eltijoaquin@hotmail.com - facebook.com/El Ti Joaquin

martes, 27 de septiembre de 2011

Caso práctico, la lima.


Sucede que algunas veces en la construcción, la estética prima sobre lo clásico, lo que es costumbre o tradición. Innovar está bien, pero hay que tener cuidado y adaptarse a las condiciones sobre todo climáticas de la zona. No es lo mismo la situación de Málaga que la de Zamora, por lo tanto no se puede diseñar la misma vivienda para ambos sitios. Y los mayores problemas se suelen dar en los aislamientos térmicos y en las humedades, bien por capilaridad en las plantas bajas, o las de los tejados y terrazas, las goteras. En nuestros pueblos es muy común el amplio alero de los tejados. Las pocas obras que se realizan con canalones interiores y ocultos, aunque queden bien rematadas, acaban produciendo desagradables humedades, y una de las causas es la enorme variación de temperatura que tiene que soportar, recordemos que se puede dar el caso de una fuerte helada nocturna y a las pocas horas, a mediodía, un respetable sol, que en el tejado se transforma en unos cuantos grados más por el efecto del almacenamiento y transmisión del calor. En estos días he tenido que solucionar uno de los problemas expuestos con un canalón interior. Al comentado problema de las dilataciones se sumaron el viento y los pájaros, que depositaban basura taponándolo, y como además está orientado al norte, en el invierno la nieve y las heladas complicaban todavía más la situación. Se optó por colocar una lima, y continuar la pendiente del tejado, para aliviar con rapidez las aguas llovedizas y evitar acumulaciones.

Para Pedro, sus hermanos y familias. Un saludo.









sábado, 17 de septiembre de 2011

El recado



Hay que tener cuidado con quien te manda hacer un recado. (Me ha salido un pareado sin haberlo deseado). Un ayoíno, hace de esto ya bastantes años, madrugó para asistir al tradicional mercado del sábado en La Bañeza. Mientras aparejaba el caballo en la calle, una vecina se acercó y le pidió que al pasar, de vuelta, por Jimenez de Jamuz, famoso por sus cacharros de barro, le trajera un botijo. Pues lo que se suele decir en éstos casos, que sí, cómo no, y emprendió el viaje. El hombre hizo sus cosas, y cuando volvía, cruzando Castrocalbón a lomos de su caballo se le acordó el recado de su vecina. Cansado como venía, no le apetecía dar la vuelta a Jimenez a comprar el dichoso botijo, así que trató de encontrar una solución aceptable a aquel problema, pues tampoco quería quedar mal, que nunca se sabe. Mientras cruzaba el puente de hierro sobre el Éria, miró abajo y una pícara sonrisa iluminó su rostro. ¡Ya sabía qué decirle a la vecina!. Más tranquilo continuó hasta casa, y apenas había desmontado, apareció la del encargo, como si hubiera estado con la oreja tras la puerta. El hombre puso cara de afligido, y comenzó a relatar:
- Te traía el botijo, lo había atado aquí a las alforjas, - señaló-, pero al llegar al río de Castro, el caballo vendría con sed y se abalanzó al agua. Total, que pegaría en alguna rama de los humeros de la orilla y se rompió.
- ¡Pues menos mal que no te lo pagué!, - ironizó la vecina-.
- ¡Ah, tia zoorraaa, pues menos mal que no te lo traje!


viernes, 9 de septiembre de 2011

Toque de atención.



Desde 1997, Microsoft va de juicio en juicio por abusar de su posición en el mercado de los sistemas operativos, para obtener el control de los exploradores de Internet. Estas demandas ya obligaron a Microsoft a vender Windows sin Internet Explorer, aunque poco después, en junio del 98, el nuevo sistema operativo incluía otra vez por defecto el navegador. Aparte de ser una castaña comparado con el Firefox o el Chrome, mucha gente lo sigue usando, por comodidad al venir incluido en el sistema operativo, o por falta de conocimientos informáticos para instalar otros navegadores. Pues mi toque de atención, por no llamarlo denuncia, es a los responsables de un proyecto coordinado y financiado por la Junta de Castilla y León. Resulta que en su página, para ver no sé que cosa, hay que usar obligatoriamente Internet Explorer, y para más INRI, esta aplicación GANÓ EL SEGUNDO PREMIO de Castilla y León en 2008. Vamos, que ahora si quieres ver algo que pagamos entre todos, no lo puedes hacer desde otros sistemas operativos como Mac o el maravilloso software libre y gratuito Linux, (que no tiene nada que envidiar a los demás), tienes que llenarle un poco más los bolsillos al gigante Microsoft para primero tener Windows, y luego usar su cutre Explorer, en clara desventaja con otros navegadores. Será para pagar multas y seguir haciendo lo que les dé la gana, y desde la Junta de Castilla y León los animamos. Una pena.


domingo, 4 de septiembre de 2011

Cosas de niños.


Me han recordado recientemente un par de historias, con nombres y apellidos, de los dos ayoínos que las protagonizaron siendo niños. Reservaré su identidad, como me gusta hacer, si no he obtenido permiso previamente de ellos mismos o, en su defecto, de sus familiares. Una de ellas tiene que ver con aquella tradición de los niños de pedir un regalo a quien venía de viaje. Algunas veces, antes de emprenderlo, y en tono de despedida, se preguntaba: ¿Qué quieres que te traiga de… (tal sitio)? Había pícaros regalos para callar a la criatura, por lo menos durante un momento, como el “correverás” y el “estatequieto”, aunque la mayor parte de las veces, un simple caramelo era el más preciado tesoro traído de un lugar extraño y fantástico para la mente de un niño, quien rara vez salió de su pueblo, y la fotografía, el cine o la televisión nunca le habían mostrado la realidad mundana. También se solicitaba regalo si el padre volvía de todo un día en el monte, por ejemplo. Entonces un trocito de tortilla, o de pan posiblemente reseco, reservado a tal efecto, se transformaba en manjar con nombre propio: Aquello era “del lobo”, o de "la raposa", y estaba riquísimo. (A mi me lo parecía). La primera historia comienza cuando el agricultor y padre se desplazó a La Bañeza en el recordado “mixto”, aquella especie de mitad camión y mitad autobús, que igual llevaba una vaca que un mueble, y además unos cuantos pasajeros. Una de sus pocas compras fue una cuchilla para el arado de vertedera, una pieza de frágil fundición que al ir en la parte más baja y en constante fricción con la tierra, sufre mucho desgaste. Cuando el padre llegó a casa, con el saco a cuestas, el niño se agarró a su pierna y solicitó el ansiado regalo, algo dulce, algún caramelo. Posando el saco en el suelo, sacó la cuchilla del arado y se la ofreció al niño: - Toma, hijo, mira que grande, “roye” (roe) un poco. El chaval, desilusionado con aquel hierro en las manos, lo tiró contra el suelo partiéndose en pedazos, obligando al bromista padre a coger el “mixto” al día siguiente para comprar otra cuchilla. La segunda historia tiene que ver con la tradición de tocar las campanas de una forma particular cuando alguien fallece, algo que se sigue haciendo hoy en día y se le llama “encordar”. Hace bastantes años, los encargados eran los chavales, familiares del difunto y sus amigos, quienes por estar desocupados y quizás por alejarlos del drama familiar, les ordenaban subirse al campanario y realizar el toque. Para tenerlos entretenidos y como premio por su labor, les daban unas galletas o caramelos, algo tremendamente escaso por esos años, por lo que aquel día los chavales tenían su pequeña fiesta. El otro niño protagonista, recién bajado del campanario de encordar, y de haberse comido las galletas y los caramelos de rigor, se fue a su casa y encontró a su abuelo sentado al sol. Colgándose en un abrazo del cuello del anciano, con cariño y admiración propios de nieto le dijo: - ¡Abuelo, tengo unas ganas de que “vos" "muérais" "pa” ir a encordar…!.


Los cacaforros



Nada tan divertido como un paseo por la pradera y una patada a un cacaforro. Esa nube oscura acompañada de ruidito nos transporta inevitablemente a nuestra niñez, cuando aprendimos a distinguirlos y a jugar con ellos. Y es que son realmente graciosos. Cuando nacen parecen huevos de ave, (como los de gallina de granja tipo campo de concentración nazi, no como los morenos de las nuestras del corral), luego se oscurecen y rompen, y como hongos que son, esparcen sus esporas al viento como una oscura nube de tormenta, acompañada del correspondiente trueno. El nombre latino es "Lycoperdon Perlatum", vulgarmente llamados “pedos de lobo”, conocidos en nuestra zona como cacaforros. Dicen que cuando son jóvenes se pueden comer en ensalada, aunque son bastante insípidos, pero aunque fueran un manjar, a mis años sería capaz de dejarlos madurar para volver a disfrutar con su pisotón. Total comer comemos todos los días, pero cacaforros solo se ven cuando los hay. Y para finalizar, siempre procuro no escribir palabras malsonantes, creo que aunque no podamos comunicarnos verbalmente sin ellas, en algunos momentos, o en la escritura, no está mal dejarlas a un lado. Pero ya que he escrito "pedo", esa natural necesidad fisiológica, me viene a la cabeza un antiguo acertijo que decía así:

Infla, desinfla
música, tambor,
se abre, se cierra,
se marcha pa su tierra
y nos deja el mal olor.
¿Qué es?

Otro:
Entre dos piedras feroces, sale un hombre dando voces.
¿Que vuelve a ser?



jueves, 1 de septiembre de 2011

Los días más largos del año.


Si saliéramos a la calle libreta en mano y preguntáramos cual es el día más largo del año, seguro que recibiríamos distintas respuestas. Los observadores, la mayor parte de los encuestados, contestarían sin vacilar que por San Juan, hacia el 21 o el 22 de junio, y de todos, un pequeño grupo añadiría que es el solsticio de verano. Pero si nos encontramos con un astrofísico, seguramente discreparía. Y es que la definición del diccionario de “día” como “tiempo que emplea la tierra en dar una vuelta alrededor de su eje, equivalente a 24 horas”, es inexacta, porque depende del punto que se toma como referencia. Si es el sol, se llamaría día solar, y varía la duración porque la velocidad de la tierra cerca del sol, perihelio, es mayor que cuando la distancia es máxima, afelio. Si la referencia es una estrella lejana, se llamaría día sideral, (del latín sidus, astro), y equivale a 23 horas, 56 minutos y 4 segundos. Las 24 horas de los relojes son del día solar medio, es ficticio, y es el promedio de la duración de todos los días solares del año. Por lo tanto el astrofísico podría argumentar que ya que escogimos como medida el día solar medio, el día mas corto del año es el 15 de septiembre, con 23 horas, 59 minutos y 38 segundos y el más largo el 22 de diciembre, con 24 horas y 30 segundos, los extremos para el citado promedio. Sin embargo, un holgazán diría que esto son tonterías, y que el día más largo es el que le toca trabajar con horas extras. Y para el currante el día más largo seguro que sería el que estando bien de ánimo y de salud, no tuviera nada que hacer. El matemático, reloj en mano, propondría aquel que pasara la anterior noche en vela, y sin dormir siesta, se acostara muy tarde. Para un hambriento, el que no encontrara un cacho pan que llevarse a la boca, y el sediento, lo mismo pero con agua. Para el que ha disfrutado intensamente un fin de semana, el día más largo es el lunes, largo e inaguantable. Para el viajero, el día que emplea en la vuelta al hogar, y así sucesivamente tendríamos mil opiniones. En Ayoó sabemos exactamente cuando son los días más largos del año: son San Bartolo y San Bartolín. Con amplia diferencia; y así está reflejado en el cartel que anuncia las fiestas, cuando a las 24.30 comienza la verbena, o más tarde, porque se suelen retrasar. Si es que San Bartolo es un crack, como dicen los jóvenes. De él también he oído decir que inventó la cama, esa maravillosa e indispensable restauradora, por la necesidad que tenía de tirarse a la bartola. También fue el propietario del primer establecimiento abierto al público para la venta de bebidas alcohólicas, y colocó como reclamo en la fachada de su local un gran letrero con su nombre: BARTOLO. Hoy en los locales que ejercen aquella actividad el letrero es algo distinto, y solo se mantienen sus tres primeras letras: BAR, después se le añade un nombre u otra frase llamativa, como pudimos ver también en el cartel de fiestas en honor a San Bartolo y San Bartolín, con sus más de 24.30 horas, los días más largos del año.