Tengo que
reconocerlo. Llevaba un tiempo comentando con mi gente (si venía a colación, y
si no también) la excursión a Palencia del pasado domingo 24 de abril. Una
visita en la que no íbamos a pasar desapercibidos, pues acompañábamos a unos
leoneses altos y bien vestidos que vayan donde vayan llaman la atención: los
Pendones. La organización, como siempre al gusto de la gente que se desplazó de
una comarca tan amplia, estuvo compartida a tres bandas: la Concejalía de
Cultura del Ayuntamiento de Palencia, la Asociación del Pendón de poza de la
Vega, y la Asociación Cultural Pendoneros Virgen del Castro; con el apoyo, hay
que decirlo, de la Diputación de Palencia y de los incondicionales Pendoneros
de León.
La excusa, y a la vez
el motivo del evento, fue el homenaje a Victorio Macho en el cincuenta
aniversario de su fallecimiento, con la subida al Cristo del Otero, una de sus
muchas obras. Es una impresionante mole de cemento de más de 20 metros de
altura que representa el Sagrado Corazón de Jesús, y el símbolo apreciado de
los palentinos. Se irguió en 1931, en lo más alto del Otero, un altozano desde
donde se divisa y Él parece bendecir buena parte de la ciudad. A los pies del
Cristo se encuentra la ermita de Santa María del Otero, un pequeño museo con
vida y algunos trabajos del escultor, y para dejar constancia del apego a su
tierra y a su gran obra, su sepultura por deseo propio. Un conjunto que yo
describiría con las dos palabras famosas de Jesulín: Im-Presionante.
Como siempre, me lié
al contar gente y Pendones participantes, dicen que 350 de unos y 40 de los
otros. Para mi, de éstos últimos no importa tanto cantidad como calidad, cada
cual aporta al desfile lo que tiene; es mi forma de no distinguir entre Pendón
y Pendoneta, y hacer un gran saco con todos los participantes. La verdad es que
pude acariciar sedas del año catapún, algunas rasgadas, en varas de corta
estatura pero alto valor de la zona palentina. Eso también tiene su enjundia.
El recuento de grupos, también según dicen, estuvo repartido en 15 de Palencia,
15 de León, y uno de Zamora, el nuestro del Valle de Vidriales. Y como siempre,
recordar los buenos pendoneros venidos de otros pueblos, entusiastas seguidores
que no dudan en ayudar al más débil (sin que se note) para conseguir desfilar
con armonía y elegancia; éste es el espíritu pendonero.
Para la comida, como
suele suceder varias veces, se puso en marcha el “hormiguero”. En un ir y
venir, y santiamén, se montaron mesas, sillas, y sirvieron bandejas con orden
militar en un improvisado autoservicio. De la misma forma se recogió todo al
marchar, no es poco contar con una zona limpia y sombreada como para dejar
algún trabajo a mayores de la cuenta. Una suculenta paella (muy bien por las
cocineras) y de nuevo a los autocares. Hay que agradecer también a la Policía
Municipal su ayuda a la hora de movernos por la ciudad con el camión de las
varas y los autobuses; esta vez nos llevaron a la Plaza Mayor, para vestir de
nuevo las varas y desfilar por la calle Mayor Principal hasta un parque, el
Salón. Allí músicas, exhibiciones de Pendones, bailes regionales… folklore del
guapo, la guinda de un día intensamente satisfactorio. ¿Podremos volver? Me
apunto.
Pero parece ser
natural que lo bello tenga que venir acompañado de algún pesar, véase las rosas
y sus espinas. O compárese con lo sucedido apenas iniciar viaje a Palencia, cuando
unos miembros de Tráfico detuvieron e inspeccionaron en la autovía nuestros
autobuses. En general no nos pareció mal el hecho, al contrario, es bueno el
control por la seguridad de todos. Lo triste y lamentable (todo se acaba
sabiendo), es que pudieron actuar porque alguien les avisó diciendo que en
nuestro viaje se cometían serias irregularidades. Por supuesto que no, y así
quedó demostrado. Para más INRI el, o los denunciantes, parecen estar
relacionados con este mundillo del folklore, o eso creen ellos; y no fue más
que un intento de sabotaje de un gran día para palentinos, leoneses, y cuantos
disfrutaron con la fiesta. Y volveremos, claro que si, y hablo en nombre de
todos y de la libertad de movimiento, e iremos donde nos plazca o seamos
invitados, sin mayor interés que el de disfrutar y hacer disfrutar de nuestro
acervo patrimonial. Parece que esto a alguno le revuelve las tripas, ¿no?...
pues que sea para mucho rato.
Museo
Ermita
Comida
Desfile
Adios, hasta otra.
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