El juego de la calva
Tradicionalmente,
el deporte o juego por excelencia en Ayoó es la calva. En los últimos años su
auge ha sido importante, y fruto de ello es la asociación Perafondo, creada
como principal objetivo para su promoción y práctica, y que a día de hoy cuenta
con 140 socios, de Ayoó y de los vecinos pueblos que aquí se desplazan domingos
y festivos a compartir unas tiradas, si el tiempo lo permite. El nombre del
juego procede del lugar escogido para practicarlo, un calvero, paraje llano de
un bosque, desprovisto de vegetación y de piedras, o de una calva, sitio en los sembrados, plantíos y arbolados donde
falta la flora correspondiente, lógicamente para poder lanzar y recoger los arrojadizos proyectiles sin
obstáculos. El origen se remonta a los betones, pueblo celta reconocido a
partir del siglo V antes de C., asentado entre los ríos Duero y Tajo, abarcando
Zamora, Salamanca, Ávila, Toledo y Cáceres. El geógrafo e historiador griego
Estrabón, dedica el tercer libro de los 17 que componen su obra Geográfica (
fechada del 29 a
C. al año 7 ) a Iberia, nuestra península, y recopila los datos entonces
conocidos, transcribiendo una curiosa anécdota sobre la mentalidad de aquella
tribu. "Los vetones, que fueron los primeros que
compartieron con los romanos la vida de campamento, viendo una vez a ciertos
centuriones ir y venir en la guardia, como paseándose, creyeron que se habían
vuelto locos y quisieron llevárselos a sus tiendas, pues no concebían otra
actitud que la de estar tranquilamente sentados o la de combatir". Como resumen de aquella extraordinaria cultura se puede decir que
construían murallas alrededor de sus poblados, los castros; que incineraban a
los muertos y guardaban en urnas sus cenizas; que tallaban en piedra granítica
toscas y misteriosas esculturas de cerdos o toros, con una interpretación muy
debatida; que eran poco belicosos, negociantes, agricultores de cereal y
ganaderos, principalmente en el sector bovino y porcino; que producían hierro y
fundían el bronce; que fundamentaban su religión en las rocas, sobre las que
levantaban sus poblados, y en el agua como fuente de vida, y que para
entretenerse lanzaban piedras a un cuerno de vaca, colocado en el suelo de un
calvero. Posiblemente después de casi 25 siglos jugando a la calva, las reglas
del juego apenas hayan cambiado, solo el cuerno de vaca se ha sustituido por
una pieza de madera, generalmente de encina, con unas medidas ligeramente
variables pero con la misma forma, con un ángulo obtuso apoyado en uno de sus
lados, el orientado a los jugadores. Esta pieza recibe el nombre de calva, y
las piedras con forma cilíndrica morrillos, al menos en Ayoó. Los jugadores con
más edad del pueblo, recuerdan la afición que había cuando les alcanza la
memoria, y que se jugaba en la calle del canto, en el lado sur del reguero que
la dividía en dos, donde actualmente en las fiestas se lleva a cabo el baile.
Por entonces se apostaba un cántaro de vino y un kilo o dos de azúcar, que
hacía las veces de gaseosa, para endulzarlo y de paso se subiera antes a la
cabeza. El juego no tiene reglamento, aunque las normas son conocidas por todos
y se cumplen aunque sea dando voces y discutiendo. Lo practican dos equipos,
que se crean en el momento, cuando dos personas deciden jugar y comienzan
escogiendo alternativamente a los jugadores de entre los asistentes. El número
de jugadores tampoco importa, pueden ser dos o tantos como personas presentes,
siempre que sea número par. La cancha se dibuja antes de jugar, haciendo una
raya transversal en el suelo de tierra, contando generalmente doce pasos y
marcando otra raya. En cada raya se coloca una calva y primero se lanza a un
lado y luego al contrario. Con una moneda, a cara o cruz, se sortea el equipo
que comienza a tirar, y en la siguiente partida lo hace el otro equipo. El
morrillo de piedra se ha ido transformando en madera de encina o roble, o en
cilindros de hierro o aluminio, siempre a elección del jugador. Las apuestas
suelen ser las consumiciones en el bar, el equipo perdedor pagará las suyas y
las del equipo ganador, y para ello hay dos o tres partidas a 18 tantos, según
se elija. El tanto se produce cuando el morrillo roza o tira la calva antes de
tocar el suelo, y vale dos puntos, que se llevan memorizados o apuntados con
una raya en el suelo o sobre una pared. En otras zonas se juega con otras
normas, siempre de acuerdo con los jugadores, aunque a la hora de jugar a nivel
provincial o regional se ha establecido un reglamento, con unas medidas de la
cancha de 14.5 metros
de tiro, la calva mide 23
centímetros de base y 22 de alzada, con un ángulo de
entre 110 y 120 grados, el morrillo no puede sobrepasar los 30 centímetros de
longitud y pesar menos de 1500
gramos, etc., datos que hay que tener en cuenta a la
hora de competir a otros niveles, pero que no deberían influir en la actual
forma de jugar del pueblo, que al fin y al cabo es donde se juega y se hace
como se hace, por costumbre, y para la participación de grandes y pequeños,
mayores o más jóvenes, de aquí o de donde quieran venir, porque lo más preciado
de éste ancestral juego es la reunión, la charla, la diversión y pasar el rato
haciendo un poco de ejercicio, sin complicaciones, tecnicismos ni estrategias.





me gusta tu blogg
ResponderEliminares muy guai
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