Hoy en la Valdería
hemos tenido un día desapacible, como dicen los finos; nosotros decimos
invernizo: nieblas y lluvias constantes, o día de invierno.
Pero hay un buen
grupo de gente que se ha desplazado a algunos kilómetros de casa para soportar
el agua del cielo, todo el día, y toda la noche, por miedo a perder el agua del
subsuelo. Lo de buen grupo no lo digo por grande, que también, sino por gente
buena, de todas las edades, y fieles a sus principios. El agua, dicen, no se
vende, se defiende. Qué mayor defensa que plantar cara y campamento en medio de
ningún sitio, para que los de arriba se enteren que no todo vale, que el límite
hay que marcarlo antes de que sea demasiado tarde. Esto, que parece tan alarmista,
no es más que el principio de la conservación, si es que aspiramos a dejar
algún legado a generaciones futuras.
La codicia, esa
enfermedad similar a la estupidez, en cuanto que es más peligroso tratar con
codiciosos y estúpidos que con malvados, está emponzoñando el tranquilo valle
del Éria. Un pozo artesiano, de proporciones considerables, pretende extraer
ingentes cantidades de agua para comercializar. El agua de todos, pasaría a ser
privada. Y los acuíferos, sin duda, sufrirían las consecuencias. Por si alguien
se cree que ese bien natural es inacabable, le sugiero un pequeño viaje a
Vidriales, donde se está rozando el nivel crítico, y abrir la llave de un pozo
un poco más significa secar media docena, entre ellos las fuentes públicas. Y
todo con la venia de las administraciones, esas que machacan con la
concienciación del medio ambiente, y a la vez permiten esquilmar los recursos
naturales.
Menos mal que fue Mahatma
Gandhi, sin riesgo a parecer radical, quien dijo que “cuando una ley es
injusta, lo correcto es desobedecer”. También dejó dicho que “lo más atroz de
las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena”. Por tanto,
la resistencia no sé si será legal, pero es perfectamente legítima y necesaria.
Hoy he hecho una
escapada a mi querido valle, sólo para decirles que ni un paso atrás. La España
vaciada no es la España dormida, aunque les pese; y aquí están, y estarán, soportando
las inclemencias atmosféricas y personales que hagan falta. Una buena lumbre,
acompañando a su propio calor humano, son el centro de la resistencia. Esta
batalla pacífica, valga la contradicción, nos representa a todos los que nos oponemos
a quienes solo les preocupa su ego y bolsillo. Una lucha constante y bien
condimentada, como los buenos cocidos; ya queda menos para saborear la
victoria.
Mis respetos, valderienses; no me puedo sentir más orgulloso de mis paisanos.
Amigosdelaguadelvalledeleria@gmail.com
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