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lunes, 27 de diciembre de 2021

El Belén: en la variedad...

 


Creo que una de las obras de arte más cuestionadas es innata a la Navidad: los belenes. Y no porque se opine sobre las formas (es normal expresar los gustos), sino porque hay mucha gente empeñada en juzgar el fondo: la verdadera escena del nacimiento de Jesús.

 

¿Pero qué sabemos de ese suceso histórico? Prácticamente nada. Apenas que José y su esposa María en avanzado embarazo hicieron un viaje a Belén para empadronarse. Una vez allí, no encuentran posada digna, se produce el parto y acuestan al recién nacido en un “pesebre”. Otro texto dice que luego aparecen unos sabios o magos que han seguido una estrella y regalan al niño unos presentes muy valiosos en aquella época. Los evangelistas Lucas y Mateo nos han legado así de pobre el relato del nacimiento del personaje más importante de los últimos dos milenios, al contrario que su muerte, profusamente detallada.

 

Esto no quiere decir que entonces no podamos representar una escena en la que no pueden faltar tres personajes: un varón, una mujer y un niño de muy corta edad. Y la primera y principal razón es porque simplemente es arte popular, y nos gusta. A muchos nos gusta construir belenes y a muchos más verlos; porque precisamente, y ya lo dice el refrán, en la variedad está el gusto. Las figuritas de algunas representaciones pueden ser idénticas, o no; pero desde luego cada escena es única, y ahí es donde entra la imaginación y los recursos del artista… y por supuesto la crítica de los “realistas”.

 

Sin embargo, a nadie se le ocurre criticar una maqueta en la que se recrea el modelismo ferroviario, con sus vías y trenes a escala, dotados de movimiento, luces y otros efectos, en una escena natural imaginada; una afición que además cuenta con muchísimos seguidores, y que me parece una analogía perfecta al modelismo belenista.

 

Para mí un belén es un lienzo en blanco, y todo lo demás la paleta de pintura. Si en el lienzo no puede faltar la pintura, en el Belén tiene que haber representado un recién nacido con sus padres. No tiene por qué haber escena, ni un modelo a seguir. De hecho, se considera que una de las primeras representaciones del nacimiento de Jesús está en la Capilla Greca de las catacumbas de Santa Priscila, en Roma; es pintura y ni siquiera aparece San José.

(1)


Tras otros casos de representaciones de nacimientos, no es hasta 1223 cuando comienza el belenismo, de la mano de San Francisco de Asís (Giovanni di Prieto Brenardone, 1182-1226) en una cueva de Greccio, un pueblo italiano. Este fundador de la orden franciscana, de las Hermanas Clarisas y de la Orden Seglar, pidió ayuda a un lugareño llamado también Giovanni para recrear una idea: “Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”. En cierto modo el primer belenista fue el lugareño Giovanni, quien manos a la obra construyó la escena siguiendo las directrices de San Francisco, introduciendo figuras y objetos que podían o no haber estado en el Belén primigenio, como es el caso del heno, el buey y el asno. El 25 de diciembre de aquel año, numerosos visitantes quedaron maravillados por ese primer belén, y espontáneamente un sacerdote decidió celebrar una misa, creando un vínculo inseparable entre la Eucaristía y esas representaciones del nacimiento del Hijo de Dios.

 

Esos nacimientos suelen llenar rincones en muchos hogares, en templos, o en salas de exposiciones, siempre según el ingenio de los artistas. Porque sí, cada belén es arte, arte popular, y los temas pueden ser tan variados que se da el caso de auténticas ofensas a la dignidad de los hechos, por rebuscar los elementos que cosifican y degradan los personajes históricos de una hermosa tradición dirigida a todos los públicos, también y en especial a los niños.

 

Una Navidad más, he colaborado en la construcción de dos belenes: el del Santuario de Nuestra Señora del Campo, junto con la Asociación Cultural Son de Los Valles (2), y el de la Iglesia Parroquial de Ayoó de Vidriales, con la ayuda de Matías. Dos versiones totalmente distintas del nacimiento, y ambas perfectamente válidas, sirviendo como ejemplo al debate del realismo que acabo de exponer.

