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martes, 26 de abril de 2011

El descubrimiento del dolmen



Para añadir información acerca del dolmen de Ayoó transcribo con pelos y señales la publicación del descubrimiento en la revista Lirva, en los números 13 y 14 del mes de abril del año 1988. Editada por el Instituto Comarcal de Estudios Bañezanos, ICEB, en la página 44, bajo el título de noticiario cultural, se muestra una vista general del hallazgo y la descripción que recojo textualmente. La consulta a dicha revista se ha realizado gracias a Dori y al Museo Arqueológico y Etnográfico de Castrocalbón, lugar que encarecidamente recomiendo visitar por el valor y la variedad de las piezas expuestas.


"D. Isidoro Lobato San Juan, decorador, vecino de Jiménez de Jamuz, asiduo lector y entusiasta de nuestra revista, en su cotidiano trabajo y por las zamoranas tierras de Vidriales, gusta de salir por el campo a realizar la también necesaria tarea del almuerzo, en días luminosos, entre matojos, roquedales o pinos. Este amante de la Naturaleza y de la Historia, en este septiembre observó, en un cerro rocoso rodeado de pinos, una gran losa, con varios cientos de kilogramos de peso, que a forma de horizontal mesa estaba situada encima de otras piedras hincadas en el suelo. En seguida le pareció interesante su descubrimiento y púsose en contacto con el Jefe del Departamento de Investigación del ICEB, Maximino Descosido Fuertes, quien de inmediato visitó el lugar, llamándole fuertemente la atención y observando que la piedra fue colocada, como que también en la zona del suelo por ella cobijado se acumule tierra fina, de la que está exenta la ladera rocosa que la alberga, y por todo lo expuesto crée un túmulo u otro tipo de monumento funerario prehistórico que pudiera constituir importantísimo descubrimiento arqueológico en nuestra Comunidad Autónoma. El ICEB va a hacer gestiones para que, con la mayor urgencia, expertos de la Universidad Leonesa auxilien a nuestro Departamento en el estudio y catalogación del hallazgo y, esperamos, en nuestro próximo número, poder ofrecer un estudio riguroso y pericial del mismo."
"Departamento de Investigación."



sábado, 23 de abril de 2011

El vigilante de piedra



Si, ya sé, solo es una peña. Una inerte y vasta roca que hay que mirar desde determinado sitio para encontrarle la gracia. Sin ningún valor, por supuesto, que nadie se llame a engaño, que la mano del hombre nada tuvo que ver con su forma. Pero no se me negará que tiene su encanto. En una especie como la humana, tan llamada a simbolismos, a mi me apetece imaginarla como el vigilante, el noble guerrero, el incansable vigía atento al acceso a nuestro pequeño pueblo, me apetece contemplarlo y saludarlo como al ser más viejo de Ayoó.

Pero… ¿es sólo una peña… o hay algo más? Porque un secreto se esconde a los pies del guerrero. Quizás en una época tan temprana como el neolítico ya conocieran y veneraran al vigilante, y dejaran a su cargo algo de gran valor sentimental. Es un yacimiento descubierto hace años, valorado, catalogado y publicado en una revista cultural llamada Lirva. Fue encontrado casualmente por Isidoro Lobato, “Dori”, vecino de Castrocalbón, conocido en Ayoó por distintas facetas, como la de decorador, músico y amante de la naturaleza. Correctamente orientado hacia naciente, pasa totalmente desapercibido entre pinos y urces, sólo unos ojos educados descubrirán y valorarán este pequeño edificio. Se trata de un dolmen, que en bretón significa “mesa grande de piedra”, un monumento megalítico sepulcral, posiblemente de una antigüedad cercana a los 4000 años. Es una rareza, totalmente distinto a otros monumentos de la zona, como los dólmenes de Granucillo o de Morales del Rey, pero no por eso menos valioso, y se desconoce el origen y el clan que la construyó. Lo levantaron con piedras, porque ya sabían que perdurarían en el tiempo, mostrando así gratitud y respeto por la naturaleza que los acogía, y a ella confiaban la memoria y los restos de sus seres queridos. Y piedras son, piedras de las abundantes piedras, como la peña que asemeja al vigilante. Podemos verlas como ellos, objetos sagrados, o despreciarlas como lo que son, inactivas piedras, porque el valor siempre, siempre es relativo. Distinto es explicar el significado de estas piedras y lo que simbolizan, para lo que creo que no hay bastantes palabras, como tampoco se puede describir, por ejemplo, la esencia de algo tan cotidiano como la de una mirada; y si es la atenta del Vigilante, peor.


