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domingo, 14 de diciembre de 2025

Moratones: de muros y moros.


Un viejo proverbio reza así: “los árboles no dejan ver el bosque”. Cierto, y vamos con un ejemplo:

Una calzada romana del siglo I a.C. cruza el valle de Vidriales con origen en Astorga y meta en Braga, Portugal. En la chana de Castrocalbón todavía se puede ver en algunos tramos intacta, casi como la dejaron los constructores hace más de dos milenios; en el resto la carretera se superpone en casi la totalidad hasta las afueras de Santibáñez de Vidriales, donde lo hace un camino de concentración.


Esta vía tiene nombre propio y curioso: la numeración de las rutas romanas que se atribuye a Antonino Augusto Caracalla, parece ser que fue de Eduardo Saavedra en el siglo XIX, quien le asigna a ésta el número XVII del itinerario de Antonino, un anacronismo de libro. Sobre estas vías se señalaban millas y mansiones, siendo visitable un emplazamiento de milla en Fuente Encalada, y lo que se ha recreado de una mansión en Rosinos de Vidriales, un castellum o campamento romano estable.


Este campamento en realidad no es el original; lo rodea con una superficie cercana a las 18 hectáreas todo un asentamiento para una legión, la Legio X Gemina. Sin duda, metafóricamente hablando, junto con la calzada son un árbol enorme… que como veremos no nos ha dejado ver el bosque.

Son varios los historiadores que apuntan a que en la conquista del noroeste peninsular por Augusto, la X Gemina estuvo acompañada de otras dos, la V Alaudae y la VI Victrix, bajo el mando de un único general, el legado de la provincia Lusitania Publio Carisio. También que la X y la VI actuaron juntas, que tuvieron oficiales comunes y por tanto que sus campamentos o eran el mismo o estaban muy próximos. Por tanto, parece sensato buscar en las cercanías de Petavonium susodicho campamento, y resulta que es el bosque del proverbio.

José Luis Vicente González, para su "Bellum Asturicum" ya intentó encontrar ese campamento valle abajo, con la razonada idea de que, para asaltar el castro de las Labradas, Petavonium queda muy lejos. Además, buscó lugares o topónimos con referencias a lo moro, porque en la zona, todos los nombres sobre los moros o es romano o anterior; muy anterior, como el Casetón de los Moros, un monumento megalítico.

Un razonamiento digno de encomio, y quizás la distancia desde su domicilio y el desconocimiento de Vidriales le hicieron pasar por alto tan enorme topónimo que es ni más ni menos que el nombre de un pueblo: Moratones. Curiosamente muy antiguo; aparece en la España Sagrada con fecha en el año 1160.

En el artículo “Nuevas conjeturas de toponimia zamorana, el autor Pascual Riesco Chueca hace un estudio etimológico de Moratones. Dice que es un topónimo de compleja determinación:

1-   Por estar en plural.

2-   Por confundirse restos de la base prerromana mor(a) (montón de piedras) con el latín “maurus” y la voz “moro”, y cito textualmente “comúnmente vinculada en la tradición oral a cualquier resto ruinoso: en Zamora y otras provincias próximas, muchos restos ruinosos o monumentales son automáticamente atribuidos a los moros”.

3-   Y porque también podría venir del latín “murus”, o su derivado “muratus”, que podría significar amurallado, ceñido o defendido por muros.

Yo no entiendo nada de etimología, pero la verdad es que para lo que voy a exponer a continuación me viene de maravilla esta última acepción, “defendido por muros”. Un poco más adelante, el filólogo escribe que la referencia puede estar aludiendo a restos arqueológicos. Creo que hemos cantado línea, y seguimos para bingo.

Volviendo a la búsqueda de un campamento (defendido por muros) en Moratones, quiero recordar que las personas de mayor edad de Moratones, o particularmente Bercianos, recuerdan un camino recto, elevado, y como no podía ser de otra forma, llamado “el camino de los moros” a las afueras de Bercianos, en dirección Moratones. Un camino que parece morir ahí, que no continúa hacia adelante, y que fue destrozado ignorantemente por obra y gracia del Ayuntamiento de turno para abrir un canal.

