eltijoaquin@hotmail.com - facebook.com/El Ti Joaquin

domingo, 5 de mayo de 2024

Al More.

 


Carta para el More, con destino al cielo.

(Señor cartero: como no sé la dirección, si no está donde debiera busque donde haya un ambiente agradable y distendido; o donde se coma bien, con él de cocinero o comensal; o en algún jardín, pero de los naturales, sin follones; o en medio de una concentración de moteros, o si se trata que ayudar a alguien, por ahí estará.)

Querido hermano, y nunca mejor dicho:

Éste es sólo para ti, incondicional seguidor de este blog, estés donde hayas ido a parar. Te lo debía, lo sé, y aquí te va.

No, no me había olvidado; es que algo precipitado hubiese sonado a despedida, y ni a ti te gustaban ni a mi tampoco, aunque esta vez parezca que va en serio.

Es que no me quiero despedir. Prefiero pensar que sigues en tu adorado Cadaqués, solo que por la distancia y sus curvas tardaremos en vernos. Prefiero pensar que el teléfono tampoco va porque todo está bien y no hay nada nuevo que contar. Y si nos toca envejecer lo haremos contigo siempre pendiente. Quizás hasta te confiemos algún nuevo proyecto, o algún secreto; no hace falta que contestes, es fácil imaginarnos tu respuesta.

No es que fueras perfecto, pero siempre fuiste un hermano particular. Genio y figura.

Tengo un ciento de anécdotas y demás historias de un hermano de bolsillos rotos y corazón con grúa para remolcar gente perdida, o sin perder. Casi hace nada que nos vimos y ya extraño tu manía paternalista. Pero no todos nacemos con determinados dones. Y tú atesorabas unos cuantos.

Ya con poco más de tres años, y yo con algunos domingos de vida, le diste unas patadas al cura en mi bautizo porque pensabas que me querían ahogar. Le estuvieron bien; eso se explica antes de remojar un niño tan pequeño. Tres añitos y ya apuntabas maneras.

Siempre fuiste un “culo inquieto”, de un lado para otro hasta tirar el ancla donde es costumbre y necesidad. Un sitio guapo, vale; al que nunca quise ir hasta que me obligaste. Al contrario que tú, yo no soy de viajar; porque ni siquiera conozco todo Osilga, a un tiro de piedra de mi casa, como para ir a… ¿Gerona? Pero me llevaste algo muy valioso y no me quedó más que liar la manta a la cabeza y salir tras él. Me enfadé y alegré a partes iguales, realmente tenías razón (como otras veces); irse lejos reconforta, y entre unas cosas y otras vuelven las pilas a tope.

Tu último proyecto sólo se cumplió a medias. El dilema entre una merecida jubilación al lado del mar o tierra dentro, en la casa que te vio nacer, sé que ocupaba el poco espacio que le dejaban tus sueños. El mar tira, y el terruño también. Los amigos estaban allí, muchos; pero también los tenías aquí, tantos o más. Un pie allí y otro aquí con mil kilómetros por medio no parecía forma adecuada de descanso. La balanza oscilaba hasta que todo se detuvo.

Porque nunca pensamos en que todo se puede detener, ese todo te pilla a pie cambiado. Y nos coge desprevenidos, como chaparrón en campo abierto. Llovió tanto que también lo hizo por dentro. Y sin consuelo.

Para todo tenías salidas. Hasta cuando no había salidas, tú tenías una. Aunque fuera bomba de humo, y puerta trasera. Y frase inevitable: “que os den…”

Con tu última bomba de humo reuniste a tus hermanos; gracias, porque nunca fue fácil. Juntaste a tus amigos, unos presentes, otros en la distancia. Todos teníamos un montón de cosas que decirte, pero desde la puerta trasera todavía me parece estar escuchando… “que os den…”

Un placer haberte conocido.

Ve con Dios, hermano.