal. La Navidad es, entre comillas, “solo” tiempo de frío estacional (al menos en España) y calor emocional, que no es poco; por ella todo el mundo en estos días llena la boca con el “feliz Navidad”; bonita frase carente de sentido si no ha nacido en un corazón sincero y se refleja en una sonrisa, apretón de manos, o calidez de abrazo. Éste es mi deseo para vosotros, lectores, que disfrutéis de sencilla y auténtica Navidad. Sed felices, de corazón, porque un nuevo ciclo ha nacido.

viernes, 7 de diciembre de 2012

La dormida jaula del niño


La niñez es una etapa imprescindible para llegar a la madurez. Esto que parece una tontería, es conveniente recordarlo cuando hablamos de los niños, y de su personalidad en constante cambio y transformación, porque en ellos veremos lo que fuimos, en términos generales, con diferencias cuantitativas, pero no cualitativas. Los niños son egoístas por naturaleza, y posesivos, acapararán para si lo material y lo intangible, hasta que aprendan y comprendan voluntariamente criterios como la propiedad de las cosas, o que hay que dar para poder recibir. Y también son innatos aprendices, el mundo que los rodea es demasiado grande y atractivo como para quedarse quieto o sentado. 

Los niños de hoy viven esta etapa de forma muy diferente a como transcurrió la niñez de los de mi edad, y nosotros fuimos privilegiados respecto a nuestros padres o abuelos, y así sucesivamente; no hay más que ver lo que tienen hoy los más pequeños y lo que no tuvimos nosotros. La falta de juguetes la suplimos con imaginación, con mucha energía, con las manos, tierra, agua, maderas…, con cualquier cosa que hacía las veces de otra, y si no… pues daba igual, porque a todos nos daba igual con tal de estar juntos y jugar. Juntos aprendimos a montar en bici, a nadar y bucear, a fabricar cañas y pescar, a construir “estiradores” (tirachinas) y disparar piedras con atino, a distinguir plantas perjudiciales, como las ortigas, de las beneficiosas y sus partes comestibles, como acedas, moras, ruchos de zarza o de vid, “chupas” de jara o madreselva, frutos de malva y un largo etcétera que algún día recordaremos con fotos. Juntos saltamos a la comba, al “burro” o al “cabezote”; corrimos a “pillar”, al “pañuelo” o al escondite, o nos esmeramos en juegos de precisión, como las canicas, las “carpetas”, la peonza o las “cincas”, juegos que funcionaban con una sola pila, una pila de niños ávidos de diversión. Por cierto, para tanta experiencia y actividad, raramente nos acompañó un adulto, y los monitores ni se habían inventado, ni hubieran hecho falta. Pero nuestros juguetes favoritos eran crueles, hoy me doy cuenta. A la audacia del aprendiz se sumaba el egoísmo del cazador y el orgullo de mostrar su presa. Recuerdo las cajas de cartón o las latas de conservas con los botines de una salida a la conquista de los alrededores del pueblo. Pájaros, ranas, peces, grillos, lagartijas, saltamontes, “melucas”, hormigas… eso y los bolsillos llenos de manzanas, peras, ciruelas…, que aquel “ejército” de chavales no podía descuidar el aprovisionamiento. Por cierto, los inocentes e indefensos animalillos “rehenes” morían a las pocas horas agitados, manoseados, asfixiados o en la boca de nuestra mascota, que solía ser más lista que nosotros. 

El otro día sucedió algo que me hizo recordar estas cosas de niño, y abrir otra vez la jaula atrancada por los años. Un pájaro chocó contra el cristal de una ventana interior, y cayó al patio, por suerte a mi lado. En cuestión de décimas de segundo el gato se le echó encima y todavía no sé como se lo quité de la boca antes de que le hincara el diente. Los dos se quedaron asustados, el uno porque le quité entre voces su festín, y el otro porque a las fauces del gato y a las voces había que añadirle el golpe contra el cristal. Pero estaba vivo, alterado, dolorido, pero vivo. Era como un “pardal” (gorrión) muy grande, aunque el pico era demasiado largo y el pecho mucho más bonito. De haberlo soltado hubiese caído otra vez, y mi gato, o el de los vecinos le “hubiesen cantado las diez de últimas”, así que lo metimos en una jaula, emulando aquellos años de niñez, aunque en lugar de correr a enseñarlo o tocarlo para examinarlo lo dejamos reponerse y descansar en un lugar tranquilo. 