 

El belén del Santuario partió de la idea de hacer una mezcla de tradición religiosa, exposición de indumentaria típica de nuestro valle, y una muestra de aperos y herramientas que se guardaron hasta hace apenas medio siglo en un lugar de las casas vidrialesas que da a la calle, llamado comúnmente “portal”. El primer y tercer punto lo creo conocer, no así el tema de los trajes, para el cual hemos contado con las expertas manos del grupo Son de los Valles, que abarcan el extenso mundo del folklore, y que luego complementarían con una gala de villancicos populares zamoranos.

 

Este belén consta de un “portal”, una composición más o menos artística que imita a la cueva de Greccio, que Giovanni - no me cabe duda - adornó con lo que tenía a mano para que pareciese un establo, el edificio donde se recogen las pocas pertenencias de los aldeanos más humildes, inevitablemente agricultores y ganaderos. Rescatados de la misma humildad son todos y cada uno de los enseres expuestos, restos de otros tiempos que engulló la revolución industrial del último medio siglo en la comarca vidrialesa.

 

Unos maniquíes han servido de percha a los originales atuendos que todavía se guardan en viejas arcas, en una colocación belenística: el encuentro de la Sagrada Familia con las primeras gentes que se acercaron al portal a conocer al Niño Dios.

 

Esa es mi visión, pero me parece imprescindible aportar la de Ángel María, miembro fundador de Son de Los Valles, principalmente sobre la indumentaria expuesta, porque me parece francamente muy interesante, y prácticamente imposible de simplificar:


"La Virgen presenta un conjunto de gala, cual novia engalanada con las mejores ropas guardadas con primor en el arca de la casa para la boda. Calza zapatos de tafilete, calados y de hechura antigua con medias de algodón blancas indicándonos su estado social. El rodao negro, de paño fino, con mandil de terciopelo y chambra, donde destacan los agremanes de abalorios y lentejuelas, que a su vez aportan elegancia y enriquecimiento en el conjunto. Al talle, mantón de Manila con escenas chinescas y sobrepañuelo de seda para evitar el roce y el sudor del mantón. A la cabeza, pañuelo de cuadros de seda con cerras y mantilla de paño y seda negra también con abalorios de azabache. Los pendientes de calabaza realizados en plata dorada junto a una rica collarada de corales, cuentas vítreas, medallas y relicarios de diversas devociones hacen que el conjunto resulte de especial importancia.



El Niño se muestra con la indumentaria infantil que con esmero se confeccionaba en casa para vestir a los recién nacidos. Como prenda característica destacamos la mantilla de acristianar o envuelta de paño fino con diferentes adornos con la que se rodea el cuerpo de la criatura y el fajero con el que se ciñe la cintura. La chambra sirve para cubrir el torso y los brazos sobre la cual se coloca el babero. En la cabeza destaca por su colorido el gorrito engalanado con puntillas, pasamanerías y galones, haciendo que la atención sobre el recién nacido recaiga en las diversas prendas para así evitar los alunamientos y supersticiones tan frecuentes. Sobre la cintura destacada el cinturón de dijes y amuletos para la protección del bebé, tales como cascabeles, caracolas, medallas, ramas de coral, evangelios e higas de azabache. Todas las protecciones eran siempre pocas para una criatura indefensa.



San José se nos presenta como buen mozo con traje de gala compuesto de zapatos de oreja, media blanca de algodón, ataqueras o bragas de paño fino con botonadura de plata y cintas de seda a modo de ligas. La camisa de cabezón, de lino con ricos bordados en el cuello y puños, armador de escote de ventana con doble botonadura de moneda y faja de color aportan vistosidad al conjunto, el cual se completa con la capa de estameña parda, de las denominadas de “ala de murciélago”, tan propias y exclusivas de Los Valles de Benavente. A la cabeza, sombrero de paño con cinta de seda anudada al lateral, distintivo predominante de la zona, con algún pequeño adorno obsequio de alguna moza.



El Ángel luce la indumentaria propia de los danzantes de la comarca, quienes representaban a los ángeles en las danzas que interpretaban principalmente en la procesión del Corpus Christi o en otras celebraciones destacadas. Viste zapatillas adornadas con escarapelas de color y media blanca calada de “ochos”, ligas de seda con borlas, enagua y camisa blancas. A modo de alas lleva cintas y escarapelas de seda sobre los hombros, los brazos y el torso. Va tocado con un pañuelo merino anudado a modo de corona. La vestimenta del danzante se complementa con escapularios de diversas devociones populares sobre el pecho, pañuelos de tiber” a la cintura y unas pequeñas castañuelas o “pitos” en las manos.