domingo, 17 de abril de 2011

Escombros o ruinas



No sería cosa de entrar en debate sobre la visita de culturas de otros mundos al nuestro, nos meteríamos en terreno escabroso, pero si nos sirve de analogía en un tema para los moradores de nuestra comarca olvidado e ignorado por repetido y cotidiano. Una paradoja, o eso me parece a mi. En el pasado siglo estuvieron muy de moda las noticias de avistamientos, encuentros, abducciones y convivencias con seres extraterrestres. Noticieros de todo el mundo se hacían eco, asociaciones y revistas florecían por todas partes, y de repetirlo, yo por lo menos, casi lo daba por sentado. Digo casi, y uno de los peros me viene al pelo para este artículo. Comenzamos. El ser humano en su ignorancia y en su innato deseo de conocer, y creo que esto es aplicable a la vida inteligente, para hacer poquita cosa necesita un enorme despliegue, genera un montón de basura y deja un rastro de señales tras de si, algunas hermosas, otras, las más, desagradables e imborrables. Todo para hacer poquita cosa. Por ejemplo: para “subir” unos cuantos (cientos) satélites y unas pocas escapadas al espacio exterior, hemos dejado en tierra un desproporcionado desarrollo de medios, de personal, de suciedad, de escombros y por el camino, esto es, orbitando a la tierra, en el jardín de nuestra casa, toneladas y toneladas de peligrosa chatarra. Todo para unos aparatos que aunque algunos nos hacen la vida más agradable, otros, los más, están totalmente injustificados desde el punto de vista práctico, no desde la necesaria investigación. Un Pulgarcito espacial, siguiendo las “miguitas” de chismes y chatarras, nos encontrarían en nuestro afán colonizador sin trabajo alguno. Aplicando éste principio a los “visitantes” (y no los volveré a nombrar), la verdad es que han sido muy cuidadosos y educados, porque en sus incontables visitas, fíjate tú, todavía no han dejado o perdido una sola cosa que hayamos encontrado, analizado y destripado que nos dé fe de su estancia. Alguna cosa, por pequeña que sea, no fabricada en la tierra con materiales y tecnología de aquí. Algo muy distinto al funcionamiento del ser humano, que por ejemplo, en las sucesivas oleadas colonizadoras en nuestra comarca, la han dejado salpicada de hermosos restos de sus culturas e indelebles señales que la hacen única y especial. Desde el Paleolítico, pasando por el Neolítico, el Calcolítico o edad del cobre, la edad del bronce, la edad del hierro, o la época tardorromana, en poblaciones como Arrabalde, Calzada de la Valdería, Camarzana de Tera, Castrocalbón, Colinas de transmonte, Granucillo de Vidriales, Manganeses de la Polvorosa, Rosinos de Vidriales o Vecilla de Transmonte, (solo por poner algunos ejemplos), situadas en las vegas del Eria, Esla, Orbigo, Tera y Vidriales, abundantes en agua y de fértiles tierras, permitieron emplazamientos de gran interés para su supervivencia, dejando tras de si tesoros y arte de gran valor y apreciados monumentos perfectamente mimetizados en el terreno, que hoy son estudiados y visitados, reconstruidos y cuidados, para preservar su recuerdo en el paso del tiempo. Dos de los más importantes para mi, y de la misma época, son el castro Celta de Las Labradas, en lo más alto de la sierra de Carpurias, en el término de Arrabalde, con una población astur, (aunque los primeros indicios de ocupación hallados pertenecen a la edad del bronce) y el campamento romano de Petavonium, en Rosinos de Vidriales, hábilmente escondido de las miradas de sus enemigos y al lado de la calzada romana, la via XVII del itinerario de Antonino, que cruzaba Vidriales desde León a Portugal, entre las antiguas ciudades de Astúrica Augusta (Astorga) y Brácara Augusta (Braga), para vigilar el transporte y comercio del oro extraído en las minas de las Médulas, en León, donde según dicen, trabajaron 80.000 esclavos en una extraordinaria obra de ingeniería. En el castro de Labradas, se había refugiado toda la población de los asentamientos cercanos a la llegada de las legiones romanas, y fue asediado y conquistado en el siglo I a.c., tras una larga y sangrienta resistencia de casi un siglo. Apasionante historia de David contra Goliat, aunque aquí el grande acabó con el pequeño de un pisotón. Invito a la visita de éstos dos asentamientos, culturas totalmente distintas, contrastadas, donde la más moderna y avanzada nos ha dejado mucha más cantidad de huellas de su paso por la comarca. Campamentos, grandes calzadas, canalizaciones de agua, minas, edificios, puentes… no dudaron en transformar el entorno para conseguir su propósito. Ahora bien, ¿Qué dirán de nosotros las sucesivas culturas que nos visiten y encuentren nuestras señales?. Chatarras, escombros de la moderna construcción, cristales, plásticos en toda su variedad, CO2 y todos los gases que diariamente soltamos a la atmósfera, venenos, basuras, algunas formas de radiacción, residuos industriales y un largo etcétera de cosas que desconozco, (o que en general se desconoce o se desconoce que es general), y que están complicando la existencia en nuestro maravilloso planeta. ¿Seremos merecedores de admiración y respeto como el que profesamos por éstos antiguos pueblos? Sinceramente… creo que no.



