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jueves, 27 de julio de 2023

La Corona: ¿Dolmen?

 

Congosta de Vidriales.

La Congostura.

La toponimia es en muchísimos casos el único documento, además escrito, que acompaña a la historia. Mientras ésta puede caer en el olvido, la toponimia nos encamina de nuevo a lo que los antiguos conocían muy bien, y nombraron correctamente.

 

Así, hay una serie de palabras clave que hacen saltar las alarmas de la arqueología. Como ejemplos próximos tenemos a “la Cerca” (del latín cercare, rodear), donde en el siglo XIX (Saavedra, 1914, 103) se identifican las ruinas de Petavonium. Otra palabra clave es “Castro”, o “Castrillo” (del latín castrum, fortaleza), como asentamiento humano, tanto indígena como romano. En este caso, el Castrillo de Ayoó necesitaría investigación por un posible campamento romano y una torre circular de vigilancia; del mismo modo que el castro indígena “Lugar Sagrado” lo está pidiendo a gritos. Otro caso es relacionar a los moros con construcciones; aparte de daño, no hicieron nada más por aquí, así que algo de los moros o es leyenda o es romano, o incluso anterior (el Casetón de los Moros, dolmen en el vecino Arrabalde, o el Camino de los Moros, calzada romana en Bercianos de Vidriales). Por no seguir en la larga lista de topónimos, termino con “la Corona”, haciendo referencia a un castro prerromano (ejemplo cercano: la Corona de Manganeses). La corona es un símil entre el aro que ciñe la cabeza en señal de premio, adorno o dignidad (nuestra parte más alta), con formas circulares en lo alto de las montañas, sean naturales o murallas defensivas. Pero también puede ser extensible a otro monumento circular, objeto de este artículo que expondré a continuación.

 

Vidriales es un valle extremadamente abundante en restos arqueológicos. Es incluso una zona cuantiosa en restos protohistóricos (fechados entre los años 3500 y 3000 antes de nuestra era, cuyo origen ha sido establecido por el nacimiento de Jesucristo hace 2023 años, total entre 5000 y 5500 años de antigüedad), lo que indica asentamientos humanos relativamente grandes desde tiempos tan tempranos como el neolítico. Hagamos repaso:

 

En Granucillo de Vidriales se pueden visitar dos dólmenes: el dolmen de San Adrián y el dolmen de las Peñezuelas (este último catalogado como Bien de Interés Cultural). Estos dos monumentos funerarios fueron excavados y catalogados en la década de los años 30 del pasado siglo por el padre agustino César Morán Bardón (1882 – 1951), arqueólogo y etnógrafo especializado en prehistoria y folclore en las provincias de la región leonesa. Sin embargo, el libro “Catálogo Monumental de España, en su apartado de la provincia de Zamora, publicado en 1927 por Manuel Gómez-Moreno Martínez (1870 – 1970) cuenta un tercer dolmen “que hubo más retirado, del que arrancaron todas las piedras”, según le relataron en sus investigaciones los lugareños.

 

Continua el repertorio con el dolmen de Ayoó de Vidriales, erróneamente situado en Valdevidera (Valdevidera es un vallecito al lado de Carracedo, a unos 2 km en línea recta), mal catalogado (como cista) y recientemente, junto con el castro anejo, víctima de maltrato. Parece compartir cronología con los de Granucillo.

 

Tenemos que añadir un túmulo dolménico, Piedra Hincada, en Brime de Urz. Ha sido excavado recientemente, creo recordar a finales del 2018 o principios del 19. Ignoro si se han publicado los resultados de la excavación, financiados en su mayor parte por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, seguramente no.

 

Esta lista está incompleta sin el hermano valle Valdería, aunque nos adentremos en otra provincia. Los constructores de dólmenes no entendían de otros límites que los que marcara el alcance de su vista, y sus divinos montes tenían dos vertientes. En nuestro caso, el eje es Carpurias, una de las últimas estribaciones de otra deidad en forma de montaña: el Teleno.

 

En Morales del Rey hay un dolmen, El Tesoro, rescatado en 1995 con el hallazgo de un pequeño tesoro romano del siglo IV, dieciocho monedas de bronce. De cómo y por qué se hizo ese enterramiento en semejante lugar nada se sabe. Posiblemente alguien no pudo volver a buscar su “tesoro”.

 

Valle arriba llegamos a Arrabalde, al Casetón de los Moros. Es un dolmen de corredor, que conserva cinco de sus nueve ortostatos originales. A finales de los años 90, dentro del proyecto “Ruta Arqueológica por los Valles de Zamora. Vidriales, Órbigo y Eria”, se restauró y señalizó.

