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jueves, 27 de noviembre de 2014

Mi homenaje a los adobes


Proceso de fabricación









Solía ser a principios de otoño, cuando los días todavía son suficientemente largos y calurosos. Las paneras, pajares y “yerbales” repletos, los tendederos saturados de frutas, los frutos del huerto almacenados en lugar fresco y las cubas a rebosar; es tiempo de prevenirse también para una próxima obra o avería en la casa, es tiempo de hacer adobes. El padre de familia, y quizás algún hijo mayor, se dedicarán a arar y a sembrar cereales; el resto, incluyendo los niños fuera del horario escolar, se irán al barrero a iniciar todo un ritual recordado como divertido y ameno, pues nunca mancharse tanto estuvo tan bien visto y valorado.

Los adobes son tan antiguos como el arte de la construcción, y parece un hecho extraordinario que distintas culturas aisladas entre si los usaran en sus edificios. El nombre “oficial” a su forma sería “paralepípedo rectangular” u “ortoedro” (mucho mejor decir “como un adobe”), con la misma forma y superior tamaño al ladrillo doble, aunque creo que todo y en todo el mundo se conocen. Sin medidas estándar, puesto que el molde se fabricaba artesanalmente con cuatro tablas de madera según el largo y ancho necesitado. Este era como un pequeño encofrado, de nombre adobera, y también se usaba, muy rara, para fabricar dos adobes a la vez.

Para hacer adobes, en primer lugar se prepara una mezcla de tierra arcillosa, agua, y un aglutinante, normalmente paja no excesivamente molida. Para ello puede ser necesario (y en nuestra zona así era) cavar en el barrero, moler los terrones y hacer un montón con un cráter en el centro, añadir allí el agua, remover todo y dejar ablandar un rato. Luego se extendía la paja encima de la mezcla, y con los pies descalzos se chapoteaba hasta la mezcla final, que se volvía a dejar reposar.

Como este trabajo se hacía por la mañana, en este tiempo de descanso se aprovechaba para “almorzar”, o “echar las once”, que así y de otras muchas formas se llamaba el actual “bocadillo” de los obreros de la construcción. Después se colocaba la adobera en el suelo, normalmente sobre hierba, y se vertía barro en su interior, apelmazándolo y raseándolo con las manos. La adobera estaba empapada de agua, de forma que al tirar de ella hacia arriba salía con facilidad, dejando en el suelo un recién nacido adobe, repitiendo el proceso hasta agotar el montón del barro y dejando la pradera llena de alineadas hiladas. Mientras estaban tiernos, era necesario velar para que en las idas y venidas de los muchos ganados no atravesaran el campo de adobes, por el daño que les podían ocasionar. Al cabo de unos días se les daba un cuarto de vuelta para su completo secado al sol; y por último, y hasta recogerlos en casa, se amontonaban ordenados en una “meda”, con su correspondiente tejado para que la lluvia no los ablandara y destruyera.

En el viejo argot de la construcción hay una frase que refleja una de las ventajas que tenía trabajar con este material. La dice el oficial al “pinche” en la obra: -“Barro y adobes, y no te embobes”. Son ideales para la construcción rápida y robusta, muy económica y asequible, de sano aislamiento, totalmente reciclable, cero emisiones en su fabricación, y sin embargo hay quien usa el adobe para descalificar, y si es seguido de “tabiquero” mejor. Cosas de las letras.

Otra de las joyas que se construyeron con adobes fueron los hornos de amasar el pan; para conseguir la redondez la adobera tenía una forma especial. Eran imprescindibles en las casas antiguas, siempre anexos a las cocinas, y casi siempre al exterior, a la intemperie. Todos los años a principios de invierno, a la vez que se “recorrían” los tejados y se rejuntaban los cumbreros, también se le aplicaba la capa impermeable de barro que por las inclemencias había perdido. Algunas veces, para evitar este daño, se le construía un tejadillo encima, quedando un simpático conjunto que todavía se puede ver por nuestros pueblos.

Hace un tiempo tuve la necesidad de destruir un muro de adobes. Eran perfectos, y me dio pena que tanto trabajo artesanal terminara en la escombrera. Fue fácil limpiarlos y paletizarlos, y añadir los rotos en un saco grande para provisión de barro en su colocación. Su destino será el refugio de un pequeño gallinero ecológico; un pequeño monumento dedicado al recuerdo y al esfuerzo de nuestros antepasados por la autosuficiencia, por la economía y por el respeto hacia la madre naturaleza. Por ella y por ellos, para la memoria y con cariño, esta será mi aportación como homenaje de albañil.





