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lunes, 27 de junio de 2022

La decadencia medioambiental y sus consecuencias.


El monte arde.

De forma inmisericorde.

Odiosamente imparable, mortalmente desolador.

 

En las más antiguas y brillantes memorias nunca jamás se recuerdan incendios tan extensos y agresivos. Más de 30.000 hectáreas en la vecina Sierra de la Culebra en un “visto y no visto”. Pueblos enteros rodeados por las llamas ante la impotencia, la rabia y el miedo a perderlo todo. Qué barbaridad.

Quizás vaya siendo hora de preguntarnos qué está pasando, las causas y condiciones de estos terribles acontecimientos, para ver si se puede actuar razonablemente, y revertir o al menos minimizar a coste aceptable este problema que con los años se acentúa y exagera.

Y la primera conclusión indica que es una cuestión de tiempo, una decadencia. De apenas cinco décadas a esta parte el monte está irreconocible, tanto en las formas como en el fondo. Desde entonces al monte lo persigue un asesino, el fuego; natural o intencionado. Un asesino que hace 50 años no era más que un pequeño delincuente, sin mayor delito que pequeños conatos con más beneficio que perjuicio, aunque quemar casi nunca ha estado bien. A este asesino algo lo está alimentando, volviéndolo una bestia incontrolable que se escapa con facilidad de los más modernos sistemas de extinción. La segunda conclusión es que si lo que hacemos no mejora, al contrario, empeora los resultados, algo no hacemos bien.

 


Nací en un pueblo rodeado de monte, y la mayor parte de mi vida la he pasado en un pueblo vecino, también rodeado de monte. Las condiciones y tradiciones en ambos sitios son muy semejantes, aunque cambien de provincia. Mi memoria alcanza esas cinco décadas que mencioné antes, y de esa experiencia y observación voy a aportar mi visión particular, sin mayor ánimo que el de ejercitar la reflexión a través de la lectura.

Lo primero que aparece en mi cabeza, es un viejo lema plenamente vigente en la actualidad: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”. Aunque se entiende mejor sin tanta educación y buenos modales: “Cuando un monte se quema, algo TUYO se quema”. Porque si, literalmente el monte es de todos, aunque también es verdad que de unos más que de otros. Hay quien no lo sabe, pero gran parte es de titularidad privada, y otra parte municipal, en el que los vecinos tienen mucho que decir. Pero el monte también es de quien nada en él tiene, porque los beneficios que acarrea afectan a las generaciones actuales y venideras: humedad, aire limpio, recursos… en una palabra, vida.

 

(1)

Lo segundo que recuerdo era el aprovechamiento libre de la leña como combustible en todas las casas, algo que se venía haciendo desde que los pueblos son pueblos. Para quitar el frío, para encender la cocina, para cocer el pan… en invierno o verano todas las chimeneas estaban activas. Más atrás de esas cinco décadas a nuestros pueblos no había llegado el gasoil, la electricidad, el gas…, aunque sobraba autosuficiencia, y únicamente la falta de especialidades y medicinas diezmaba la población, y empequeñecía la esperanza de vida. El monte surtía leñeros y tinadas de un año para otro, siempre a golpe de hacha. Nunca cortar árboles, y hablo de esta comarca, supuso el fin del monte; de lo contrario después de siglos de aprovechamiento todo sería un desierto.

 

Lo tercero es que se fuera donde se fuera, había que hacer lumbre. Indispensable. Aunque no hiciera frío. La leña seca del entorno se quemaba en una hoguera porque después seguramente algo hubiera para asar, y de paso se hacía limpieza. Nunca hubo incendios, a pesar del nulo nivel educativo, pero del alto saber hacer de nuestros antepasados que conocían el terreno, los vientos y los riesgos de encender fuego. De aquellas, a nadie le interesaba un incendio; a ellos menos porque lo primero que ardería eran sus propiedades.


Lo cuarto y principal son los ganados que pateaban todo el término municipal e incluso más allá, como demuestra la necesidad de un vigilante o guarda y las sanciones a los pastores que se atrevían a saltar las marras. Todos los días sin excepción miles de bocas y patas mantenían la hierba y los nuevos brotes a raya. También hay quien no lo sabe, pero la naturaleza necesita “castigo” constante, de lo contrario envejece y muere. Ese castigo son las podas, las entresacas, las quemas controladas, las siegas, y por excelencia los incesantes bocados del ganado. Cuanto mayor es el hostigamiento, mejor es la calidad. Y en un monte de calidad el fuego no tiene nada que hacer, él sólo se extingue. (Exceptuando los árboles no autóctonos, que son un mundo aparte y no han venido a solucionar nada, sino a ser parte principal del problema.)