 

Es cierto que estos dos pueblos no pertenecen a la comarca Valdería, pero más cierto es que el río que los riega es el mismo Éria, por tanto, están en el valle del Éria, o lo que es lo mismo, Valdería.

 

Un poco mas arriba, en Felechares, hay una propuesta de Dolmen, escondida en un libro que versa sobre otro tema distinto: El Secreto del Palacio, de Saúl Cenador García. Apuntando un gran parecido con el de Ayoó, Cesáreo Aldonza Turrado, entusiasta y autodidacta historiador de Felechares, sugiere un pequeño conjunto de lajas como nuevo megalito. Habrá que esperar a los expertos y sus excavaciones.

 

Y saliendo de Valdería y haciendo cabecera en Vidriales, en el vallecito sin nombre que algunos llamamos Entrevalles, está Cubo de Benavente. que perteneciendo naturalmente al Tera lo han metido en Valles de Benavente con calzador. Allí hay otro túmulo dolménico, muy conocido por todos como “Peña Ficada”, situado al lado de la antigua Cañada Real que une Astorga y Alcañices. Se excavó a la vez que la Piedra Hincada de Brime, con el mismo resultado: nada se sabe.

 

Y por último mi propuesta para otro dolmen Vidrialés. En Congosta, cerca del borde de la terraza superior que da a la Congostura hay una zona donde los lugareños llaman “la Corona”. Incluso una finca cercana ha tomado ese nombre, el cual no aparece, o no he visto en los planos. Como no podía ser de otra forma (parece que llevamos en los genes la destrucción con maquinaria pesada), unas obras cercanas parecen haber afectado al conjunto, aparentemente sepultado como resultado del movimiento de tierras.

 

Las ortofotos cenitales no muestran ningún detalle, dado el pequeño tamaño del posible monumento funerario. Pero seguro que en un remoto pasado, observando la construcción vertical circular, a nadie se le escapó compararla con una corona, completamente aislada con vistas al valle.

 

Las razones para esta propuesta son muchas, variadas y meditadas. En primer lugar, el comentado topónimo “la Corona” como edificio circular. No menos importante es la reunión de lajas totalmente ajenas al lugar, de entre 0.70 y 0.85 metros de lado; hay que ir relativamente lejos para encontrar ese tipo de cuarcita y transportarlas aquí para algo en concreto. Por cierto, el sitio se presta a este tipo de monumentos, como comenté antes: al borde de una terraza, con increíbles vistas al valle. Otro motivo es que uno de los posibles ortostatos está vertical y enterrado en gran parte, aunque es verdad que el resto está desordenado. Que una laja de semejante tamaño, unos 70 cm, esté hincada solo puede ser de forma natural (descartada), como hito o mojón (descartado también, pues sería más redondo), o como parte es algún tipo de cerramiento o edificio, pues ha sido la mano humana quien ha hecho un agujero y la ha colocado vertical. De haber tenido otras lajas, incluso más grandes, habrá que buscarlas en los callejones de las cuevas (bodegas) cercanas, como fue a la vez costumbre y necesidad; o como se dice ahora, aprovechamiento de los recursos naturales.

 

Por lo expuesto, no me parece nada disparatado que efectivamente estemos ante un posible dolmen. Necesitaremos que las administraciones se movilicen para descartar en tal caso, o señalizar y proteger como manda la ley si el resultado es afirmativo.

 

Habrá que esperar.

 

(Y mucho)








Fotos cenitales gentileza de Gabi. Gracias.


viernes, 14 de julio de 2023

Otra puñalada trapera:


Nuevamente se me hace muy difícil encabezar este escrito. Porque no va de lo que pienso, que ya tiene su miga; va de un nuevo atropello a lo que, nos guste o no, está protegido por ley. Además, una que se ha votado entre todos:

 

El artículo 46 de nuestra constitución dice textualmente: “Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio” (1).


La Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español amplía el artículo anterior, comenzando así: "Son objeto de la presente ley la protección, acrecentamiento y transmisión a las generaciones futuras del Patrimonio Histórico Español". Protección y acrecentamiento; dicho de otro modo, incluir en la extensa lista los nuevos descubrimientos y garantizar su custodia.


Claro, que antes del primer artículo de cada ley parece estar un artículo no escrito, el 0.5; el de la discordia, el que dice que las leyes están para saltarlas, o algo parecido.

