Creo que una de las obras de arte más cuestionadas es innata a la Navidad: los belenes. Y no porque se opine sobre las formas (es normal expresar los gustos), sino porque hay mucha gente empeñada en juzgar el fondo: la verdadera escena del nacimiento de Jesús.
¿Pero qué sabemos de ese suceso histórico? Prácticamente nada. Apenas que José y su esposa María en avanzado embarazo hicieron un viaje a Belén para empadronarse. Una vez allí, no encuentran posada digna, se produce el parto y acuestan al recién nacido en un “pesebre”. Otro texto dice que luego aparecen unos sabios o magos que han seguido una estrella y regalan al niño unos presentes muy valiosos en aquella época. Los evangelistas Lucas y Mateo nos han legado así de pobre el relato del nacimiento del personaje más importante de los últimos dos milenios, al contrario que su muerte, profusamente detallada.
Esto no quiere decir que entonces no podamos representar una escena en la que no pueden faltar tres personajes: un varón, una mujer y un niño de muy corta edad. Y la primera y principal razón es porque simplemente es arte popular, y nos gusta. A muchos nos gusta construir belenes y a muchos más verlos; porque precisamente, y ya lo dice el refrán, en la variedad está el gusto. Las figuritas de algunas representaciones pueden ser idénticas, o no; pero desde luego cada escena es única, y ahí es donde entra la imaginación y los recursos del artista… y por supuesto la crítica de los “realistas”.
Sin embargo, a nadie se le ocurre criticar una maqueta en la que se recrea el modelismo ferroviario, con sus vías y trenes a escala, dotados de movimiento, luces y otros efectos, en una escena natural imaginada; una afición que además cuenta con muchísimos seguidores, y que me parece una analogía perfecta al modelismo belenista.
Para mí un belén es un lienzo en blanco, y todo lo demás la paleta de pintura. Si en el lienzo no puede faltar la pintura, en el Belén tiene que haber representado un recién nacido con sus padres. No tiene por qué haber escena, ni un modelo a seguir. De hecho, se considera que una de las primeras representaciones del nacimiento de Jesús está en la Capilla Greca de las catacumbas de Santa Priscila, en Roma; es pintura y ni siquiera aparece San José.
(1) |
Tras otros casos de representaciones de nacimientos, no es hasta 1223 cuando comienza el belenismo, de la mano de San Francisco de Asís (Giovanni di Prieto Brenardone, 1182-1226) en una cueva de Greccio, un pueblo italiano. Este fundador de la orden franciscana, de las Hermanas Clarisas y de la Orden Seglar, pidió ayuda a un lugareño llamado también Giovanni para recrear una idea: “Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”. En cierto modo el primer belenista fue el lugareño Giovanni, quien manos a la obra construyó la escena siguiendo las directrices de San Francisco, introduciendo figuras y objetos que podían o no haber estado en el Belén primigenio, como es el caso del heno, el buey y el asno. El 25 de diciembre de aquel año, numerosos visitantes quedaron maravillados por ese primer belén, y espontáneamente un sacerdote decidió celebrar una misa, creando un vínculo inseparable entre la Eucaristía y esas representaciones del nacimiento del Hijo de Dios.
Esos nacimientos suelen llenar rincones en muchos hogares, en templos, o en salas de exposiciones, siempre según el ingenio de los artistas. Porque sí, cada belén es arte, arte popular, y los temas pueden ser tan variados que se da el caso de auténticas ofensas a la dignidad de los hechos, por rebuscar los elementos que cosifican y degradan los personajes históricos de una hermosa tradición dirigida a todos los públicos, también y en especial a los niños.
Una Navidad más, he colaborado en la construcción de dos belenes: el del Santuario de Nuestra Señora del Campo, junto con la Asociación Cultural Son de Los Valles (2), y el de la Iglesia Parroquial de Ayoó de Vidriales, con la ayuda de Matías. Dos versiones totalmente distintas del nacimiento, y ambas perfectamente válidas, sirviendo como ejemplo al debate del realismo que acabo de exponer.
