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domingo, 30 de mayo de 2010
El palomar
Ya se fueron los huéspedes y las zarzas denotan desidia. Ni siquiera como trastero es útil. Atrás quedaron años de abundancia, de mimo y esmero. Gran fuente nutritiva, solo para sibaritas, apreciada en los banquetes y celebraciones, para agradecidos regalos, en inesperadas visitas, para orgullo familiar. El palomar se ha quedado solo, todo él es una inmensa gotera y ya las grietas avisan que está llegando a su fin. Su interior, todavía blanqueado, nos muestra la saturación de agujeros para los nidos. En las paredes de tapia quedan los ecos del bullicio y de la convivencia de docenas de parejas, fieles hasta la muerte, amantes de la vida familiar. Solo necesitaban un agujero y un poco de paja para crear vida y un hogar. Incluso ante la peor de las injusticias, la pérdida de sus huevos o sus crías a manos del propietario del palomar, las palomas vuelven obstinadamente a casa. La fidelidad hecha ave. La Biblia nos pone en conocimiento la más antigua leyenda sobre éste animal: Noé envió una paloma. Y es que la cría de palomas es muy antigua, hacia el 3000 a.c. hay referencias de palomares en forma de torre con muchas aberturas, posiblemente para conseguir guano, llamado en nuestra zona palomina, abono muy apreciado en la agricultura. Como curiosidad, la explotación de palomas se llama colombofilia, ¡quién lo diría!, es símbolo de belleza, recurrido piropo e icono de la paz. ¿Alguien da más?
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