Ya no es la primera
vez (y espero que no sea la última) que en el ir y venir por los pueblos
vidrialeses alguien me manda parar para enseñarme alguna cosa, sabiendo de mi
blog y de mi gusto por la investigación, sea del tema que sea. En éste caso,
una persona que me pidió encarecidamente permanecer en el anonimato, me regaló
un “palo que tiene algo tallao, “pa” que estudies un poco…”
En primer lugar, me
gusta conocer su procedencia, y resultó ser mero relleno en el hueco de una
ventana de un viejo edificio en el que ya se habían hecho otras reformas. La
ampliación, para la colocación de una ventana nueva sacó a la luz un “madero,
que parecía que tenía formas”, aún envuelto en el barro. Es de agradecer que no
acabara en la lumbre, por la gran cantidad de carcoma que lo corroe.
Es madera maciza y
liviana, de 20 cm de grosor máximo, y de 52 cm de largo. Es cierto lo de la
talla, que aparece en cuanto se elimina el polvo y el barro de los rincones, y
resulta ser una escultura de bulto redondo aunque sin terminar por detrás. Con
mayor limpieza aparecen los primeros restos de pinturas y estucos, y
sorprendentemente, aunque débiles, también dorados.
A primera vista le
falta la cabeza, y creo que estaba muy detallada a juzgar por lo bien labrada
que está la parte superior del cuello y el principio del vestido. El brazo
derecho forma un ángulo recto y se cierra sobre el pecho, terminando en puño
cerrado. El brazo izquierdo está totalmente destruido por la carcoma, pero
debería mantener la misma posición para terminar en el claro escudo medieval, triangulado,
que le protege el corazón. Los pies están bien definidos, aunque a distinto
nivel. El derecho es el inferior e indica que la figura está apoyada en un
pedestal. Del puño derecho desciende lo que parece la vara de una lanza, puesto
que en esa línea se intuye una figura mitológica, un dragón con la boca
abierta. El pie izquierdo sujeta al animal, que abre sus fauces hacia el
caballero armado.
La talla es muy
pobre, y se realizó en un tronco con corteza. Atravesando el escudo, el dragón y
el pedestal se aprecia la capa oscura que media entre corteza y madera (me
atrevo a decir) de un conocido árbol autóctono: el “humero” (aliso). En origen,
la corteza formaba parte de la talla, y por delicada, fue la primera en carcomerse
y soltarse. El resto también es golosa para los insectos xilófagos, sólo el
humo la preserva, y de ahí le viene el nombre “humero”, porque es muy utilizado
en las cocinas “de humo”, o de “curar la matanza”, las más antiguas, en las que
se hacía el fuego en medio, en el suelo, y el humo inundaba todos los rincones.
Es una madera muy fácil de tallar, usada para las galochas o madreñas, porque
su viruta y serrín son suaves.
La iconografía no deja
lugar a dudas: es San Jorge, en la versión de una leyenda que es a su vez el
prototipo de todas las leyendas de caballeros que rescatan a princesas. Parece
ser, según versiones, que en algún lejano lugar un peligroso dragón hizo de
guarida las inmediaciones de la única fuente que abastecía de agua potable una
ciudad. Para apartarlo en el momento de buscar el agua para el día, los
lugareños dejaban animales en un lugar apartado para que el dragón saliese a
comer. Pero hubo un momento en que se agotaron los animales y no tuvieron más
remedio que ofrecerle doncellas, si querían sobrevivir.
Largo tiempo duró el
sacrificio de jóvenes, hasta que le tocó el turno a la bella hija del rey.
Cuando esperaba aterrada su triste final, apareció un valiente caballero a
lomos de su montura y de certeros golpes acabó con la vida del dragón y con
aquella pesadilla, liberando al pueblo para siempre.
He consultado a uno
de los que más saben de iconografía en Vidriales, el párroco de casi todos sus
pueblos, Don Miguel Hernández, para saber si hay algún San Jorge en los
retablos de sus iglesias, y el resultado es negativo. Ni pintura ni escultura,
a pesar de la riqueza y variedad de imágenes. Me parece extraño, sabida la
presencia en el valle de templarios, fieles devotos de San Jorge. Una historia
curiosa, la de la polémica estancia de la orden militar de caballería, que me
parece interesante recordar.
Uno de los documentos
más antiguos que nombran el monasterio de Ageo, está fechado en enero del 1154,
por el cual se regala (algo muy extraño según los historiadores) por parte del
rey de León Alfonso VII al abad Don Suero el monasterio para su restauración y
reforma. Sólo unos años más tarde, Don Suero dejaría su propiedad para ser
elegido como obispo de Coria (Cáceres), en manos de Pedro Pérez, monje y
diácono, en las mismas condiciones que lo recibió. Era el año de 1156. Don
Suero falleció en 1169 dejando de nuevo a Pedro Pérez como su sucesor en el
cargo de obispo de Coria, abandonando la dirección del monasterio Vidrialés. En
1182 llegan los templarios a la cabecera del valle y “per ptentiam secularem”,
esto es, por fuerza militar, desalojaron a los monjes cistercienses y se
quedaron con Ageo. Éstos, refugiados en San Martín de Castañeda, recurren al
Papa Lucio III para que les devolviesen el monasterio. La sentencia papal fue
favorable a los monjes, sin embargo los templarios , según palabras del padre
Alonso, historiador, “se quedaron con ello”. Con todo y contra todo, los
templarios dirigieron Ageo hasta 1310, año en el que la orden queda disuelta,
sus miembros aniquilados, y la casa monástica pasó a ser comunidad parroquial
administrada desde Alcañices.
128 largos años,
conocido su “modus operandi”, los templarios controlaron Vidriales y
seguramente su contorna. Parece ser que en la ermita de Castrocalbón quedan
restos de su arquitectura, quizás en Villageriz, y posiblemente también en Uña
de Quintana, y el torreón de Ayoó fuera una tardía construcción para resistir
lo inevitable, la extinción de la orden. Pudiera ser que otras huellas
templarias sean las abundantes representaciones de sus venerados Santos: San
Bartolomé, María Magdalena, San Miguel Arcángel, San Blas, San Juan Bautista,
San Bernardo…, pero por alguna extraña razón San Jorge quedó fuera de la
imaginería… hasta éste hallazgo.
He limpiado la talla,
le he administrado un tratamiento contra hongos y xilófagos, y lo he envuelto
en plástico, para que dicho tratamiento sea más eficaz. En un futuro me
gustaría reproducir la imagen, con su cabecita, que me imagino larguirucha, con
su barba lacia, nariz recta, ojos bien definidos, y cabellera larga protegida
con un casco tipo capacete. Daremos tiempo al tiempo.
Gracias, mi anónimo
amigo.
CREO RECORDAR QUE EN LA IGLESIA DE SAN FELIX HAY UN SAN JORGE CON SU DRAGON.
ResponderEliminarBuen aporte, gracias. En cuanto pueda iré a verlo.
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