Las mozas que se dirigen al portal visten conjuntos vistosos por su colorido y composición.


* Moza de amarillo: luce traje de gala antiguo con rodao amarillo de estameña con labores de picao, mandil de estameña con bordados en lanas, faltriquera de tela de pescadero con picaos, camisa de lino bordada, jubón de paño con bordados en las bocamangas y mantón de cadeneta. A la cabeza un pañuelo de algodón estampado denominado de palma. En cuanto al calzado se aprecia el zapato de oreja y las medias coloradas. Porta en sus manos una cinta de seda como ofrenda, al igual que diversos exvotos de cera, que eran ofrecidos a las imágenes de mayor devoción por favores recibidos o curaciones de partes del cuerpo. Luce pendientes de arracada, gran cruz de Caravaca, collarada de corales y diferentes medallas.



* Moza de verde: viste traje antiguo de gala con rodao verde de estameña con labores de picado y aplicaciones donde destaca el colorido, mandil azul de satén, justillo de paño y camisa de lino. Al torso lleva mantón de mil colores. Zapato cerrado de piel y medias azules. A la cabeza, pañuelo de lana con cerras, denominado “de tiber”. Luce joyería con varias vueltas de coral y medallas de plata, patena de “corazón de novia” además de cuentas de pasta vítrea denominadas “cuentas romanas” y pendientes de polca. Sostiene un bebé ataviado con mantilla y gorrito de acristianar, así como un dijero de amuletos.



*Moza de azul: lleva traje dominguero con rodao azul de estameña con tachón de terciopelo, mandil de lanilla bordado con lanas, camisa de lino, jubona de estameña y mantón de algodón denominado “de sandía”. Zapato de piel con medias de lana y pañuelo de cabeza denominado “de palma”. Se completa el conjunto con pendientes de arracada, collar de vueltas de cristal y corales.

A estas letras solo puedo apuntar que en el momento de hacer las fotos no había joyería, porque se retira al final de cada evento religioso.



El belén expuesto en la Iglesia Parroquial de Ayoó, en cambio, muestra el estilo más extendido: un paisaje más o menos adornado, tradicionalmente ligado al musgo, en el que se muestran usos y costumbres intemporales. En un lugar privilegiado destaca un espacio recogido donde la Sagrada Familia parece ocultarse o abrigarse de las inclemencias humanas o atmosféricas. Este año, hemos querido resaltar el colorido neutro, la sequedad, en señal de duelo por los crudos tiempos que atravesamos.





En todos los belenes, dentro de la variedad, siempre destaca la misma esencia: el aporte extra de ilusión y ternura. Hay muy pocos rostros que no se iluminan, aunque sólo sea mínimamente, al encontrarse con un nacimiento, por humilde que sea. Al menos los de la gente de buen corazón. Para todos ellos, el deseo de las tres “efes”: felices y familiares fiestas, y que el viejo año que concluye haya sido menos propicio que el nuevo que ya pugna por comenzar.

 

Feliz y auténtica Navidad.

 

Referencias:

1-   elcorreoweb.es/aladar/cuando-surge-la-tradicion-de-montar-el-belen-BE7035715

2-   https://www.facebook.com/SondeLosValles

 


lunes, 19 de julio de 2021

El toro de Ayoó.

 

(1)

A la península Ibérica se la suele relacionar con una piel de toro. Es una comparativa curiosa, escrita por quien conocía la piel extendida de ese animal, pero que nunca pateó la península, simplemente la dibujó en un mapa de oídas. Estrabón, en los 17 libros de su obra Geografía, describió el mundo conocido a principios de era. Dedicó su libro tercero a Hispania, que abarcaba toda la península, y quizás para que de forma verbal todos imaginasen la superficie de aquella lejana provincia romana, y por lo que le contaron, añadió esta semejanza: “Iberia se asemeja a una piel de buey extendida a lo largo de Oeste a Este, con los miembros delanteros en dirección al Este, y a lo ancho de Norte a Sur” (III 1 3)”. Por otras dos veces, esta vez en el segundo tomo, repitió su analogía: “...en cuanto a la forma es suficiente con representarla con alguna de las figuras geométricas (...) Iberia mediante una piel de toro...” (II 1 30)
“Por países el primero de todos desde Occidente es Iberia, semejante a una piel de buey cuyo cuello se prolongaría en la vecina Céltica...” (II 5 27)

 

No entiendo nada de pieles, pero me parece bastante rara la comparación; a no ser que haya que leer entre líneas: los conquistadores romanos que le relataron a Estrabón términos y características peninsulares fueron conscientes del culto de sus indígenas al toro, como símbolo de fuerza, temperamento y virilidad, entre otras muchas de las peculiaridades que le vincularon. En la meseta noroccidental, a mayores, encontraron cientos de tallas en piedra de toros (a la par de jabalíes y cerdos), hoy llamados verracos, únicos en el mundo celta.