martes, 12 de abril de 2011

Días de perros



A quien, ante una gélida ventisca, no se le ha escapado esa expresión “hace un día de perros”. Paradójicamente, el mal tiempo, cuando el frío y el viento desaconsejan salir a la calle, se ha asociado con quienes siempre están dispuestos al paseo, llueva, nieve o caigan rayos y centellas, los perros. Sólo desean una mirada, una señal de su protector para saltar de alegría y correr hacia la puerta ante la inminente excursión. Y es que, sin pretender cambiar nuestro modo de expresarnos, me gustaría aclarar el origen de esta frase que nada tiene que ver con el frío, si no que es fruto del verano, con el calor asfixiante, la sed, el cielo amarillento… en definitiva, con la canícula. Todos conocemos perfectamente este fenómeno atmosférico y sus efectos, y sabemos que no siempre se produce en verano, por ejemplo, ésta semana pasada del mes de abril lo hemos sufrido, hemos tenido unos “días de perros”. La explicación es astronómica y tiene que ver principalmente con la fascinante cultura egipcia, y su extraño modo de entender la naturaleza. Para ellos, cuando el cielo matutino les mostraba la estrella Sirio a la salida del sol, era la época del año más esperada: el principio de la estación más calurosa y el desbordamiento del Nilo. Sus campos se fertilizarían y permitirían las cosechas para su vital sustento. En su interpretación errónea de la causa-efecto, era la estrella la que propiciaba la subida del Nilo, y no inversamente, que la época de las crecidas coincidiera con la salida de la estrella. De la misma forma que si antes de llover las ranas croaban, en caso de sequía los sacerdotes imitaban sus cantos para, decían, atraer la lluvia. Y es que la estrella Sirio es la 2ª más brillante del cielo, de magnitud -1.46, (porque no nos podemos olvidar que el sol también es estrella), y la más estudiada, con diferencia, del firmamento. Por ella, los astrónomos egipcios ya conocían la duración del año, 365 días y cuarto, y fue Julio César, en una de sus muchas visitas amorosas a Cleopatra, quien llevando de vuelta a Roma al astrónomo alejandrino Sosígenes, reformó el obsoleto calendario lunar romano de 12 meses y 355 días del rey Numa, que éste había modificado del original creado por Rómulo de 10 meses y 304 días, sentando la base de nuestro actual y moderno calendario. Sirio se encuentra en la constelación del Can Mayor, el perro grande, vecina del Can Menor, perro pequeño, mitológicamente los perros que acompañan al cazador Orión, con la liebre yaciendo a sus pies. Y es por eso que la mítica Sirio, llamada también “la abrasadora” por los antiguos egipcios al señalar el comienzo de los días mas calurosos del año, se relacionara con la constelación que la alberga, el perro, y aquellos días de intenso calor los romanos los denominaran canícula, (perrilla), o simplemente fueran “días de perros”.