 

El pasado mes de marzo, en el vecino ayuntamiento de Castrocalbón, en uno de sus pueblos que los fundadores en tiempos inmemoriales llamaron Calzada por erigirse sobre una calzada, se cometió uno de los mayores e innecesarios atropellos contra el patrimonio histórico. La bi-milenaria vía romana, trazada algunos años antes de nuestra era como calzada de conquista, sucumbió a la cuchilla de una motoniveladora para construir el camino a ningún sitio. La excusa fue que la tal calzada estaba sin catalogar, a pesar de intervenciones arqueológicas, carteles informativos, y memoria popular que certificaban aquel patrimonio histórico. Infinidad de medios se hicieron eco, algunos incluso extranjeros. Todos con el mismo mensaje de condena.

 

Ayoó de Vidriales, a mediados de junio del 2022, sufrió en sus montes un devastador incendio claramente provocado (3). Después de una docena de intentos, alguien repugnante consiguió teñir de negro y desolación un entorno de prácticamente nulo daño económico, pero de extraordinario valor ecológico. Recurriendo al viejo refrán del “no hay mal que por bien no venga”, me puse en contacto con las administraciones para de una vez por todas analizar e inventariar el tesoro histórico que tenemos exactamente entre Carracedo y Ayoó, un dolmen y un castro prerromano. Fueron varias las llamadas, ofrecimientos, sugerencias…, con el mismo resultado: caso omiso por respuesta. Con la llegada de las máquinas para cortar lo quemado se personó SEPRONA, que parece que hay que llegar a esos extremos para que las instituciones atiendan con sus obligaciones. Repito: con sus obligaciones. El jueves 6 de julio, reunidas en las inmediaciones las tres partes (Ayuntamiento, Medio Ambiente y Patrimonio) y un servidor, les leí el párrafo del documento de 1154 en el que habla de este lugar como hito divisorio del coto del Monasterio de Ageo. Les hice saber que el actual cortafuegos se trazó por esa línea, por tanto, divide el castro prerromano en dos, la mitad en terreno de Ayoó y la otra mitad en Carracedo. Se acordó documentar fotográficamente la zona para enviarla a Patrimonio. Eso se haría el sábado, con la inestimable ayuda de un dron.

 

No esperaron al sábado. El viernes las máquinas pisotearon como elefante en cacharrería milenios de historia, la parte que corresponde a Carracedo. Hay hectáreas de pinos que cortar, pero se ve que los que menos estorbaban eran los primeros y más necesarios de retirar. Como cuando le prohíbes a un niño hacer algo, y en cuanto te vuelves...

 

En todo este embrollo, tengo que decir que la única institución pública que ha cumplido con su trabajo ha sido el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil. Mil gracias. Los demás suspenso y deberes. No hay nivel, y así nos pasa lo que estamos viendo.

 

La absurda pega que han puesto las administraciones es que el posible castro está sin estudiar, catalogar e inventariar. Como si todo el patrimonio histórico alguna vez no hubiese estado en la misma situación. Parece que el encargado hubiera cerrado el registro con llave, se la tragó, y por tanto ya no se pueden añadir nuevos descubrimientos. Como si la culpa fuera estar escondido entre maleza y peñas durante miles de años, hasta que Isidoro, de Castrocalbón, rescatara del olvido el dolmen el 1988 y un servidor el castro en 2011. Porque todo estaba ahí. Desde tiempos inmemoriales.

 

Me parece especialmente sangrante que estando tan reciente el vergonzoso destrozo en Calzada de la Valdería de su calzada, a tan pocos kilómetros le haya tocado la china a un castro prerromano que aparece documentado como “lugar sagrado” (farum) en un remoto 1154. Todo por un puñado de pinos muertos, quemados; todo a cambio de unas monedas. Una profanación en toda regla.

 

Sufrí con el daño a la calzada, y sufro con el del castro, porque al contrario que veo en los representantes de algunas administraciones, a muchos sí que nos importa la historia y sus rescoldos. No somos más altos ni más guapos arrasando el pasado; al contrario: en su día les llamaban bárbaros. Porque si hoy estamos aquí es porque nuestros antepasados vivieron a su manera, y porque su legado es algo que no brota y florece para el año que viene. Una vez se destruye… solo queda un triste vacío, irrecuperable.

 

Pero no pasa nada; de cara a la galería seguiremos llenando la boca con nuestra “historia”, con el patrimonio tan “valioso”. Eso sí, por detrás puñaladas traperas.

 

Por mí, podéis ir al mismo sitio que habéis mandado al castro.

Y a la calzada.

 

Qué vergüenza.

Muralla lado Carracedo.