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domingo, 2 de mayo de 2010
La chimenea
En Ayoó solo queda completa y en pié una cocina de arcos, máxima categoría de las cocinas “viejas”, o “de masar”, en las que la lumbre se hace en el suelo y los arcos dan amplitud y soporte a la enorme y pesada chimenea de adobes, con tejadillos o “faldas” para evitar la erosión de la lluvia, y con un acceso en una de sus paredes al horno, pieza fundamental en las casas por la necesidad de cocinar el pan. Otras funciones son el curado de “la matanza”, calentar agua o cocinar alimentos, generalmente para el ganado, y cómo no, dar un “calentón” cundo se llega a casa en los húmedos y fríos días de invierno. Creo que todos disfrutamos en éstas cocinas “al amor de la lumbre”, nunca mejor dicho, ante un magosto de castañas o un trozo de chorizo envuelto en una hoja de berza con un poco de vino y asado entre las brasas. Me río yo del mejor restaurante, en el que mojar pan está mal visto y comer encima de un “currusco” de hogaza, navaja en mano, el chorizo arriba mencionado sería motivo de expulsión, con lo que gusta. Y el ajetreo de los días de “matanza” en éstas cocinas, con la caldera calentando agua, las artesas preparadas para el adobo de la carne, la máquina de enchorizar sujeta en la mesa, familiares y vecinos entrando y saliendo y algún espabilado que ya le cortó un filete al recién muerto cerdo, y se lo está preparando a las brasas, desafiando a la triquina o a lo que haga falta. Y de aquel olor a pan recién masado no quiero ni hablar. Gratos recuerdos en edificios condenados a la destrucción. Una pena.
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