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domingo, 20 de febrero de 2011

Un añito


Un año ya. Creo que suficiente tiempo para que este humilde blog deje atrás la niñez y se enfrente a su adolescencia. Y la timidez inicial se ha convertido en preocupación por el futuro. Las ganas de gustar, o por lo menos de no aburrir, aparecen como las propias de esta difícil etapa de desarrollo. En cada nuevo artículo se impone la exigencia y la corrección. Duros objetivos para tan poca preparación. Para compensar, citaré una frase hecha: se hará lo que se pueda. Con el aniversario añadiremos un lema, aunque es sólo una palabra, pero una palabra que identifique al blog. Mi diccionario de 1248 páginas no me enseñó ninguna tan chula como la que he inventado: RURALEANDO. La raíz de ésta palabra, rural, viene a significar ”relativo al campo, sus gentes y sus labores”. Con el sufijo del gerundio, (del que tampoco existe verbo “ruralear”), tenemos esta palabra que bien podría definir el disfrute y la satisfacción por el tema rural, tratar o trabar conocimiento sobre el campo, los pueblos y sus residentes, su historia o cultura, y dentro de éste ámbito, uno de sus aspectos más importantes, la construcción, porque la vida se desarrolla en su entorno. Aquí estaremos, pues, ruraleando. Vuestros agradecidos comentarios, y el contador de visitas, creo que son fruto del cariño que profesamos a nuestra tierra. Unas simples fotos con sus historias, en un lugar mágico como Internet, pueden darle la merecida categoría al menospreciado pueblo. Con cultura propia, su personal lenguaje, sus normas de convivencia… cada pueblo es único y nuestro el trabajo de enseñarlo, y para ello ruralearemos lo que haga falta. Gracias a todos por estar ahí.

En la falda de la peña


En la falda de la peña,
del camino retirada,
guarda San Mamés su ermita
recostada en la solana.
Fondo de pinos y robles,
en el aire olor a jara,
al relente del arroyo
Almucera, que remansa,
bajo un limpio azul de cielo,
testigos de bella estampa.
Con piedra, barro, madera,
lo que el terruño regala,
y tiempo, ilusión y sudor,
cosas que nadie negara,
esta casa levantaron
donde al santo dar morada,
para acudir con las dudas
si la vida desagrada,
o compartir sus bondades,
que ahí está para escucharlas.
Apenas comienza agosto
y voltea la campana,
la peña se viste de fiesta,
la ermita luce sus galas,
a San Mamés, sus devotos,
le llevan, honran y cantan,
contento debe sentirse
por tanta fe declarada.
Viejo lugar de plegaria,
que los ayoínos alaban,
aunque nunca ha estado solo,
una visita reclama:
detén tu paso, medita,
te lo agradecerá tu alma.
…………………………..ETJ


La ermita de San Bartolomé


Recordando un poco de historia, Ayoó fue un prolífico centro religioso. Cuna de santos, obispos o mártires, llegó a contar en sus términos nueve capellanías. La penúltima en desaparecer como edificio, ya que la última sería nuestra iglesia, fue la ermita de San Bartolomé, y estaba situada en la calle Peñacabras. Subsistió en sus últimos años con titularidad privada, como pajar y corral de ganado, y fue totalmente destruida hacia el año 1973 transformándose en lo que es hoy, casa particular. Contaba con una entrada hacia el sur, con un arco de medio punto bordeando la puerta. Las paredes estaban levantadas de piedra autóctona, como las lajas del alero, las mismas que todavía se pueden observar en los antiguos edificios del pueblo, extraídas de una cantera de la ladera de Peñacabras. La estructura del tejado era de madera, con elevada inclinación, y recubierta con una tupida capa de urz, que a pesar de los años apenas tenía goteras. Fue el último de la estirpe de edificios con techumbre de urz, que aguantó estoico infortunios y adversidades, como grandes nevadas, fuertes vientos o el famoso incendio que calcinó a sus vecinas, bien merece esta mención, porque solo a la mano del hombre, la misma que la construyó, le permitió su desmantelamiento. Bien hecho.