Parece
extraño afirmar que Ayoó tenga tradición minera, sin embargo así lo atestiguan
topónimos como “la mina”, al lado de La Manzanal; “la curva de la mina”, en la
carretera antes de llegar a Carracedo; o gente del pueblo que todavía trabajó
en la extracción del cuarzo que seguramente tenga que ver con el nombre del
valle “Vidriales”. De aquellos años nos quedan recuerdos del ajetreo de
máquinas y camiones y de las explosiones de la dinamita que perturbaba la paz
del monte; una tolva y una cinta transportadora abandonadas y una preciosa
laguna artificial que conserva el agua todo el año.
En nuestra Iglesia, quizás
no por casualidad, una imagen de la Santa patrona de la minería, Santa Bárbara,
ocupa la hornacina de un retablo, y con cohetes, misa, comida fraternal y
alegría, los mineros de Ayoó la honraron multitud de veces en su día, el 4 de
diciembre. Dos son las versiones más conocidas de la vida de Santa Bárbara: La
primera, un tal Alipio, científico y químico, enseñó a su hija Bárbara toda su
sabiduría, incluso el secreto de un potente explosivo. Pero ella prefirió ser
religiosa en un convento fundado por San Agustín, en Hipona. En el año 430 Alipio
solicitó la ayuda de Bárbara para defender la ciudad del ataque de los
vándalos. Él murió poco tiempo después atravesado por una flecha, y ella, tras
14 meses de resistencia, se refugió en su convento junto a las demás
religiosas. Para evitar los ultrajes de los bárbaros, hizo estallar una gran
cantidad de explosivos acumulados en el sótano, muriendo vencedores y vencidas.
La otra, más religiosa si cabe, cuenta como en el siglo III, la bella hija de
un tal Dióscoro, fue encerrada en una torre con dos ventanas, para prevenirla
de los “males del mundo”. A Bárbara, que así se llamaba, le llegó a las manos
en secreto una Biblia, y al término de su lectura, impresionada, mandó abrir
una tercera ventana en su prisión para que le recordara la Santísima Trinidad.
Cuando su padre se enteró trató de hacerla renunciar a su fe, y no pudiendo, la
decapitó personalmente. Después de la ejecución, al volver a casa, un rayo cayó
sobre Dióscoro, causándole también la muerte. De ahí viene la Santa protectora
de las tormentas y el dicho “acordarse de Santa Bárbara cuando truena”.
Muy
cerca de Ayoó, en Calzada de la Valdería, han conservado hasta hace poco tiempo
la tradición de tocar una campana consagrada a esta Santa en caso de tormenta;
ahora no se realiza, y no por falta de fe, si no por la molestia que ocasiona
en la avanzada edad de los actuales vecinos. En nuestro pueblo las tormentas
han causado irreparables daños, dicen, por la humedad del suelo, por la
orografía del terreno o por casualidad, el caso es que cuando el destello es
intenso, y seguido, el ruido ensordecedor, instintivamente encogemos los
hombros y deseamos que haya sido lejos de la gente, aunque la probabilidad que
a alguien le caiga un rayo encima, según las odiosas estadísticas, está en 1
entre 3 millones, más fácil que acertar la lotería primitiva, (1 entre 14
millones…).
¡Que Santa Bárbara nos proteja!
Vivo desde años en mi casa "Santa Barbara de las tormentas", que era el nombre del sitio. No conocío esta leyenda sin ahora, porque nadie pudo explicarme el origen. Muchas gracias, soy mui contenta de aprender esta bonita leyenda. Ciudadana suiza en provincia de Malaga.
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