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sábado, 17 de diciembre de 2022

La fibra y el fraude.


Me encantan los refranes. Son la sabiduría popular hecha frases cortas, claras y concisas. Hay miles, válidos tanto para nuevo, como para roto o descosido.

 

Hoy, con perdón, quiero aplicar un refrán de origen sexual, muy recurrido también en el campo político; donde persigue el mismo objetivo de acceder mediante engaño a donde no se llegaría de otra forma:

 

“Prometo hasta que (la) meto, y una vez metido, se acabó lo prometido”

 

Este refrán viene a cuento tras mi experiencia con la fibra (y no es cuento), esa maravilla de pelillos transparentes que como por arte de magia transmiten mejor los datos que por otro sistema conocido. Pues eso, que inexplicablemente el servicio ha llegado a nuestros pueblos, cada vez mas envejecidos, abandonados, olvidados, aislados… pero que pueden estar superconectados virtualmente con el mundo mundial. Vamos, que se quema una casa, o se pone alguien enfermo y el aviso llega en nanosegundos, aunque el remedio tardará una hora; eso sí, mientras tanto podremos distraernos, comprar, leer, o mil cosas a velocidad ultrarrápida. La casa se quema, el enfermo se muere, pero la velocidad en una pasada. ¿Os acordáis del otro refrán que decía “la cura va bien, pero el ojo lo pierde”? Pues eso.

 

Sinceramente tengo que reconocer que en Ayoó de Vidriales tenemos un más que aceptable servicio de telefonía de Movistar y sus filiales, amén de acceso a internet. No ocurre lo mismo con otras compañías, que “sólo” están a oscuras; dicho de otro modo, la calidad no es buena ni mala, es nula. Los profesionales o turistas que vengan con estas compañías se las ven y se las desean para usar su móvil en el pueblo.

 

Pero llegó la fibra. Prometieron velocidades de vértigo, calidades sólo soñadas, y “metieron”. Primero por los caminos de concentración, y lo digo sin rodeos, no como los que han dado para llegar a Ayoó, a 200 metros del pueblo hacer un bucle hacia atrás por otro camino, llegar a Congosta y desde allí bajar a Carracedo. ¿Les regalan los cables? ¿No será que pasan la factura por kilómetros enterrados? Después metieron en nuestras casas, y cambiamos sin probar…

 

Yo fui el primero del pueblo en contratar la fibra. Por la sencilla razón que pienso que hay ya demasiada radiofrecuencia en el aire. Puede que sea inocua, o tal vez no. Tantas radios, televisiones, móviles, “guifis”… se pisan y necesitan filtros; la señal luminosa me parece menos dañina. Y hay que estar al día, ¿no? Aunque el efecto estético de tanto cable por nuestras fachadas me parece tercermundista. Al menos, me consuela saber que en caso de terremoto, como todas las casas están amarradas unas a otras, o cae todo el pueblo a la vez o no habrá daños estructurales.

 

Al principio… bien. Al mes, en mi caso a ratos no cargaban los mensajes de WhatsApp. O sea, que una vez metido, se acabó lo prometido. Cuatro veces ha venido el técnico a mi casa, a revisar y poner a punto lo que nunca ha fallado. (No tengo más que palabras de halago para los dos instaladores, unos currantes. Gracias) Escribo sus propias palabras: esto está bien, el fallo está “allá”. La medición de velocidad no llega a 100 mbs. Ojo, la promesa eran 800 mbs.

 

Un informático, después de la gestión de otra profesional como la copa de un pino, se puso en contacto conmigo. Me pidió monitorizar mi ordenador por control remoto, y por supuesto accedí. Entonces comenzaron a aparecer fallos: mi cable estaba “capado” a 100 mbs. Mi ordenador estaba peor, totalmente “petado”, y con una tarjeta de red para cambiar, ya que no pasa de 100 mbs. ¿Cómo iba a tener velocidades por encima de 100 mbs.?