(Para ampliar las fotos clicar encima)


Las fotos aéreas más antiguas lo muestran perfectamente; las más actuales lo hacen con el canal. Pero todas vienen a decir lo mismo, que extendiendo esa recta valle arriba nos lleva a… efectivamente, a los campamentos de Petavonium. Los romanos fueron maestros en aplicar la línea recta, porque hace el camino más corto y mejor defendible y los edificios más estables y sencillos, pura matemática y geometría. Otro ejemplo de camino recto lo tenemos muy cerca: extendiendo la calzada de la chana de Castrocalbón con una línea recta, pasaría por encima del castro que debían expugnar y marcaría el lugar donde debían acampar, otra vez Petavonium. Nada de casualidad. La religiosidad del ejército romano no dejaba sitio al libre albedrío.


 

En la explanada que en el futuro sería Petavonium acampó una legión, la X Gemina. Hay quien propone que fue después de pacificar a los indígenas. Difícilmente; lo digo porque el castro de Las labradas y el Marrón es tan grande y tan fortificado que pienso que incluso una legión eran pocos efectivos para su conquista. Por tanto continuemos la recta desde Petavonium hasta que muere el camino de los moros para ver qué podemos encontrar.

 

En los primeros mapas decentes, el MTN25 de 1982, ya señalaron un muro perfectamente recto en el lugar de los Arenales, justo donde acaba el camino de los moros. Partiendo desde la carretera, tiene aproximadamente 180 metros de largo. Cualquier observador con un mínimo de atención comprobará que los muros de huertas medievales, incluso sus caminos, no son más que culebrillas sin orden ni sentido. Para muestra el camino del conventico y sus huertas en San Pedro de la Viña.


In situ, ese muro de 180 metros (a) continúa con otro de 140 metros (b), igualmente recto. Y a continuación otro muro que al final lo destroza el camino, al menos otros 160 metros (c) con un pequeño quiebro al principio. Donde hemos comenzado a medir, podemos trazar una línea imaginaria hacia el Noreste de al menos 190 metros (d); pasaría por encima de un canal que para abrirlo desmontaron lo que parece el mismo muro, enterrado, pero con idéntica mampostería. Todo nos lleva a pensar que forma parte de un recinto, defendido por muros en su base, y sobre ellos tapial con una superficie mínima de dieciocho hectáreas si tomamos como lado Norte el viejo camino. Mi propuesta es un castellum, un campamento estable de planta irregular en el que podríamos identificar varios elementos:

-      Porta Decumana donde linda con el "camino de los moros".

-      Porta Principalis Sinistra, la carretera en dirección poniente.

-      Porta Principalis Dextra, la carretera en dirección naciente.

-      Via Principalis, la carretera o Via Petavonium-Lusitania.

-      Via Petavonium-Arenales, o “camino de los moros”.

Pero un castellum no es algo que se haga en pocas horas, como los campamentos de marcha o castra aestiva. Un castellum es todo un edificio amurallado para el que se necesita maquinaria y transporte, mucho transporte y mucho tiempo, lo digo como conocedor del mundo de la construcción. Es de pensar que muy cerca debería haber un castra aestiva, porque recordemos que estamos en terreno muy hostil, con los indígenas de Las Labradas – el Marrón a un tiro de piedra, y esto no es metafórico. Los romanos nunca pasaban la noche fuera de un campamento, mucho menos aquí; así que habrá que rastrear las fotos cenitales… y ¡¡eureca!!



