Algo de
extraordinario deben de tener las puertas para que ni el cielo, aunque sea
simbólicamente, se libre de ellas. Por estar donde terminan los muros, la
primera impresión podría ser de debilidad o de fortaleza; dependiendo de su
estado nos dará libertad o prisión; su tamaño podría confundir nuestra
verdadera estatura al franquearlas, y la visión de algunas no nos dejará
indiferentes.
La palabra puerta tiene un origen romano. Parece ser que para fundar una
nueva ciudad, iniciaban una serie de ritos heredados de sus ancestros etruscos; destripaban algunos animales para observar sus entrañas, en un hoyo
depositaban tierra de su ciudad de origen y levantaban un altar, y luego
marcaban el perímetro del nuevo asentamiento con un surco, labrado con un arado
de bronce, y tirado por una vaca blanca por la parte interior, uñida (uncida)
con un blanco buey por la exterior. La vaca simboliza el hogar, la familia que
se instalaría en el interior, y el buey la fuerza, la defensa y la protección
ante el enemigo que podría acceder desde el exterior.
Saltarse el surco era
sacrilegio, se interpretaba como una burla de los más elementales principios
sociales, y que podría destruir la mágica barrera y dejar la ciudad sin
protección. Cuenta la leyenda que Rómulo, fundador de Roma, mató a espada a su
propio hermano Remo, por saltarse la tierra recién removida por el sagrado
arado, para que su vida y su nombre restituyeran el daño causado.
Pero en
alguna parte del trazado del perímetro se dejaban unos metros sin surco, para permitir
la entrada a la ciudad, en ese espacio el arado se levantaba de la tierra y se
portaba (en latín “portare”) hasta el punto donde se volvería a hincar; así
nació la puerta. En nuestro valle Vidriales, donde también el ancestral rito
marcó los límites de una ciudad romana, y sobre una de sus ruinas, se yergue
uno de los edificios más y mejor fotografiados de la comarca. Ni la belleza del
conjunto, ni la devoción a su moradora, patrona de los vidrialeses, ofrece duda
alguna.
Las antiguas puertas principales, cubiertas con una chapa de hierro
para evitar el deterioro causado por los devotos jornaleros en su camino a
Tierra de Campos, que extraían para llevarse un pedacito de madera a modo de
reliquia o amuleto, han dejado el sitio a otras, con una historia, si cabe, más
importante. De otra ciudad de origen romano, Astorga, antaño unida a Vidriales
por una importante calzada, y de la entrada principal del seminario diocesano,
han pasado a formar parte de nuestro santuario unas puertas restauradas en su
día por el artista benaventano José Luís Coomonte, creando así otro vínculo
entre las dos ciudades.
Ardua labor el trabajo necesario, a juzgar por el peso
de cada hoja, y por las nuevas labores de restauración. Fue necesario cortar un
trozo de su dura madera en la parte inferior, lo mismo que otro tanto de la más
dura piedra para alojar la superior, y así encontrar el término medio para una
óptima adaptación. A la vista del resultado, llama la atención su robustez y
elegancia. Interiormente salvo por algunos herrajes, se ha respetado el color y
la forma originales. En el exterior se han renovado por completo. Nueva coraza,
recordando el hecho histórico que aconsejó colocar la antigua. Nuevo color, que
nos recuerda la advocación de nuestra patrona, la tierra, cuna del campo. En su
base, un saludo o una oración, o un deseo para lo que es algo más que una
imagen o una fiesta.
Y quizás no haya querido la casualidad que contenga tantas
simbólicas cruces como parroquias el valle Vidriales, aunque ello no sea óbice
para que otros pueblos cercanos, como Brime de Sog o Uña de
Quintana participen activamente en la celebración de actos, lo mismo que gentes
venidas de otros lugares. El sol y la luna tienen que ver con mi pasión por la
astronomía, y con la estrecha relación de éstos símbolos con la religión
cristiana; así, bajo el arco de medio punto se acoge lo mundano, lo terrenal, y
por encima lo espiritual y religioso.
El hierro y la madera, junto con la
piedra de sillería de la torre, parecen formar un conjunto armónico y digno, nadie
podría decir que estas puertas no nacieron para éste edificio; que sea por
muchos años.
Me encomendaron su ajuste, colocación y reparación, espero haber
estado algo cerca de la altura de tan magna obra, yo y todos los que directa o
indirectamente han colaborado en este proyecto, ya hecho realidad. Desde aquí a
todos, gracias.
http://www.laopiniondezamora.es/benavente/2012/01/12/obra-coomonte-rosinos/571915.html
http://www.laopiniondezamora.es/benavente/2012/02/16/luz-verde-arreglo-cubierta-torre-santuario-rosinos/580366.html
No desmerece en nada la puerta restaurada comparándola con la original; si un artista la ideó como entrada a un importante edificio maragato, otro, El Ti Joaquín, la acondicionó como entrada principal al Santuario de la Virgen del Campo, devolviéndole otra nueva juventud y expresión de actualidad, fortaleza no exenta de elegancia, seguridad y armonía con el conjunto del edificio y su entorno. Considero estupenda la foto en la que se juega con soles y sombras. La luz de Vidriales es única en España y su autor consiguió conjugarla con la puerta. Los repetidos arcos hacen recordar en su parte superior otras construcciones monumentales. La Virgen del Campo y los vidrialeses han de estar contentos con la obra.
ResponderEliminar