Son razones que convencen. Y el tío más ancho que un tren “atravesao”. Pero no me pudo explicar cómo mi cable capado, mi ordenador petado y mi tarjeta de red para cambiar, en Santibáñez de Vidriales, con otras compañías, me da entre 500 y 700 de velocidad. Al igual que en San Pedro de la Viña. O Fuente Encalada. El mismo ordenador y el mismo cable, con la misma batería. Por cierto, el cable que uso es el que viene de serie con el rúter, el que debería ir a máxima velocidad, adaptado al equipo que instalan con la fibra. La explicación que encuentro a este enigma es que en Santibáñez medí en el bar Latino, en San Pedro en el bar Síntesis, y en Fuente Encalada en el bar municipal; y claro, ahí todos, incluido mi ordenador, vamos a otra velocidad. Si es que el bar nos cambia la vida.

  


Bar Latino. Santibáñez de Vidriales. MasMóvil.


Bar Síntesis. San Pedro de la Viña. Movistar.

 

Bar Municipal. Fuente Encalada. Adamo.

Este martes, cansado y aburrido, llamé a atención al cliente y en vista que sigo con el problema, les di un ultimátum: el viernes a la noche si seguía igual desconectaría sus aparatos, porque la luz la pago yo, y publicaría este artículo de denuncia. Y aquí estoy.


Que la fibra es genial no hay duda, pero la gestión de la empresa que ha instalado Ayoó es muy deficiente. No sólo en mi casa, en otras 3 sé que pasa lo mismo. Por cierto, iba a decir que el nombre de la empresa es Fibritel, pero no lo digo, no vaya a ser que encima les haga publicidad. Diré FRAUDITEL, y así quien quiera entender que entienda.

 

P. D.- En Villageriz, en casa de un amigo, mi ordenador “petao” con su tarjeta de red para cambiar y el cable “capao” ha medido 888.79 mbs de bajada, por encima de lo contratado (800 mbs), y la compañía es Frauditel, los mismos que me dicen que mi ordenador jamás podrá medir más de 100 mbs.


Fibritel en Villageriz.

P. D. 2- Por cierto, si alguien tiene la dirección o el correo de Cuarto Milenio que les escriba, para que vengan a estudiar el comportamiento de mi ordenador “petao” y mi cable “capao”, y cómo puede medir lo imposible. Es que la velocidad de mi conexión no me lo permite. Acordaros que no puedo pasar de 100 mbs. Paradojas de la tecnología.

 

P. D. 3- Por supuesto que el objetivo de este artículo no es hacer daño a una empresa a la que los clientes les importamos una mierda; pero es que me veo en la obligación de informar a mis vecinos de mis problemas, para intentar evitárselos. El año que viene ya buscaremos compañías más serias que no prometan y que metan. Como debe ser.



domingo, 24 de julio de 2022

Maldito seas, pirómano.

 


Humo que viene de lejos,

que alguien nos diga dónde es:

el fuego avanza en el monte

verde que ves y ya no ves.

 

De horror se visten los rostros,

lágrimas que erizan la piel;

la nada viene de pronto

con nada nos paga después

 

El fuego rodea el pueblo,

dicen: “poco se puede hacer”,

coje tus cosas y vete;

hay veces que es mejor no ver.

 

Ya son bastantes los rayos

y los descuidos que atender,

para que tú, mala bestia,

quemes más sin desfallecer.

 

Maldito seas por siempre,

monstruo que le gusta prender,

baboso que deja un rastro

de a saber que negro interés.

 

Pirómano cobarde, que el

legado que te vio nacer

lo has reducido a cenizas;

es lo que debes merecer.

 

 

A ti, solo te deseo,

si en el fuego sientes placer,

tropieces, y en tu última obra

nadie te pueda socorrer.

 

----------ETJ----------


lunes, 27 de junio de 2022

La decadencia medioambiental y sus consecuencias.


El monte arde.

De forma inmisericorde.

Odiosamente imparable, mortalmente desolador.

 

En las más antiguas y brillantes memorias nunca jamás se recuerdan incendios tan extensos y agresivos. Más de 30.000 hectáreas en la vecina Sierra de la Culebra en un “visto y no visto”. Pueblos enteros rodeados por las llamas ante la impotencia, la rabia y el miedo a perderlo todo. Qué barbaridad.

Quizás vaya siendo hora de preguntarnos qué está pasando, las causas y condiciones de estos terribles acontecimientos, para ver si se puede actuar razonablemente, y revertir o al menos minimizar a coste aceptable este problema que con los años se acentúa y exagera.