A golpe de campana, el ganado salía por grupos y para distintos sitios: vacas, caballos, yeguas, burros, ovejas y cabras. Más o menos en este orden se establecía la distancia. Un ejército de desbrozadoras naturales que sin esfuerzo tintaba los campos de verde, y cuando arreciaba el calor y la sequía, la hierba era tan corta que le costaba mantener la llama, y mucho menos coger temperatura para subirse a los árboles.

 


En el año 1967, hace más o menos esas cinco décadas, el Ministerio de Agricultura publicó un mapa agronómico nacional. Hay un dato que viene al hilo, y es la densidad ganadera en el municipio de Ayoó de Vidriales. Por si alguien pensó que yo exageraba con lo del “ejército de desbrozadoras”, paso a detallar este censo, no sin antes puntualizar que seguramente no es del todo real; faltarían animales recién nacidos, recién comprados, o que simplemente no se declaraban, yo diría que aumentando como poco entre un 10 y un 20 por ciento más:

Ayoó de Vidriales: 60,04 km cuadrados, 300 hectáreas de prados.

475 cabezas de ganado bovino.

471 cabezas de ganado porcino.

1851 cabezas de ganado ovino.

680 cabezas de ganado caprino.

133 cabezas de ganado caballar.

21 cabezas de ganado asnal.

Y 111 cabezas de ganado mular.

 

Exceptuando los cerdos, los demás salían a pastar; algunos todos los días, otros por temporadas. Más de 3.000 animales masticando sin parar, muchas horas diarias, provocan un gasto vegetal muy importante a lo largo del año. Hoy no llegan a 300 animales, que apenas salen por encontrar en la cercanía el alimento. Y esta cifra gracias al último valiente que después de meses y meses de papeles y dolores de cabeza ha puesto recientemente en marcha una granja de cabras. Y es que nunca trabajar ha tenido tanta traba. Volviendo a las mismas cinco décadas, quien podía y compraba un animal, era ganadero. Quien sembraba o plantaba una parcela, era agricultor. Los constantes controles y exigencias actuales han llevado a mucha gente a abandonar los sistemas tradicionales de agricultura y ganadería. Y junto con ellos el monte, que a falta de atención arde como la yesca.


 


Las cortas y podas están muy vigiladas y controladas. Es necesario pedir permiso para gestionar tu propia propiedad. Una ventanilla reparte solicitudes un día a la semana, que el particular debe rellenar y enviar por otra ventanilla a no sé dónde. Aquello de facilitar los trámites no funciona en las infladas administraciones públicas. Da la sensación que hay demasiada gente para nada. Así que la leña queda envejeciendo en el monte, y aunque lo fácil no sea lo mejor para la naturaleza, pasamos de combustibles con nulas emisiones a contaminar y claro está, a pagar por ello. No solo hacemos daño, sino que encima nos cuesta dinero.

 

Como éramos pocos parió… la Guardia Civil un nuevo control: SEPRONA. A las trabas burocráticas se suman los palos al bolsillo por un quítame allá ese papel, ese despiste, ese accidente. Mejor quietos en casa que salir a trabajar, a generar algo de riqueza, a recoger lo que es de uno. (2)

 

Qué curioso. Fue terminar la dictadura para comenzar tanta normativa, que cada año engorda con una nueva estupidez. Y así tiene mas voz un grupo ecologista o animalista de sofá que las asociaciones agrícolas y ganaderas, o los consejos que quienes desde tiempos inmemoriales mantuvieron el monte a raya, las especies cinegéticas a raya, y el fuego a raya. Claro está, no siempre quien sabe gestiona lo que debe.


Las redes sociales son la última puntilla a lo rural. Se acusa al ganadero por el ataque del lobo. Se acusa al conductor por el accidente con un ciervo o jabalí. Se acusa al trabajador del incendio de su máquina. Y la administración en vez de proteger al afectado da una nueva vuelta de tuerca, con nuevas exigencias, nuevos trámites, y más y más trabas que se traducen en un mayor abandono.


 


He salido un momento para hacer unas fotos que documenten mi reflexión. Sin salir de uno de los caminos más transitados, por donde salían a diario los ganados que mantenían la hierba corta y fresca, se entrelazan hierbas grises que ahogan las nuevas, porque ninguna boca las ha retirado a tiempo. Una hierba que con un poco de viento expandirá la llama como si de gasolina se tratara. Y los árboles sin podar, y las jaras y urces sin arrancar, son el escenario perfecto para el pirómano, para el rayo, o para el accidente involuntario.

 

Una última foto, por si queda algún incrédulo. Una valla separa la misma tierra. A un lado pasta el ganado, al otro no puede entrar. Si alguien todavía no lo ve claro, es que no tiene ojos en la cara.

 


Y hasta aquí hemos llegado, a mirar como se quema lo nuestro, mientras carísimos equipos no quieren más que algo de suerte y que las condiciones atmosféricas cambien para contener lo imparable.

 

Cinco décadas y ya sufrimos decadencia medioambiental. A este paso nada resiste otras cinco.


P.D.- Soy incapaz de hacer o publicar una foto de un incendio. Me parece que es seguirle la corriente al pirómano. Os dejo fotos de naturaleza triste y gris, pero viva.


 1- https://www.todocoleccion.net/carteles/cartel-cuando-un-monte-se-quema-algo-suyo-se-quema-1964~x48424493

2- https://www.laopiniondezamora.es/zamora-ciudad/2022/05/06/hermanos-incendiaron-lober-pagaran-679-65771224.html

2- https://www.elcomercio.es/asturias/oriente/201501/09/multa-euros-para-ganadero-20150109003717-v.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

2- https://www.laregion.es/articulo/trives/multas-ganaderos-cortas-lena/202105030008491026315.html

a63a42b

2- https://www.elmundo.es/madrid/2018/01/21/5ca474171258b45f7.html

Y así hasta el infinito y más allá....

6 comentarios:

  1. Maravilloso, como siempre, amigo Joaquín, no puedo añadir nada porque lo has dicho todo y bien dicho. Sólo queda llorar por lo perdido, porque lo que es yo, no le veo solución. Un abrazo . Paulina

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  2. Muy bien Joaquín, buen artículo

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  3. Son cosas mías o después de relatar un montón de obviedades, llegas a la conclusión de que con Franco todos vivíamos mejor y los desastres medioambientales no existían, porque de ser así amigo, además de estar confundido, se te ha visto el plumero

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    1. He dicho y repito algo que gente de mi edad y superior puede corroborar, incluso las hemerotecas: en esta comarca hace 50 años no había incendios forestales o eran minúsculos. Esto es verdad, indiscutible. Y he dicho y repito que con la dictadura la gestión y el aprovechamiento de los montes era libre y gratuita, y fue llegar la democracia y libertad para que una enredada normativa bien cargada de multas hayan llevado al monte al estado actual. Serán cosas tuyas eso de que "con franco todos vivíamos mejor" o peor, y lo dirás por experiencia propia; yo no lo puedo decir sencillamente porque cuando murió el dictador sólo tenía 10 años, y lo que recuerdo es el monte lleno de ovejas, las calles del pueblo en el otoño atascadas de carros de leña, y el monte limpio de maleza. Serán obviedades, pero es la verdad y no estoy confundido. El plumero, amiga, se demuestra en el diálogo, y no sé por qué, pero me parece que demasiados prejuicios te impiden aceptar la realidad: los incendios forestales comenzaron hace cuatro o cinco décadas, es más, no hay registros antes de 1968, por lo débiles y escasos. En ese año se quemaron en toda España 55.700 hectáreas, con sólo 20 siniestros con una superficie dañada igual o superior a las 500 hectáreas. Solamente en la Sierra de la Culebra ardieron casi 25.000 hectáreas, por hacernos una idea. Obviedades.

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  4. Magnífico artículo/reflexión. Se nota que está escrito con el corazón pero con los pies en el suelo, no solo por las fotos que lo corroboran sino por el perfecto conocimiento de la realidad y las tradiciones. ¡Cuanta gente sobra en los despachos!

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  5. Buena reflexión, muy bien Joaquín

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