A muy poca distancia, superpuesto en el lado de naciente del castellum, se aprecian tres líneas que parecen parte de la silueta de un rectángulo con las esquinas redondeadas. Idéntica orientación del castellum, o campamento 1. A este le daremos el 2, porque a lo mejor no hay dos sin tres. La anchura estimada son 135 metros, por un largo que podría estar en torno a los 160 metros: un tamaño estimado que podría superar las dos hectáreas, según cálculos de la aplicación. Al estar el castellum superpuesto, pienso que el dos es más antiguo, y sirvió para resguardarse y contener los ataques mientras se hacían las labores de construcción.


El caso es que a poco más de cuarenta metros del lado de naciente del campamento 2 aparece una línea paralela, nuevamente redondeada sobre el lado de la carretera. Observando otras señales podemos identificar el recinto 3, similar en tamaño al número 2. ¿Se trasladó este campamento al finalizar el castellum, aprovechando sus materiales, o es un campamento distinto, de otra unidad? El abanico de interrogantes no hace más que comenzar.





¿Eso es todo, amigos, como diría Porky?

Claro que no. Mucha gente mayor, de los pueblos aledaños, conocen un sitio donde “han aparecido baldosas”, identificando algún tipo de vivienda. Efectivamente, hay tégula superficial en un altozano a 500 metros dirección Oeste. Si nos remontamos en el tiempo, antes de la concentración parcelaria de la zona (el vuelo interministerial, por ejemplo), podemos ver tres cosas interesantes:

1-   Un camino que viniendo del Noroeste muere en el altozano.

2-   Un puente hacia el Este cruzando un ramal del arroyo Almucera.

3-   Una llamativa red de canales que toman el agua valle arriba.


Mi conclusión es la de una villa, o centro de explotación agrícola con algún tipo de edificio más lujoso y de ahí la tégula. No es casualidad que un poco valle arriba haya un topónimo Quintana, nombre tanto asociado a las villas romanas como a sus campamentos. Al lado de la villa, en los vuelos de antes de la concentración parcelaria, se puede ver una compleja red de canales de riego que podría indicar la producción: verduras y hortalizas. El altozano, además, serviría de mirador para controlar la actividad en las huertas. El puente sobre el Almucera garantiza el aceso rápido al campamento o a la inversa. 

Una vega al lado del castellum de Arenales aseguraría la producción local de alimentos, evitaría el transporte con sus riesgos y pérdidas, y nos indicaría que el campamento fue estable durante bastante tiempo, al menos algunos años. Todo un complejo campamental que contaría con cementerio compartido con Petavonium, a algo más de un kilómetro en dirección Tardemézar, donde se encontró una estela funeraria custodiada en el museo de Santibáñez.


Es bien sabido que La X Gemina y la VI Victrix adiestraron varias alas y cohortes de ástures; con estos datos ya no tendremos quejas por falta de espacio, sin tener que recurrir a los campamentos de la chana de Castrocalbón como campamentos de prácticas.

Un georradar, técnica no invasiva ni destructiva, en tiempo de descanso de las parcelas, estoy seguro que nos contaría mucho más que todas las fotos aéreas juntas. Pero de momento al menos quedémonos con tres datos importantes: 

1- la etimología de Moratones como antigua zona de muros;

2- un lugar donde perfectamente pudo acampar la legión perdida de Publio Carisio, la VI Victrix, compañera de la X Gemina; 

3-y dada la importancia de este complejo campamental en la antigüedad, el posible origen de la palabra Vidriales: Victrix con el sufijo -alis, (Victrixalis) como lugar de, o perteneciente a la Victrix.

Algunos me diréis que soñar es gratis.

Al menos me entretiene; ya dirá el tiempo lo que tenga que decir.

 

  

domingo, 12 de enero de 2025

Uno de geología:



Uno de los ejercicios más sanos y sencillos de realizar es el paseo. Se puede realizar en solitario o en número indeterminado, en buena charla o en silencio, siempre que cumpla la condición de hacerlo en paz y relajación. Por supuesto que en una ruta alejada de lo mundano, del ruido, y del peligro. Por esto que no entiendo a quienes pasean por las carreteras, con la de caminos y sendas preciosas que rodean nuestros pueblos. Además, con el aliciente de encontrar algún vecino de cuatro a muchas más patas, grande o pequeñito, asustadizo o campechano. Es el milagro de la naturaleza, una riqueza increíble que no solemos valorar ni como la mitad de lo que merece, y que por otra parte, de la que estamos rodeados en los pueblos.