Adobes de horno 


  

Adobera



Huella de perro en un adobe


lunes, 24 de noviembre de 2014

Cena pendonera, y premios Pendoneros de León 2014


Cuando tengo mucho que contar, y no se por donde o en qué sentido comenzar, suelo buscar colaboración. Frases de buenos maestros o refranes son mis mejores ayudantes; así aunque yo falle, que suele suceder, al menos quedará entre mis líneas algo de sabiduría. Esta vez me he acordado del refrán “Dime con quien andas, y te diré quien eres”, y os diré con quien he tenido oportunidad de "andar" el pasado sábado, para que me juzguéis por mis compañeros de mesa y mantel. Ellos son pendoneras y pendoneros del viejo reino; amigos y conocidos de romerías y encuentros de Pendones, gentes desinteresadas y nobles, herederos orgullosos de ancestrales costumbres de la cultura tradicional leonesa.

Sábado 22 de noviembre, 10 de la noche, la cita fue en el hotel La Hacienda de La Bañeza. Organizada por la Asociación Pendoneros de León, la invitación a una cena se hizo extensible a la zona de influencia de Castrotierra y su romería; la zona pendonera por excelencia, lo que es en el más estricto sentido de la frase hecha “el quid de la cuestión”. Casi 330 comensales para dar buena cuenta de un menú compuesto por:
Patatas con boletus (riquísimas, por aclamación popular)
Morcillo de toro en su salsa, y
Tarta de milhojas
Todavía con los “cafeses” y chupitos, de mano y palabra de Jose Antonio Ordóñez, presidente de la asociación Pendoneros de León, se hicieron entrega de tres documentos históricos del año 1594:
A Vicente, para Quintana y Congosto; a Juan para Santa Marina de Torre, y a un servidor, en representación improvisada de Ayoó de Vidriales.
A continuación comenzó el reparto de premios Pendoneros de León 2014:
1- Diploma Infantil a 5 niñas, por acompañar con alegría e ilusión los Pendones
2- Premio por la Recuperación de un Pendón, a Baudilio, Emilia, Joaquín y Miguel, por nuestro Pendón de la Virgen del Campo de Rosinos de Vidriales.
3- Premio Pendonero Infantil a Sandra Ordóñez, por la elegancia y aprendizaje en el manejo de “llevar” el Pendón.
4- Premio Cultura, a “Tista” Rubio Nistal, por su labor informativa y divulgativa de la cultura tradicional leonesa.
5- Premio Mejor Pendonero, a Jose Manuel Suarez, “Manix”, por su elegancia y maestría en el manejo de “llevar” el Pendón.
5- Premio Mejor Grupo, a la Asociación Cultural Pendón Ciudad de La Bañeza, por su exaltación de la cultura y acompañamiento popular a las romerías y encuentros de Pendones
7- Pendonero de Honor, a Domingo Cabello García, por su incansable y fructífera trayectoria pendonera.
8- Y Pendonero Honorífico y Premio Procurador de la Memoria a D. Jose Manuel Sutil Pérez, archivero de la Diócesis de Astorga, por su ayuda incondicional a la Asociación Pendoneros de León. Como por su agenda no pudo acudir a la cena se le hizo entrega de los premios el pasado viernes 21.

A continuación músicas, bailes, … alegría, que para eso en este día se celebra Santa Cecilia, Patrona de la Música.


Epicuro de Samos, tres siglos antes de Cristo decía que “Debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo”. Sabe bien el sabio, que nadie que coma solo morirá de hambre; y que también el alma necesita alimento, un sustento que no entra, sale del cuerpo y se hace notar por risas y cánticos, en el brillo de los ojos, o en el ritmo del baile. Bien sabe el sabio, que solo satisfecho cuerpo y mente se puede hablar de felicidad, ese anhelado tesoro. Gracias Pendoneros de León, enhorabuena a todos por una noche mágica y totalmente satisfactoria; y como los arrieros, nos veremos en el camino, siempre al lado del Pendón.






















Enlaces de interés:






sábado, 22 de noviembre de 2014

Un ramito de violetas



En su día, me propuse hacer una trilogía pendonera del norte de Zamora y sur de León: el estudio de cada uno de los tres valles, extraordinariamente ricos en arqueología y hermanados en sociedad, como acreditan los numerosos yacimientos y los incontables lazos afectivos entre naturales de los pueblos de las tres riberas: Tera, Almucera y Éria. No ha podido ser, todavía es tan grande el patrimonio que tres de mis pequeños artículos no compensan ni de lejos tamaño proyecto. Así que seguimos por la zona, siguiendo Pendones, una gratificante afición.