El belén del Santuario partió de la idea de hacer una mezcla de tradición religiosa, exposición de indumentaria típica de nuestro valle, y una muestra de aperos y herramientas que se guardaron hasta hace apenas medio siglo en un lugar de las casas vidrialesas que da a la calle, llamado comúnmente “portal”. El primer y tercer punto lo creo conocer, no así el tema de los trajes, para el cual hemos contado con las expertas manos del grupo Son de los Valles, que abarcan el extenso mundo del folklore, y que luego complementarían con una gala de villancicos populares zamoranos.
Este belén consta de un “portal”, una composición más o menos artística que imita a la cueva de Greccio, que Giovanni - no me cabe duda - adornó con lo que tenía a mano para que pareciese un establo, el edificio donde se recogen las pocas pertenencias de los aldeanos más humildes, inevitablemente agricultores y ganaderos. Rescatados de la misma humildad son todos y cada uno de los enseres expuestos, restos de otros tiempos que engulló la revolución industrial del último medio siglo en la comarca vidrialesa.
Unos maniquíes han servido de percha a los originales atuendos que todavía se guardan en viejas arcas, en una colocación belenística: el encuentro de la Sagrada Familia con las primeras gentes que se acercaron al portal a conocer al Niño Dios.
Esa es mi visión, pero me parece imprescindible aportar la de Ángel María, miembro fundador de Son de Los Valles, principalmente sobre la indumentaria expuesta, porque me parece francamente muy interesante, y prácticamente imposible de simplificar:
"La
Virgen presenta un conjunto de gala, cual novia engalanada con
las mejores ropas guardadas con primor en el arca de la casa para la boda. Calza
zapatos
de
tafilete, calados y de hechura antigua con medias de algodón blancas
indicándonos su estado social. El rodao negro, de paño fino, con mandil
de terciopelo y chambra, donde destacan los
agremanes de abalorios y lentejuelas, que a su vez aportan elegancia y
enriquecimiento en el conjunto. Al talle, mantón de Manila con escenas
chinescas y sobrepañuelo de seda para evitar el roce y el sudor del mantón.
A la cabeza, pañuelo de cuadros de seda con cerras y mantilla de paño y seda
negra también con abalorios de azabache. Los pendientes de calabaza
realizados en plata dorada junto a una rica collarada de corales,
cuentas vítreas, medallas y relicarios de diversas devociones hacen que el
conjunto resulte de especial importancia.
El
Niño se
muestra con la indumentaria infantil que
con esmero se confeccionaba en casa para vestir a los recién nacidos. Como
prenda característica destacamos la mantilla de acristianar o envuelta
de paño fino con diferentes adornos con la que se rodea el cuerpo de la
criatura y el fajero con el que se ciñe la cintura. La chambra sirve para cubrir
el torso y los brazos sobre la cual se coloca el babero. En la cabeza
destaca por su colorido el gorrito engalanado con puntillas,
pasamanerías y galones, haciendo que la atención sobre el recién nacido recaiga
en las diversas prendas para así evitar los alunamientos y supersticiones tan
frecuentes. Sobre la cintura destacada el cinturón de dijes y amuletos para la
protección del bebé, tales como cascabeles, caracolas, medallas, ramas de
coral, evangelios e higas de azabache. Todas las protecciones eran siempre
pocas para una criatura indefensa.
San
José
se nos presenta como buen mozo con traje de gala compuesto de zapatos
de oreja, media blanca de algodón, ataqueras o bragas de paño fino con
botonadura de plata y cintas de seda a modo de ligas. La camisa
de cabezón, de lino con ricos bordados en el cuello y puños, armador
de escote de ventana con doble botonadura de moneda y faja
de color aportan vistosidad al conjunto, el cual se completa con la capa
de estameña parda, de las denominadas de “ala
de murciélago”, tan propias y exclusivas de Los Valles de Benavente. A la
cabeza, sombrero de paño con cinta de seda anudada al lateral,
distintivo predominante de la zona, con algún pequeño adorno obsequio de alguna
moza.
El
Ángel luce la indumentaria propia de los danzantes de la
comarca, quienes representaban a los ángeles en las danzas que interpretaban
principalmente en la procesión del Corpus Christi o en otras celebraciones
destacadas. Viste zapatillas adornadas con escarapelas de color y media blanca
calada de “ochos”, ligas de seda con borlas, enagua y camisa blancas. A modo de
alas lleva cintas y escarapelas de seda sobre los hombros, los brazos y el
torso. Va tocado con un pañuelo merino anudado a modo de
corona. La vestimenta del danzante se complementa con escapularios de diversas
devociones populares sobre el pecho, “pañuelos de tiber” a la cintura y
unas pequeñas castañuelas o “pitos” en las manos.
Las
mozas que se
dirigen al portal visten conjuntos vistosos por su colorido y composición.
* Moza de amarillo: luce
traje de gala antiguo con rodao amarillo de estameña con
labores de picao, mandil de estameña con bordados en lanas, faltriquera de tela
de pescadero con picaos, camisa de lino bordada, jubón
de paño con bordados en las bocamangas y mantón de cadeneta. A la cabeza un pañuelo
de algodón estampado denominado de palma. En cuanto al calzado se
aprecia el zapato de oreja y las medias coloradas. Porta en sus manos
una cinta
de seda como ofrenda, al igual que diversos exvotos de cera, que eran
ofrecidos a las imágenes de mayor devoción por favores recibidos o curaciones
de partes del cuerpo. Luce pendientes de arracada, gran cruz
de Caravaca, collarada de corales y diferentes
medallas.
* Moza de verde: viste
traje antiguo de gala con rodao verde de estameña con labores
de picado y aplicaciones donde destaca el colorido, mandil azul de satén, justillo
de paño y camisa de lino. Al torso
lleva mantón de mil colores. Zapato cerrado de piel y medias azules. A la cabeza, pañuelo
de lana con cerras, denominado “de tiber”. Luce joyería con varias vueltas
de coral y medallas de plata, patena de “corazón de novia” además
de cuentas de pasta vítrea denominadas “cuentas romanas” y
pendientes de polca. Sostiene un bebé ataviado con mantilla y gorrito de acristianar,
así como un dijero de amuletos.
*Moza de azul: lleva
traje dominguero con rodao azul de estameña con tachón de
terciopelo, mandil de lanilla bordado con lanas, camisa de lino,
jubona de estameña y mantón de algodón denominado “de
sandía”. Zapato de piel con medias de lana y pañuelo
de cabeza denominado “de palma”. Se completa el conjunto
con pendientes
de arracada, collar de vueltas de cristal y corales.
A estas letras solo puedo apuntar
que en el momento de hacer las fotos no había joyería, porque se retira al
final de cada evento religioso.
En todos los belenes,
dentro de la variedad, siempre destaca la misma esencia: el aporte extra de
ilusión y ternura. Hay muy pocos rostros que no se iluminan, aunque sólo sea
mínimamente, al encontrarse con un nacimiento, por humilde que sea. Al menos
los de la gente de buen corazón. Para todos ellos, el deseo de las tres “efes”:
felices y familiares fiestas, y que el viejo año que concluye haya sido menos
propicio que el nuevo que ya pugna por comenzar.
Feliz y auténtica Navidad.
Referencias:
1- elcorreoweb.es/aladar/cuando-surge-la-tradicion-de-montar-el-belen-BE7035715
2- https://www.facebook.com/SondeLosValles
Muy, muy interesante. Me ha encantado la descripción de los ropajes del Belén del Santuario. Una maravilla. Y estoy contigo en cómo describes los belenes en general. Los tres personajes principales y lo demás, ilusión de cada uno. También me gusta que lo hagas en bloques. Se lee mucho mejor. Un abrazo amigo. Paulina
ResponderEliminarCreo que el Belén del Santuario, se asemeja más a un museo etnográfico que al clásico Belén Belén. Me quedo con el de Ayoo.Yo soy de los clásicos. Ya puestos, podéis ambientar el del Santuario con música rapera de El Langui.
ResponderEliminar