 

Los domingos, a primera hora, suelo dar ese tipo de paseos. Paseo contemplativo, le digo. Además, tenemos la inmensa suerte de vivir en una zona de constante cambio en la vegetación o en los cultivos, y por tanto del color, para dar la sensación de que cada paseo es por un sitio distinto, con la cadencia de un año. Me parece tontería decir que me encanta nuestro entorno, ver crecer algunas especies vivas, en otras es necesario muchos años para darse cuenta de ello. Otra cosa es el “soporte” de tanta vida, el terreno, que parece impasible y que muestra detalles en la tierra o rocas a las que nunca prestamos, quizás, demasiada atención.

 

Hoy toca uno de esos detalles, descubierto en el paseo contemplativo de un reciente domingo. En una cuneta de un camino, bastante erosionada por la escorrentía, aparecieron unas bolas más o menos redondeadas que me llamaron la atención. No eran piedras comunes, como se podía apreciar a simple vista, y porque además estaban unidas entre sí por una especie de conducto. El soporte es barro, lo que hacía destacar mucho más dichas bolas, ya que suele ser un material homogéneo.

 

Recogí unas cuantas y volví a casa encantado; ya tenía algo que me pareció poco común para investigar. Para alguno de esos ratos perdidos que no tengo, pensé.

 

Hoy tocó. En el primer análisis superficial aparecen formas redondeadas sobre la principal, como si un fluido que sale del subsuelo a presión forma una bola donde el terreno se lo permite, y rompe luego su superficie para expandirse en otras bolas más pequeñas. Se observa también que en algún punto de la bola principal se abre un tubo o conducto por donde asciende el mineral a través del barro para crear otra bola o conjunto de bolas. Algo realmente curioso.

 

Rompí una bola para ver su interior, y se compone de varias capas concéntricas (como las cebollas) de un óxido, envueltas en barro, o algo que se le parece de color ocre. No tiene humedad, es un material seco y quebradizo, aunque claramente algún día fue como poco pastoso.

 

El siguiente paso, inevitable, era preguntarle al todopoderoso buscador de internet. Y parece que encontré la respuesta: se trata de Limonita. Limonita que no viene de limón, o limones, sino de “limo”, nombre con el que todavía en la zona se le llama también al lodo, fango o sedimentos pegajosos, que a su vez deriva del latín “limus”.

 

La Limonita en un mineral compuesto, también llamado Goethita. En la antigüedad se utilizaba como tinte, después de molida, para las tonalidades del ocre. En algunas pinturas rupestres se ha encontrado como pigmento. También como fuente de hierro, ya que se desprende con facilidad y resulta fácil de moler para tiempos pasados exentos de maquinaria. Pero quizá lo más relevante es que suelen ser marcadores de menas o filones de hierro. Algo que parece haber pasado desapercibido en la antigüedad, ya que mientras en la comarca hay topónimos o nombres de pueblos relacionados con la extracción y proceso del hierro, en Ayoó no conozco ninguno, o algo que se parezca a una mina de ese mineral.

 

El microscopio muestra una composición muy variada de colores y formas, parece ser que es fruto de millones de años de arrastre de otros minerales además del hierro que pueda contener.

 

A la Goethita también se le atribuye propiedades poco menos que milagrosas, dentro del discutible mundillo de la geoterapia. Desde desarrollar la creatividad, conectar con la tierra, a curar diversas dolencias del oído, nariz y garganta. La verdad es que desde que la descubrí padezco algo de catarro, así que no sé yo.

 

Dejaremos a las cosas en su sitio y volvamos al camino. Por cierto, más de tres décadas viviendo en este pueblo y aún quedan secretos tan chulos por descubrir. A por ellos: