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domingo, 6 de agosto de 2017

Esta fragua no se cierra.


En un lugar de Vidriales,
Santibáñez, “pa” más señas,
que levante el pie el pequeño,
el grande incline la testa,
el curioso abra los ojos,
quien quiera oír, las orejas;
no se queden en la calle…
por favor, pasen y vean.

Cruzando el local angosto
podremos ver, a la izquierda,
la fragua de tío Ginés,
que templara tantas rejas
y zadones, herraduras,
lo que la gente quisiera.
Ginés enseñó al sobrino
Manolo y dejó herencia.

Después el macho pilón,
y el taladro, con correas,
el esmeril, el soplador,
y el motor que los maneja.
Luego está la soldadura,
una nueva y otra vieja,
y la máquina de corte
quedó atrás, a la derecha.

Medio siglo machacando,
desde el alba a noche negra;
sufre y sueña, hasta que un día,
por fin el júbilo llega.
Los recuerdos y saberes
en el artista despiertan;
es amor por el trabajo:
esta fragua no se cierra.

Al fondo una ventana
quiere alumbrar una mesa;
amontonado desorden
donde el genio todo encuentra.
Aquí trabaja Manolo
lo que dicta su cabeza,
a poder ser en el hierro,
y cuando no en la madera.

Aquí nacieron la casa
de la fábrica, la Iglesia,
el arco, icono del ferial,
chimenea y alcoholera.
Miniaturas de labranza,
de máquinas y herramientas;
Sancho y Quijote defienden
el lugar donde se muestran.

Hizo el carro de las vacas…
no le falta ni una pieza,
con los clavos y tornillos,
tentemozos y bracera,
y las pernillas de acarrear,
como antaño, “pa” las eras;
tantos radios y pinazas…
y los aros en las ruedas.

Si algún día me jubilo,
Dios me dé salud, quisiera
ser parecido a Manolo,
a su edad tener su fuerza,
su alegría y saber estar,
su maestría y paciencia.
Acabo aquí… por terminar;
que, por decir… ¡cuánto queda!

---ETJ---



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