Tras unas cuantas llamadas de teléfono para localizar rastros y personas que nos abran puertas, encaminamos un nuevo sábado el coche en dirección Benavente, valle Tera abajo, con la ilusión y esperanza de hallar algo que llevarnos en las retinas de nuestras cámaras y libretas. No me canso en agradecer la colaboración, en este caso, de D. Baltasar, párroco de Santa Cristina de la Polvorosa; de Enrique, teniente alcalde de éste ayuntamiento; de Jose, presidente de la asociación cultural Santa Cristina; del señor Benigno, que tan amablemente nos atendió pese a sus quehaceres, y a cuantos aparecieron en torno a sus Pendones. Siempre sorprende y agrada tan buena disposición en este tema.

Comenzamos en Santa Cristina de la Polvorosa, a escasos kilómetros de Benavente, famosa por sus productos de la tierra, en especial sus quesos. Mis invitados son Jose, de Soto de la Vega, ya asiduo en mis últimos artículos; Gelo, de Sopeña y Carneros, Procurador de la Tierra; y Flori, de Posadilla de la Vega, pendonera y nuestra particular escribiente. Sólo apuntar como un poco de historia, que en esta comarca Alfonso III El Magno, allá en el año 878, acaudilló la derrota total de las huestes musulmanas en la batalla de Polvoraria, según dicen ayudado por el campo de batalla polvoriento y fuerte viento a favor de las tropas cristianas (he aquí el origen de Polvorosa). D. Baltasar nos abrió las puertas de la Iglesia, y puso en contacto con Enrique y Jose, para mostrarnos su Pendón y Pendoneta, recientemente recuperados según los colores originales. Primeramente desenvolvimos la pendoneta, preciosa y multicolor, muy ligera y manejable. Consta de una vara de 4,70 m, multilaminada, con lanza torneada de madera. El paño es de los más llamativos que se pueden ver, de 7 franjas de 25 cm con pasamanería dorada, de estos colores en sentido descendente: violeta claro, azul oscuro, azul, blanco, dorado, rojo y verde. Largo de paño arriba 2,40 y abajo 1,37. Repito, preciosa. La vara del Pendón es igualmente multilaminada, de 9 m. de larga y coronada por una cruz de 30 cm; una vara demasiado robusta, nos pareció, para su manejo con comodidad. El paño es muy holgado y tremendamente bello; 4,80 m de alto, 6,90 de ancho arriba y 3,90 abajo, con los mismos colores que la Pendoneta. Vestido es un Pendón impresionante; ofrecería mi reino por llevarlo un rato. Muchas fotos, agradable charla con nuestros anfitriones, un apretón de manos, y continuamos muy satisfechos nuestro periplo volviendo carretera arriba.

Segundo pueblo, Colinas de Trasmonte; y como viene siendo norma, dirección Iglesia, situada por regla general en lo más alto, en algún montículo si lo hubiere, como es el caso. Parece ser que por iniciativa de Solidaridad Intergeneracional, financiado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, un popular taller de arte diseñó y decoró con respetables y respetados graffitis este entorno para elevarlo a la categoría de bello, de especial. Pues veamos también los colores que encabezan las procesiones festivas que se celebran el segundo domingo de mayo, la novena, y el 22 de junio, San Juan.

El señor Domingo nos enseñó, escondida bajo el coro de la tan pequeña como cuidada Iglesia, una vara de una pieza finamente labrada de 3,40 de alta rematada con cruz de 20 cm. En las enormes cajoneras de la sacristía se guardan dos paños abanderados, de 2,10 de altos por 2,60 de largos. Vestimos la vara con el primero: rojo, verde y rojo, y se lo enseñamos al cielo que comenzaba a querer llover. Varias fotos de rigor y probamos el segundo, algo más antiguo, que no entra por lo que suponemos que tenía otra vara. De idénticas proporciones que el anterior, conserva el color verde del centro, y cambia el de las otras dos franjas exteriores por el morado. Entonces me ha venido a la memoria una de las más bellas historias jamás cantadas, mucho morado y poco verde hace “un ramito de violetas”; y uno de tantos amargos accidentes en nuestras carreteras. Era una apacible madrugada de agosto que se tornó trágica en segundos, al colisionar un coche que bajaba de Vigo contra un carro agrícola, resultando heridos el conductor del carro y su esposa, y dos de los cuatro ocupantes del vehículo. Entre los otros dos, que fallecieron en el accidente, se encontraba la cantautora Evangelina Sobredo, conocida como Cecilia, laísta con gusto, que viajaba dormida en el asiento trasero. Era el año 1976 y tenía tan solo 27 años. Este es mi tributo para una de nuestras inolvidables; hoy, en el día de Santa Cecilia, patrona de la música, con quien comparte el nombre artístico. Sin duda aquel día murió una estrella en Colinas de Trasmonte. Vaya por ella, que músicas y pendones siempre han ido de la misma mano.

Santa Cristina de la Polvorosa








Colinas de trasmonte








Y el ramito de violetas


Va por ti, Cecilia