Cuando por ti me
preguntan…
mil y un detalles se
atrancan;
probaré a redactar
versos,
que el papel no se atraganta.
Honorio desde la pila
de la aldea de
Calzada;
allí solías tornar,
por cualquier menos
de nada.
Recuerdo que, “culo
inquieto”,
te fuiste pronto de
casa;
después de unos
cuantos tumbos
en Cadaqués echaste
anclas.
No sé quién cambió tu
nombre
por “el More” en
Costa Brava;
nada alteró tu
carácter,
leonés hasta las
trancas.
Dar de comer al
hambriento
fue tu
bienaventuranza,
al conquistar tanta
gente
por una cuarta de
panza.
Amigo de tus amigos,
cocinero en las
quedadas,
voluntario en las
movidas,
y el primero en
escapadas.
Un motero convencido,
de los del aire en la
cara;
que disfrutan del
camino,
del mantel y de la
charla.
Así pasaban los años
hasta la noticia
amarga;
cuando la salud se extingue…
¿quién no invoca a la
esperanza?
Contuvimos el
aliento,
comenzaba la batalla;
pero el enemigo es
cruel
y no acepta retirada.
Un abrir y cerrar de
ojos,
de la noche a la
mañana;
y nos vimos
impotentes
llorando al pie de tu
cama.
Solías comer el
mundo,
y es el mundo el que
nos traga;
tú eras grande, y te
zampó
de una sola bocanada.
Quizás nunca fuiste
un genio,
ni conquistaste una
Gala,
ni diste nombre a un
museo
donde guardan cosas
raras.
Nadie comenta tus
obras,
efímeras y mundanas;
tampoco un grupo
famoso
quiere cantar tu
semblanza.
Pero eras más que
todo eso,
y porque nunca hizo
falta
te lo escribo, para
siempre:
eras… mi hermano del alma.
Hasta aquí hemos
llegado, y
la despedida se
alarga;
si has de volar que
sea alto,
ya tienes libres las
alas.