Al cabo de unas horas volvimos y comprobamos cómo estaba “listo”, restablecido, nervioso tras las rejas, y tras robarle unas fotos de rigor, lo soltamos lejos de depredadores, por si las moscas. Voló rápido, a una rama cercana, donde reposó unos segundos; luego se perdió entre las casas, ojalá le vaya bien. Por la noche, una guía de campo nos llevó a conocer la especie, era un ejemplar de Bisbita Común, come insectos e invertebrados pequeños y se puede ver en cualquier punto de nuestra geografía en los inviernos. Aunque reconozco que de haber sido un “pardal”, no habría sido tan benevolente con la visita, ni tan injusto con mi gato; el dormido sentimiento de niño no se habría despabilado y este artículo seguiría pendiente. Como el Bisbita libre, tras estos gratos recuerdos, también respiro feliz



sábado, 1 de diciembre de 2012

San Lucas en Vidriales


No he podido encerrar en un artículo, y estoy seguro que ni resumiendo tampoco en dos, la andadura vital de San Lucas, su repercusión en la comunidad cristiana, y por extensión en el valle de Vidriales que lo vio nacer. D. Augusto Quintana Prieto lo trató de hacer en su libro de más de 160 páginas “Fray Lucas del Espíritu Santo”, editado en Astorga; a este libro yo añadiré importantes detalles que me parecen dignos de elogiar y recordar. Comienzo por la pequeña sacristía de la iglesia, de estilo gótico, en la que destacan la bóveda de crucería adornada con florones en las claves, (arandelas), y multitud de imágenes y objetos relacionados con el santo. En una de las paredes llama la atención un rosario de grandes dimensiones. Es la copia de otro muy valioso, de nácar, que regaló San Lucas al pueblo de Carracedo desde su estancia en Filipinas. Durante muchísimo tiempo se mantuvo visible en la iglesia, en los brazos de San Cayetano. Y cada año, de entre todos los quintos que se preparaban para el servicio militar, uno, el más necesitado, era especialmente encomendado a la Virgen María, y para ello, su familia  llevaba la reliquia a casa y rezaba nueve días seguidos otros tantos rosarios. Hoy el precioso rosario está desaparecido, que al culpable el santo se lo tenga en cuenta. Otro cuadro, con la imagen de D. Aquilino Cavero Cavero, ya fallecido, recuerda al párroco titular de Carracedo, Ayoó y San Pedro de la Viña en los años de canonización de San Lucas, y los posteriores de arreglos y reformas de la iglesia parroquial. Infatigable, arquetipo del hombre bueno, contaba una experiencia como milagro al sufrir, en alguno de los desplazamientos a sus parroquias, un aparatoso accidente de moto. Viéndose malherido y solo en la carretera solicitó a San Lucas protección, y al instante, un coche se acerca, de él desciende un hombre, y lo lleva al centro médico más cercano. En el retablo lateral derecho, así quedó reflejado este hecho a golpe de gubia por D. Evasio Sánchez Fernández, natural de Barrientos (León), igual que D. Aquilino, que además de artista comparte la misma profesión de sacerdote. A él le encargó la construcción del retablo, para mí de un valor extraordinario por la profusión de detalles en el conjunto de una exquisita sencillez. Del mismo modo es realmente agradecida la talla de la imagen de San Lucas, a cargo de otro vidrialés también tristemente fallecido: D. Hipólito Pérez Calvo, nacido en Bercianos de Vidriales, autor de varias obras públicas y especialista con renombre en las religiosas. Arte y saber hacer de la mano en el privilegiado pedestal del presbiterio de la iglesia de Carracedo. Y me parece importante recordar a otro vidrialés más, también excepcional, clave en la recopilación de documentación para el conocimiento de la biografía de San Lucas: D. Abelardo Lobato Casado, el padre Abelardo, natural de San Pedro de la Viña, dominico como el santo, y también fallecido. Como no puede ser de otra forma, en el anonimato quedan otras muchas personas, colaboradoras desinteresadas, enormemente generosas que han llevado a cabo, para sí y para sus semejantes, el orgullo de un hermoso proyecto cumplido, un lugar donde hallar satisfacción o buscar consuelo; un lugar, en definitiva, donde mostrar una parte de la historia de nuestros pueblos moldeada en letras de oro a golpe de firmeza y corazón. A todos, que San Lucas se lo pague.
P.D.- Para adquirir el devocionario de San Lucas o el libro “Fray Lucas del Espíritu Santo” contactar con nuestro párroco, D. Miguel Hernández.