 

Los toros de piedra son propios de los vetones, aunque aparecen también fuera de sus fronteras; éste es el caso del toro de la plaza de San Vitero, sito al lado de su Iglesia, compartiendo espacio con un miliario. El toro no sabemos si se esculpió y expuso en el mismo pueblo o en su inmediatez; el miliario dicen los estudiosos que no, ya que por aquí no pasa ninguna calzada. Pero lo que podemos asegurar es que muchos kilómetros de distancia no recorrieron ambas figuras milenarias para terminar en esta plaza, por tanto, los daremos por originarios de Aliste.



A la par de estas figuras pétreas, los toros también aparecen en fíbulas o en cerámicas prerromanas, detalles que Estrabón no pasó por alto para su comparación; Hispania, tierra de toros (o de conejos, según otra versión). Por cierto, nada que ver con la lidia de toros, o los toros de lidia, invento genético posterior. Nos referimos al toro, macho bóvido autóctono, empleado en la reproducción de las vacas de forma natural hasta no hace tanto tiempo, y conocida su peligrosidad con varios casos de accidentes recordados por nuestros mayores. El temperamento del toro sólo fue apaciguado mediante la castración para aprovechamiento de su increíble fuerza en el tiro, costumbre totalmente perdida, como se han extinguido casi por completo estos nobles animales, los bueyes amaestrados.

 

Reminiscencias del culto al toro ha traspasado milenios y son recordadas y rescatadas de las memorias porque fueron imprescindibles en un día aceptado como tolerante y permisivo: carnaval. En varios lugares continúa esta exhibición de un toro ficticio; por nombrar sólo a algunos, Morales de Valverde, Alcoba de la Ribera, o Velilla de la Reina y sus antruejos. El tema se ha estudiado y documentado a conciencia, con declaraciones de Bien de Interés Turístico. Básicamente es un bastidor de madera portado por un mozo, y cubierto por una sábana o un paño similar. En la parte frontal sobresalen y destacan un par de cuernos de toro, en una posición natural. Esta figura con sus carreras provoca un corro, y tienta a perseguir o atacar.

 

Los cincuentañeros de Ayoó y sus anteriores recuerdan ese mismo “toro”, con algunas leves correcciones: el bastidor se reducía a un simple palo de aproximadamente metro y medio en el que iba clavado al extremo superior y haciendo cruz otro en el que iban insertados dos cuernos de toro. El encargado de sacarlo, un corpulento mozo, lo aseguraba a su espalda y se cubría con un mantón grande. Al agacharse para encornar levantaba “el rabo”, momento que era aprovechado para seguir la broma contrarrestando el “animal”. Las víctimas eran preferiblemente mozas, y no siempre la broma acabó bien.

 

Por aclarar conciencias, aquello de dirigirse el “toro” hacia las mozas en Ayoó, e incluso simular propasarse, no es más que el rescoldo de un ancestral ritual pagano de fertilidad, repetido en los sitios mencionados, donde algunas veces interviene una segunda figura, que levanta a la moza para pasarla sobre el astado.

 

Otra vez, y yo encantado, un nuevo objeto termina en mis manos y es pie para este artículo: es el palo que hacía cruz con los cuernos insertados, la parte principal del “toro” de Ayoó, el último que se sacó. La primera impresión es que esta parte se separó por la fuerza de la vara principal; se deduce por las puntas de unión semi dobladas. El principal problema es la cantidad de carcoma que horada por completo la madera que une los cuernos; una inmediata aplicación de un insecticida acaricida y un envoltorio de plástico espero que contrarresten la actividad de las carcomas, aunque posiblemente haya que sustituir la pieza. El siguiente paso será añadirle la parte perdida, para recuperar esta figura que se movía entre el ritual y la diversión.








Esta reliquia la guardaba Guillermo entre sus trastos; con, por qué no, cierta melancolía. Hay varias razones para ello: él tuvo un toro durante algún tiempo para “cubrir” las vacas del pueblo, tarea que más tarde traspasara a Juanito, el de la parada. Él, siendo mozo, sacó varias veces el “toro” y conoce el procedimiento y complot con otros mozos para “asaltar” a las mozas, así que es un grato recuerdo. Y por último, él siempre fue alegre y festivo, con su caja y al lado de “Benino” (Benigno) y su dulzaina, que amenizaron fiestas, bodas, y cualquier acontecimiento donde cupiera la música y la diversión. Guillermo, siempre tan auténtico.

 

El “toro” era sacado el martes de carnaval, la jornada anterior a la Cuaresma, el día del “entruejo”. Precisamente entruejo deriva de entroido, o entrada (a la cuaresma). Una fiesta en toda regla en la que había de todo. A primera hora de la mañana, la campana mayor con un ritmo pausado llamaba a la “yera”, unos trabajos en beneficio de la comunidad que se alargaban hasta la hora de comer. Por la tarde, la gente llenaba la plaza y las calles, porque salía el “toro”. Era un entruejo sin máscaras ni disfraces, sólo el “toro”. Los mozos y las mozas eran los protagonistas de carreras y encuentros, de innata picardía. Luego, en el bar del pueblo se hacía el reparto de escabeche y vino. Y, por último, la caja y la dulzaina amenizaban un animado baile hasta pasado el sol puesto. Nunca un solo día dio para tanto.

 

Cuanto ha llovido, o cuanto ha dejado de llover, para perder aquellos días mágicos. No es otra tradición perdida, es que ya casi no quedan. Estaría bien sacarlo, aunque sólo fuera una última vez, rememorando todas las anteriores.

Se busca voluntario.

 



1-   https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwrePdaNpdY5gi2QvSHjQSMywhGiqXqAEmVsGvN_F4sfGpFF3riUrOQxnzqmoRaO2kPki6aEArw1s3x4UPoXjEzxwZGEVbJWTAfRieFMF2-A8XvCrrWhS1uxq3-EJeixPwL6SeFEvtYw/s1600-h/iberiaestrabon.bmp

 Referencias:

http://mipieldetoro.blogspot.com/2008/01/piel-de-toro.html

https://antruejosreinodeleon.es/






jueves, 6 de mayo de 2021

El silo.

Plaza Silos, Villageriz de Vidriales.

La Plaza Mayor de Villageriz es conocida también como Plaza Silos, como reza el correspondiente cartel en la fachada del edificio del Ayuntamiento, sito en dicho lugar. Por curiosidad, he preguntado por el origen de la palabra “silos”, y me han contado que viene de la cantidad de silos que habría en el barrio, “unos agujeros en el suelo para esconder cosas”. En ese momento pensé en que quizás se estuviese llamando al “agujero” con el nombre equivocado; al fin y al cabo, un agujero no es precisamente el concepto general que tenía de un silo, un lugar seco donde se guarda grano, pienso compuesto o forraje.

 

Esta acepción de silo ha invitado a una investigación sobre silos, graneros y paneras del valle Vidriales y su capitalidad, Benavente. Y así partimos de los años 40, cuando se produce una intervención estatal en política agraria frente a políticas liberales, creándose la Red Nacional de Silos y Graneros, con más de 277 graneros y 672 silos creados entre 1940 y 1984 para la regulación del mercado, el aseguramiento del abastecimiento al final de cada campaña, además de hacer una selección para mejora del rendimiento; todo bajo el lema “Ni un español sin pan”.

 

En Benavente había dos silos, uno en la plaza de Santa Clara, ya destruido, con una capacidad de 2370 toneladas, levantado en 1955. Era del tipo B, destinado únicamente a recepción, con la torre del elevador en una esquina y más alta que el resto del edificio. Queda el otro en pie en Los Salados, edificado en 1971. Es del tipo E, con dos elevadores. Tiene capacidad para 4700 toneladas, y ha sido subastado por cuarta vez por el Ministerio de agricultura, Pesca y Alimentación, sin haber aparecido comprador a día de hoy.

Silo de la plaza Santa Clara , Benavente (1)

Silo en Los Salados, Benavente.

En Santibáñez de Vidriales hay un antiguo silo, en forma de edificio con departamentos internos para almacenaje de cereal. Se inauguró en 1957, y está catalogado como granero para una capacidad de 400 toneladas. Es del tipo G, construido en piedra y ladrillo con el tejado a dos aguas, destinado fundamentalmente a la recepción de grano y en la actualidad a almacén municipal.