Y la primera conclusión indica que es una cuestión de tiempo, una decadencia. De apenas cinco décadas a esta parte el monte está irreconocible, tanto en las formas como en el fondo. Desde entonces al monte lo persigue un asesino, el fuego; natural o intencionado. Un asesino que hace 50 años no era más que un pequeño delincuente, sin mayor delito que pequeños conatos con más beneficio que perjuicio, aunque quemar casi nunca ha estado bien. A este asesino algo lo está alimentando, volviéndolo una bestia incontrolable que se escapa con facilidad de los más modernos sistemas de extinción. La segunda conclusión es que si lo que hacemos no mejora, al contrario, empeora los resultados, algo no hacemos bien.

 


Nací en un pueblo rodeado de monte, y la mayor parte de mi vida la he pasado en un pueblo vecino, también rodeado de monte. Las condiciones y tradiciones en ambos sitios son muy semejantes, aunque cambien de provincia. Mi memoria alcanza esas cinco décadas que mencioné antes, y de esa experiencia y observación voy a aportar mi visión particular, sin mayor ánimo que el de ejercitar la reflexión a través de la lectura.

Lo primero que aparece en mi cabeza, es un viejo lema plenamente vigente en la actualidad: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”. Aunque se entiende mejor sin tanta educación y buenos modales: “Cuando un monte se quema, algo TUYO se quema”. Porque si, literalmente el monte es de todos, aunque también es verdad que de unos más que de otros. Hay quien no lo sabe, pero gran parte es de titularidad privada, y otra parte municipal, en el que los vecinos tienen mucho que decir. Pero el monte también es de quien nada en él tiene, porque los beneficios que acarrea afectan a las generaciones actuales y venideras: humedad, aire limpio, recursos… en una palabra, vida.

 

(1)

Lo segundo que recuerdo era el aprovechamiento libre de la leña como combustible en todas las casas, algo que se venía haciendo desde que los pueblos son pueblos. Para quitar el frío, para encender la cocina, para cocer el pan… en invierno o verano todas las chimeneas estaban activas. Más atrás de esas cinco décadas a nuestros pueblos no había llegado el gasoil, la electricidad, el gas…, aunque sobraba autosuficiencia, y únicamente la falta de especialidades y medicinas diezmaba la población, y empequeñecía la esperanza de vida. El monte surtía leñeros y tinadas de un año para otro, siempre a golpe de hacha. Nunca cortar árboles, y hablo de esta comarca, supuso el fin del monte; de lo contrario después de siglos de aprovechamiento todo sería un desierto.

 

Lo tercero es que se fuera donde se fuera, había que hacer lumbre. Indispensable. Aunque no hiciera frío. La leña seca del entorno se quemaba en una hoguera porque después seguramente algo hubiera para asar, y de paso se hacía limpieza. Nunca hubo incendios, a pesar del nulo nivel educativo, pero del alto saber hacer de nuestros antepasados que conocían el terreno, los vientos y los riesgos de encender fuego. De aquellas, a nadie le interesaba un incendio; a ellos menos porque lo primero que ardería eran sus propiedades.


Lo cuarto y principal son los ganados que pateaban todo el término municipal e incluso más allá, como demuestra la necesidad de un vigilante o guarda y las sanciones a los pastores que se atrevían a saltar las marras. Todos los días sin excepción miles de bocas y patas mantenían la hierba y los nuevos brotes a raya. También hay quien no lo sabe, pero la naturaleza necesita “castigo” constante, de lo contrario envejece y muere. Ese castigo son las podas, las entresacas, las quemas controladas, las siegas, y por excelencia los incesantes bocados del ganado. Cuanto mayor es el hostigamiento, mejor es la calidad. Y en un monte de calidad el fuego no tiene nada que hacer, él sólo se extingue. (Exceptuando los árboles no autóctonos, que son un mundo aparte y no han venido a solucionar nada, sino a ser parte principal del problema.)

A golpe de campana, el ganado salía por grupos y para distintos sitios: vacas, caballos, yeguas, burros, ovejas y cabras. Más o menos en este orden se establecía la distancia. Un ejército de desbrozadoras naturales que sin esfuerzo tintaba los campos de verde, y cuando arreciaba el calor y la sequía, la hierba era tan corta que le costaba mantener la llama, y mucho menos coger temperatura para subirse a los árboles.

 


En el año 1967, hace más o menos esas cinco décadas, el Ministerio de Agricultura publicó un mapa agronómico nacional. Hay un dato que viene al hilo, y es la densidad ganadera en el municipio de Ayoó de Vidriales. Por si alguien pensó que yo exageraba con lo del “ejército de desbrozadoras”, paso a detallar este censo, no sin antes puntualizar que seguramente no es del todo real; faltarían animales recién nacidos, recién comprados, o que simplemente no se declaraban, yo diría que aumentando como poco entre un 10 y un 20 por ciento más:

Ayoó de Vidriales: 60,04 km cuadrados, 300 hectáreas de prados.

475 cabezas de ganado bovino.

471 cabezas de ganado porcino.

1851 cabezas de ganado ovino.

680 cabezas de ganado caprino.

133 cabezas de ganado caballar.

21 cabezas de ganado asnal.

Y 111 cabezas de ganado mular.

 

Exceptuando los cerdos, los demás salían a pastar; algunos todos los días, otros por temporadas. Más de 3.000 animales masticando sin parar, muchas horas diarias, provocan un gasto vegetal muy importante a lo largo del año. Hoy no llegan a 300 animales, que apenas salen por encontrar en la cercanía el alimento. Y esta cifra gracias al último valiente que después de meses y meses de papeles y dolores de cabeza ha puesto recientemente en marcha una granja de cabras. Y es que nunca trabajar ha tenido tanta traba. Volviendo a las mismas cinco décadas, quien podía y compraba un animal, era ganadero. Quien sembraba o plantaba una parcela, era agricultor. Los constantes controles y exigencias actuales han llevado a mucha gente a abandonar los sistemas tradicionales de agricultura y ganadería. Y junto con ellos el monte, que a falta de atención arde como la yesca.


 


Las cortas y podas están muy vigiladas y controladas. Es necesario pedir permiso para gestionar tu propia propiedad. Una ventanilla reparte solicitudes un día a la semana, que el particular debe rellenar y enviar por otra ventanilla a no sé dónde. Aquello de facilitar los trámites no funciona en las infladas administraciones públicas. Da la sensación que hay demasiada gente para nada. Así que la leña queda envejeciendo en el monte, y aunque lo fácil no sea lo mejor para la naturaleza, pasamos de combustibles con nulas emisiones a contaminar y claro está, a pagar por ello. No solo hacemos daño, sino que encima nos cuesta dinero.

 

Como éramos pocos parió… la Guardia Civil un nuevo control: SEPRONA. A las trabas burocráticas se suman los palos al bolsillo por un quítame allá ese papel, ese despiste, ese accidente. Mejor quietos en casa que salir a trabajar, a generar algo de riqueza, a recoger lo que es de uno. (2)

 

Qué curioso. Fue terminar la dictadura para comenzar tanta normativa, que cada año engorda con una nueva estupidez. Y así tiene mas voz un grupo ecologista o animalista de sofá que las asociaciones agrícolas y ganaderas, o los consejos que quienes desde tiempos inmemoriales mantuvieron el monte a raya, las especies cinegéticas a raya, y el fuego a raya. Claro está, no siempre quien sabe gestiona lo que debe.


Las redes sociales son la última puntilla a lo rural. Se acusa al ganadero por el ataque del lobo. Se acusa al conductor por el accidente con un ciervo o jabalí. Se acusa al trabajador del incendio de su máquina. Y la administración en vez de proteger al afectado da una nueva vuelta de tuerca, con nuevas exigencias, nuevos trámites, y más y más trabas que se traducen en un mayor abandono.


 


He salido un momento para hacer unas fotos que documenten mi reflexión. Sin salir de uno de los caminos más transitados, por donde salían a diario los ganados que mantenían la hierba corta y fresca, se entrelazan hierbas grises que ahogan las nuevas, porque ninguna boca las ha retirado a tiempo. Una hierba que con un poco de viento expandirá la llama como si de gasolina se tratara. Y los árboles sin podar, y las jaras y urces sin arrancar, son el escenario perfecto para el pirómano, para el rayo, o para el accidente involuntario.

 

Una última foto, por si queda algún incrédulo. Una valla separa la misma tierra. A un lado pasta el ganado, al otro no puede entrar. Si alguien todavía no lo ve claro, es que no tiene ojos en la cara.

 


Y hasta aquí hemos llegado, a mirar como se quema lo nuestro, mientras carísimos equipos no quieren más que algo de suerte y que las condiciones atmosféricas cambien para contener lo imparable.

 

Cinco décadas y ya sufrimos decadencia medioambiental. A este paso nada resiste otras cinco.


P.D.- Soy incapaz de hacer o publicar una foto de un incendio. Me parece que es seguirle la corriente al pirómano. Os dejo fotos de naturaleza triste y gris, pero viva.


 1- https://www.todocoleccion.net/carteles/cartel-cuando-un-monte-se-quema-algo-suyo-se-quema-1964~x48424493

2- https://www.laopiniondezamora.es/zamora-ciudad/2022/05/06/hermanos-incendiaron-lober-pagaran-679-65771224.html

2- https://www.elcomercio.es/asturias/oriente/201501/09/multa-euros-para-ganadero-20150109003717-v.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

2- https://www.laregion.es/articulo/trives/multas-ganaderos-cortas-lena/202105030008491026315.html

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2- https://www.elmundo.es/madrid/2018/01/21/5ca474171258b45f7.html

Y así hasta el infinito y más allá....

miércoles, 19 de enero de 2022

La vela vecinal.

 


Aunque parezca increíble algunos pueblos mantienen una norma ancestral para la organización, la cooperación y el desarrollo de ciertos trabajos y costumbres sociales, siempre en beneficio común, utilizada también en asuntos más particulares. No es cuestión baladí, cuando incluso sirve jurídicamente, al aceptar sin rechistar el orden establecido y los trabajos encomendados, aunque nadie sepa quien o quienes idearon semejante disposición. En la práctica tiene grandes ventajas sobre el actual orden alfabético, porque cualquier vecino conoce casi de memoria el lugar que ocupa en la convivencia vecinal, con las ventajas que conlleva. El nombre de éste sistema me parece enigmático: la vela.

 

Esta “vela” no aparece en el diccionario de la RAE como acepción, y curiosamente se le pasó por alto al recopilador de palabras vidrialesas en uso para su “Diccionario Inacabable de la Lengua de Vidriales”, mi buen amigo Manolo Cabezas (1).

 

La Asociación Cultural Zamorana Furmientu (2), creada para dignificar nuestro patrimonio lingüístico define “vela” parcamente como “turno” (de un servicio, de molienda, de guardar las ovejas…). La siguiente palabra en su diccionario es “Vela, andar a la”, definida como “Seguir un tumo por el orden del vecindario para regar, guardar el ganado, etc”. Mucho que añadir a estas definiciones, porque razonadamente “la vela” no es el turno, aunque “andar a la vela” sí pudiera ser.

 

Yo me decanto algo más por la definición de “vela” del diccionario “Voces del Eria” (3) de mi coterránea Isidora Rivas Turrado, aunque tampoco del todo:

Vela: f. Turno, tanda o alternancia que se sigue en determinadas tareas comunitarias. Tanda. Vez. 2.- Dar la vela: fr. Para expresar el hecho de transmitir la vez o el turno cuando ya corresponde a otra persona, siguiendo el orden establecido por una comunidad. 3.- Ir por la vela: fr. para señalar que una tarea o asunto comunitario se distribuye siguiendo un orden estricto, sea por ubicación, sea alfabéticamente, en el que van participando todos los afectados.

 

Me gustaría corregir este “turno”, porque según la definición de la RAE implica a las personas, y no a las cosas:

1.   m. Orden según el cual se suceden varias personas en el desempeño de cualquier actividad o función.

2.   m Conjunto de trabajadores que desempeñan su actividad al mismo tiempo, según un orden establecido previamente.

Pero claramente la vela se refiere a la posición de las cosas para que luego haya un turno de las personas, es en realidad ese “orden establecido previamente” en una ruta inalterable.

 

La vela sería la ordenación de los bienes, para la participación de su representante en las funciones o tareas de la comunidad. La vela es un listado de domicilios, molinos, corrales (granjas), parcelas, etc, que dependiendo de la necesidad los afectados deben atender a una orden de ejecución cuando le toque la vez.

 

Veamos varios ejemplos:

En los trabajos comunales (la facendera o yera) se convoca a la comunidad a razón de un representante válido por casa habitada, siempre desde el primer punto y siguiendo el orden establecido, en el mismo sentido hasta el último; esta es la auténtica vela vecinal, pudiendo pasar revista para proponer sanción a quien falte sin motivo justificado. Por ejemplo, para limpiar un caño se ordenarán a los trabajadores por orden de vecindad, por la vela. En caso de no terminar el trabajo se volverá a repartir en el mismo orden.

 

Pero hay trabajos comunales en los que no se necesita todo el pueblo; entonces se mandarán en grupos, e incluso se puede hacer una lista, para que los afectados sepan cuando les toca siguiendo la vela.

 

También puede suceder que el tema a tratar sólo incumba a una parte de los vecinos. Entonces la vela mantendrá el orden y dirección, pero solamente incluirá a los afectados. Por ejemplo, la ganadería: El pastor del desaparecido rebaño del pueblo rotaba por la vela, lo mismo que en la vacada, para la que se necesitaba un grupo de pastores. Pastores o pastoras, porque nunca hubo distinción a la hora de participar de las labores ordinarias. En esta vela, quien no tenía ganado no participaba, claro está.

 

El regadío cuenta con su propia vela. Integra a todas las parcelas regadas por un mismo canal, la termanera, y cuando se riega “a hecho” o “por la vela” lo que cuenta es el orden parcelario en sentido descendente. Aquí el anterior turno cambia; es por esto que es innato a las cosas, no a las personas. Y el hecho que corrobora lo que acabo de exponer es que la compra de una propiedad puede llevar consigo derechos y obligaciones de la vela. Por ejemplo, si alguien cambia de domicilio se integrará en el recorrido de la nueva calle. Lo mismo ocurre con la adquisición de una parcela, el nuevo propietario atenderá al turno que se declare para el riego.

 

Resumiendo, la vela ordena cosas y los propietarios establecen turnos: por tanto la vela no es el turno, es el orden necesario para que haya autoridad para establecer los turnos.

 

Pero la vela tiene otros usos, pues se recurre a ella para ordenar los participantes en trabajos más concretos, para los que hay que apuntarse. Por ejemplo, la limpieza de la Iglesia, que actualmente se hace en grupos de 6 y por orden de la vela. Otro ejemplo es la capilla domiciliaria que recorre las casas que la hayan solicitado, en orden también de la vela.

 

En Ayoó la vela comienza en el barrio de los Palomares. A partir de ahí recorre algunas calles, siempre por el lado izquierdo hasta el final y dando la vuelta, y en otras en zigzag para no dejar a nadie atrás. Por cierto, es muy curioso este comienzo, porque como ya sugerí en el artículo relacionado con la cronología de nuestro pueblo, el barrio de los Palomares podría ser la cuna de Ayoó, con cerca de dos milenios de historia. Por tanto, es el sitio correcto, ampliado al crecer poblacionalmente. Pero lo más curioso es que acaba en la calle de la Iglesia, entrando por la izquierda desde la plaza de la Audiencia, cambiando en la fuente al otro lado donde tiene fin. La explicación podría estar en que en esa parte estaba el monasterio de Ageo, exento de trabajos comunales, pero no así cuando dividido pasó a particulares, a los que ya les afectaba la vela.

 

Una vez más, para documentar este sistema de ordenación, he recurrido a las excelentes memorias de nuestros mayores. En este caso a la de Isabel Cano, Trini Lobato y Victoria Cano, esta última hija de Laurentino Cano, fallecido presidente de la Hermandad de Labradores durante muchos años, y luego alcalde del ayuntamiento, dos instituciones para las que la vela era de obligado cumplimiento.

 

El último objetivo de este artículo no es otro que dejar constancia del tortuoso recorrido de la vela en Ayoó, para que no se pierda; y nuevos y viejos habitantes conozcan el ancestral lugar que ocupan en el casco urbano, en un ciclo igualitario, que nunca tiene fin, y que no encuentro motivo para dejar caer en desuso. En un deber social, un legado milenario que forma parte de nuestro rico acervo histórico.

 

Dice un principio de derecho que “Ignorantia juris non excusat”; viniendo a decir que el desconocimiento no sirve de excusa para el cumplimiento de las normas. Ayoíno: si hubiere algo que hacer, ¿sabes cuando te toca?.



 

Referencias:

 

1-   http://www.furmientu.org/07Vocabularios2011/03VocabularioValleVidriales.pdf

2-   http://www.furmientu.org/

3-   https://lafueyacabreiresa.com/tag/voces-del-eria

 Foto aérea – Gabi (gracias).