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jueves, 30 de noviembre de 2023

La batalla del agua.

 


Hoy en la Valdería hemos tenido un día desapacible, como dicen los finos; nosotros decimos invernizo: nieblas y lluvias constantes, o día de invierno.

 

Pero hay un buen grupo de gente que se ha desplazado a algunos kilómetros de casa para soportar el agua del cielo, todo el día, y toda la noche, por miedo a perder el agua del subsuelo. Lo de buen grupo no lo digo por grande, que también, sino por gente buena, de todas las edades, y fieles a sus principios. El agua, dicen, no se vende, se defiende. Qué mayor defensa que plantar cara y campamento en medio de ningún sitio, para que los de arriba se enteren que no todo vale, que el límite hay que marcarlo antes de que sea demasiado tarde. Esto, que parece tan alarmista, no es más que el principio de la conservación, si es que aspiramos a dejar algún legado a generaciones futuras.

 

La codicia, esa enfermedad similar a la estupidez, en cuanto que es más peligroso tratar con codiciosos y estúpidos que con malvados, está emponzoñando el tranquilo valle del Éria. Un pozo artesiano, de proporciones considerables, pretende extraer ingentes cantidades de agua para comercializar. El agua de todos, pasaría a ser privada. Y los acuíferos, sin duda, sufrirían las consecuencias. Por si alguien se cree que ese bien natural es inacabable, le sugiero un pequeño viaje a Vidriales, donde se está rozando el nivel crítico, y abrir la llave de un pozo un poco más significa secar media docena, entre ellos las fuentes públicas. Y todo con la venia de las administraciones, esas que machacan con la concienciación del medio ambiente, y a la vez permiten esquilmar los recursos naturales.

 

Menos mal que fue Mahatma Gandhi, sin riesgo a parecer radical, quien dijo que “cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer”. También dejó dicho que “lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. Por tanto, la resistencia no sé si será legal, pero es perfectamente legítima y necesaria.

 

Hoy he hecho una escapada a mi querido valle, sólo para decirles que ni un paso atrás. La España vaciada no es la España dormida, aunque les pese; y aquí están, y estarán, soportando las inclemencias atmosféricas y personales que hagan falta. Una buena lumbre, acompañando a su propio calor humano, son el centro de la resistencia. Esta batalla pacífica, valga la contradicción, nos representa a todos los que nos oponemos a quienes solo les preocupa su ego y bolsillo. Una lucha constante y bien condimentada, como los buenos cocidos; ya queda menos para saborear la victoria.

 

Mis respetos, valderienses; no me puedo sentir más orgulloso de mis paisanos.





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