Granero de Santibáñez de Vidriales.

Anteriores a estos silos y graneros ya se almacenaba sobre todo el trigo en los pósitos o paneras, unos edificios-almacenes creados para “el surtimiento de pan cocido en tiempos de escasez, el fomento de la agricultura por medio de auxilios oportunos a los trabajadores, y la conservación y aumento de la población”. Esto anterior a 1584, año en el que se regularizó con la Ley Pragmática del 15 de mayo, firmada por el entonces Rey Felipe II. El 30 de enero de 1608 Felipe III corroboró y mejoró dicha Orden mandando que “provean lo necesario para que los pósitos del Reyno se conserven y aumenten...”. Fernando VI, el 16 de marzo de 1751, crea la figura del “Superintendente General de todos los Pósitos del Reyno”, que debido a muchísimas irregularidades fue suspendida el 2 de mayo de 1790 por Felipe IV, que une la gestión de los Pósitos a la de Correos, Caminos y Rentas de la Real Hacienda bajo el mejor control de un sólo director. En 1792, el 2 de julio, se hace de obligado cumplimiento un reglamento con 63 capítulos. A partir de entonces, el pueblo administraría los pósitos por medio de una junta, compuesta por el alcalde del ayuntamiento, un presidente electo y un mayordomo. Para la seguridad del dinero, libros de contabilidad y demás documentos se guardarían en un arca con tres llaves, quedando cada cargo con una y siendo necesarios los tres para abrirla y hacer cambios. Las cuentas las llevaría un escribano que no trabajara para el ayuntamiento, y en caso de no estar ninguno disponible se nombraría un “Fiel de Fechos”, como un secretario actual. El cereal se custodiaría en edificios destinados a dicho fin, con cerraduras de tres llaves, también repartidas entre los tres cargos. El grano prestado debería ser devuelto con “creces”, un tanto más por fanega, que de media en el año de redacción del reglamento era de medio celemín. Los pósitos también podían prestar dinero a los agricultores necesitados, que podían reintegrarlo o devolver su valor en especie, al precio de cosecha.

 

En el Valle de Vidriales hay al menos dos de estas paneras conocidas, una en Cunquilla y otra en Carracedo; ambas han pasado a propiedad particular. Llama la atención que son construcciones aisladas, por una sencilla razón: los ratones son difíciles de erradicar en muros contiguos, pero la calle les resulta un obstáculo poco menos que infranqueable; el bullicio humano y los perros y gatos, que deambulan precisamente cuando sus amos dejan de hacerlo, son para ellos trampas mortales. Otros edificios similares, como pósitos y graneros (quizás todos sean lo mismo, y no cambie más que el nombre) han sido modificados y resulta complicada su identificación. En Carracedo, por ejemplo, lo que parece el edificio más antiguo del pueblo es en realidad una pequeña nave reformada que cumple con las características expuestas. De hecho, he consultado a algunos vecinos de mayor edad y todavía oyeron hablar a sus padres de cierta cosecha de uvas que se guardó allí, dato que confirma dos cosas; se utilizaba colectivamente y servía de almacén. Por tanto, es más que probable que también sirviera de pósito, además ancestral, mostrando signos de cómo era antes de la última reforma: dónde estaba su tejado con la inclinación adecuada para una cubierta de urz.


Panera Cunquilla de Vidriales.

Panera Carracedo de Vidriales.

Ayoó también tuvo su pósito, como cuenta el diccionario estadístico de Sebastián de Milano y Bedoya escrito en 1826. Describe nuestro pueblo en la provincia de León, con 269 habitantes en casas cubiertas de urces, y entre ellas un pósito. Aunque tenemos una zona conocida como “la Lóndiga” (alhóndiga, sinónimo de pósito) es difícil identificar actualmente ese edificio en dicho lugar, y en cualquier otro. Sin embargo, las brillantes memorias de nuestras personas mayores todavía recuerdan movimiento de sacos de sacos de cereal en lo que hoy es el bar, el bajo del antiguo ayuntamiento. Un edificio “que sirve para la municipalidad”, según reconoce Pascual Madoz en 1846, después de la reordenación del territorio por el cual Ayoó pasa a pertenecer a la provincia de Zamora.