martes, 5 de abril de 2011

La carretera 110



A mis “taitantos” años todavía recuerdo cuando llegó a mi pueblo natal la carretera de asfalto. Por fin la bici se deslizaba “a toda máquina” sin el traqueteo de las piedras ni los zig-zag por los baches. Después, los pueblos vecinos parecían bastante más cercanos. La velocidad y la energía propia de chavales descubrieron en aquella negra capa un modo distinto de diversión, y de contacto con otros lugares y sus gentes. Curiosamente, la primera vez que vine a Ayoó fue así, en bicicleta, con mis amigos. Aquel día, domingo por la tarde, destripamos el mito del pueblo que estaba al otro lado de la sierra de San Félix, del que oíamos hablar, y donde, cosas del destino, años después fui a “sentar el culo” y formar una familia. Y es que la carretera, indudablemente, es la salud de los pueblos, no importa si son grandes o chicos, con buena comunicación tienen vida. Apena, por ejemplo, llegar a Villageriz, parece un pueblo triste y alejado, cuando lo único que falla es una adecuada gestión de la administración, que es capaz de dedicar recursos a la construcción de una cancha de tenis e ignorar las vías de acceso, no solo a éstas diversiones, si no a necesidades básicas como la educación, la sanidad, el trabajo o el día a día de los que por alguna razón poblamos los pueblos. (No quiero dar más datos). Y de una carretera me gustaría hablar. Cruza varios valles desde La Bañeza a Camarzana. En algunos tramos, antigua e importante ruta estratégica y comercial, calzada romana, recientemente señalada donde las originales millas desaparecieron. La carretera autonómica LE-ZA 110 es de no poca importancia en nuestra comarca. Y yo llamaría la atención sobre lo acontecido tras sus últimas reformas. Los kilómetros, esas señales colocadas cada 1000 metros, obviamente, están repetidos hasta el kilómetro 17, es decir, la misma carretera tiene 2 km 1, 2 km 2 y así sucesivamente hasta 2 km 17. Parece ser que en un derroche de talento alguien mando contar desde los dos extremos, algo que habría visto en algunos catálogos o en las recientes páginas blancas y amarillas, y así tendrían dos principios y ningún final, un ingenioso truco de igualdad. El antiguo marcado en Zamora se volvió descendente desde el límite de provincias, algo intrascendente para los que transitamos con regularidad por ésta carretera, pero cuando un camionero de vete a saber dónde se queda atascado por la nieve, como sucedió hace dos años, y llama a la grúa explicándole que en la carretera de Camarzana a la Bañeza, en el km 17 se ha quedado atascado y no puede seguir, pues lo que menos piensa es en que provincia está, si no en cómo continuar hacia su destino en medio del frío y la desesperación. Por cierto que la grúa se desplazó, lo hizo desde la Bañeza, y en el km 17 que encontraron ni vieron camión ni la nieve suponía ningún problema, por lo que dieron la vuelta pensando que aquel problema había pasado. Menos mal que por las venas vidrialesas corre solidaridad a borbotones y unos vecinos de Fuentencalada se acercaron con tractores para ayudar al necesitado camionero. Y todo porque alguien no dio su brazo a torcer y siguió contando 18… 19… 20…, como es lógico. Tanto estudiar se nos olvida lo elemental. Lástima.