 

Y hablando de silos, nos quedan por mencionar los metálicos imprescindibles que alimentan las numerosas granjas del valle. Pero ninguno de estos silos, paneras o pósitos tienen que ver con un agujero en el suelo. Una consulta a la Wikipedia nos saca de dudas. Silo: (del griego σιρός - siros, "hoyo o agujero para conservar grano"). Así pues, aquellos agujeros de Villageriz que dieron nombre a su Plaza Mayor tenían el nombre correcto.

 

Conocía la existencia de estos agujeros de oídas, aunque nunca había visto ninguno. Sabía de su uso, de sus ventajas, de su historia, de su uso picaresco… o realmente necesario; pero al quedar obsoletos casi todos fueron rellenados, desaparecidos.

 

Ha querido el destino aclarar por completo cómo eran aquellos silos, pero no en Villageriz, sino en su pueblo vecino, Fuente Encalada. Una reciente reforma en una planta baja venía con sorpresa: al retirar la capa superficial de tierra para un nuevo solado ha aparecido en el centro del local una forma circular en la que la tierra seguía removida conforme aumentaba la profundidad, no como el resto, que era de arcilla virgen. El dueño, Santiago “el perdido”, nada sabía de que allí hubiera nada, aquel cuarto siempre lo conoció como el dormitorio de los abuelos. Estudiado el caso, se hizo necesario excavar por descubrir qué se esconde bajo el suelo, y si fuera necesario, tomar medidas para evitar posibles repises. Terminada la tarea de retirar la tierra removida, se descubrió uno de esos agujeros, un silo auténtico.



Por lo que parece es de pequeño tamaño. Es cilíndrico, con la forma interior que tienen los barriles o toneles de madera, con mayor capacidad a media altura. La profundidad es de 1,65 metros, con un metro de diámetro en su parte más ancha, y 0,70 metros en la “boca”. A 0,90 metros de la base hay dos muescas opuestas; claramente para encajar un palo que hacía las veces de peldaño para ayudarse en el descenso.

 

El hallazgo plantea una incógnita: se debería rellenar con materiales más consistentes que la tierra (canto rodado, hormigón de limpieza, grava…) para solar encima sin riesgo de hundimiento… o quizás se debiera conservar como curiosidad y como una parte más de la vieja casa. Mi buen cliente y mejor amigo tomó (para mí) la decisión más correcta: habría que hacer lo posible para dejar el silo no sólo intacto, sino también accesible y presentable.

 

El resultado no puede ser más agradecido, incluso un punto de luz en su interior añade a la estancia, dedicada a cuarto de estar, una iluminación indirecta, ideal para ver la tele. Por supuesto que un cristal laminado protege de caídas a su interior. Y lo mejor, se ha conservado un monumento a la escasez, a los años del hambre, pero también a lo ecológico, económico y sostenible, tan de moda en nuestros días.

 





Cuando vuelva a pisar la plaza Silos de Villageriz, la veré con otros ojos.


viernes, 9 de abril de 2021

En el nombre del Valle.

 



Queremos manifestar,

hoy y aquí, en Vidriales,

algo que nos preocupa;

oídnos, si os place.

Serán sones y versos,

denuncia, aunque sea tarde;

porque algo se nos muere:

que nada nos lo calle.

Desde las espadañas

nuestras campanas tañen

porque llaman vaciada

la España de esta parte.

Vaciada está de gente,

se han ido más que nacen;

desborda el cementerio,

adelgaza la calle.

Cada casa vacía,

una puerta no se abre,

un tejado que se hunde

nadie hay que lo repare.

Pero no por ser pocos

- vaya esto por delante -

nos priven de derechos

que son fundamentales:

continuar nuestras fiestas

(costumbres ancestrales),

aprovechamiento de

recursos naturales;

ser autosuficientes

(como hicieran los de antes),

facilitar asiento

a negocios rurales,

nuevas tecnologías,

que son fundamentales,

consultorios cercanos

para no desplazarse,

y menos burocracia,

por tanto daño que hace.

Es hora de alzar la voz,

son momentos cruciales;

no es por un trato especial,

solo es… por ser iguales.

-------------------

 (P.D.)

Soy de pueblo, (a mucha honra)

,y aquí quiero quedarme;

por mí y mis compañeros…

EN EL NOMBRE DEL VALLE.

-ETJ-


Para mejor definición:
Campaneros de Vidriales:

Pedro (Villageriz), Pili (Rosinos), Maripaz (Santibáñez) Joaquín (Ayoó)