Casi me da pena el
desconocimiento general de los ayoínos en torno a la extensa historia de
nuestro pueblo. Me gusta divulgarla “dejándola caer” entre la gente, y cuántas
veces siento el desinterés total y el aburrimiento; entonces abandono, y
comienzo a hablar de fútbol, de recortes, de violencias varias…, que de eso
todo mundo “sabe” y así se anima la conversación. Pero no se porqué lo primero
me estimula y satisface, y lo segundo acaba despertando mi dormido mal humor. Hace
unos días me sucedió una anécdota: después de contarle a un amigo ayoíno que
San Genadio partió de Ayoó con 12 compañeros, me contestó graciosamente que eso
podía ser “la docena del fraile”, que son 13. Parece ser que la frase se usa
para esa situación en la que alguien se quiere aprovechar de otro mediante un
engaño para obtener una demasía, porque el viejo cuento era así:
“Un fraile fue a
comprar huevos y le dijo al vendedor:
- Voy a llevar una docena, pero quiero que me los pongas por separado, porque son para distintas personas. El Abad me ha pedido media docena (6), el sacristán un tercio de docena (4), y para mí un cuarto de docena (3). El fraile pagó los 12 huevos y se marchó, aunque con el cuento llevó 13. Pero el desconfiado vendedor, hizo aparte las cuentas y encontró el engaño del fraile. En la siguiente visita, al hacer el mismo pedido, el comerciante le dijo:
- Voy a llevar una docena, pero quiero que me los pongas por separado, porque son para distintas personas. El Abad me ha pedido media docena (6), el sacristán un tercio de docena (4), y para mí un cuarto de docena (3). El fraile pagó los 12 huevos y se marchó, aunque con el cuento llevó 13. Pero el desconfiado vendedor, hizo aparte las cuentas y encontró el engaño del fraile. En la siguiente visita, al hacer el mismo pedido, el comerciante le dijo:
- Mire, señor fraile,
he decidido que las docenas se venden enteras, ya hará usted el reparto por el
camino.
Pero no siempre 13
fue docena para beneficio. En el siglo XII, en Inglaterra, el Rey Enrique III
decretó que los panaderos o elaboradores de cerveza que engañasen en la cuenta
a sus analfabetos súbditos, pagasen con la mutilación pública de una mano. Para
prevenir el error, los panaderos al vender por docenas añadían una
decimotercera pieza, así en caso de error, extravío, o pieza defectuosa
evitaban “quedarse cortos”, en el más estricto sentido de la expresión.
Es difícil saber
porqué San Genadio escogió a doce compañeros para su viaje, pero por qué no, nos
lo podemos imaginar. La primera explicación pudiera ser la casualidad, un grupo
duodecimal de voluntarios para emprender una nueva tarea. Otra sería los
precedentes bíblicos: los doce hijos de Jacob y las doce tribus de Israel, los
doce frutos del Espíritu Santo, las doce estrellas de la Virgen Inmaculada, los
doce apóstoles de Jesús, etc. O tal vez sea una cifra meditada, necesaria para
el importante proyecto de restauración que Genadio expuso al Abad Arandiselo,
su maestro y mentor. Tomando como base justicia y equidad, seguramente nuestro
santo buscara la perfección en el número para garantizar un resultado óptimo. El
12 ha sido la cifra más importante en la historia de la humanidad, y para el
reparto de futuras tareas es divisible por 1 (la totalidad), por 2 (la mitad),
por 3 (tercios), por 4 (cuartos), por 6 (parejas) y por 12 (individuos). En el caso de alguna baja, el mismo Abad
abandonaría temporalmente el cargo para unirse a sus compañeros, y así la “docena
del fraile” se convertiría en “docena de panadero”, para imparcialidad y
armonía. El tiempo también se regula en base a la docena; doce son los meses
del año, dos veces doce las horas diarias, cada hora cinco por doce minutos y
cada minuto cinco por doce segundos. El zodíaco, como reloj nocturno, también
tiene 12 signos; cada uno se desplaza en el cielo desde nuestra posición 30
grados de arco en 2 horas. Los monasterios, hasta no hace tanto tiempo, han
sido los guardianes del tiempo y del calendario. Necesitaban el control de
ambas cosas para garantizar la precisión en la celebración de las liturgias. El
santoral y la fecha móvil de la conmemoración de la Semana Santa necesitan
exactitud en el calendario anual; y los relojes de sol diurnos y el
conocimiento astronómico nocturno marcarían las horas de tareas, comidas y
descansos para cumplimiento de las reglas establecidas, hasta la llegada en el
siglo XVII del reloj mecánico y el abandono de la observancia del movimiento de
los astros. Otra docena, muy curiosa, es la exclusiva de horas en los relojes
de sol de los monasterios de San Fructuoso; todos estos datos los conocía
Genadio, así que puestos a escoger número… yo también me inclinaría por el doce.
Cuenta la biografía
de San Genadio que reconstruido el Monasterio de San Pedro de Montes, en el año
895, “fue preciso cuidar de lo formal”,
por lo que acudió a Astorga y el entonces Obispo Ranulfo lo señaló Abad, “mandándole observar la regla del Santo
Patriarca San Benito”. En el año 898 muere Ranulfo y Genadio ocupa la silla
Episcopal de Astorga “no por deseo que
tuviese de salir del desierto, si no porque su prudencia y santidad desprendían
de allí tales resplandores, que no le permitían ocultarse. Pueblo, clero y
monarca fueron necesarios para arrancarle de donde se había refugiado. El Rey
Don Alfonso el Magno no quiso permitir que una luz semejante permaneciese
cerrada entre los montes, si no que luciese a todos sobre el Candelero de la
Iglesia”. Genadio Obispo fundó
varios monasterios más, los surtió de libros y dispuso que fueran comunes a
todos, una vez leída una parte pasaría al siguiente y recogería el anterior. Es
sin duda la primera biblioteca ambulante de la historia de la humanidad. “Como las cosas violentas no pueden ser permanentes, continúa la
biografía, y el Santo se hallaba violento
fuera del desierto, donde tenía depositado el corazón, procuró después de
fallecer el Rey Don Alfonso Magno renunciar la dignidad pastoral, y acabar su
carrera abstraído del mundo, escogiendo por morada aquellos santos monasterios
que había edificado, donde estuvo hasta el final de los días”. Del mismo
modo que las lunas de Júpiter son visibles a ojo desnudo, pero el brillo del
planeta las encubre, la luz que mencionara Don Alfonso Magno eclipsaría los méritos
de su Obispo sucesor Fortis. Sabemos que el repuesto Rey Ordoño II “tomó consejo y parecer del santo, sobre quien
le había de suceder en la Dignidad, y de común acuerdo fue nombrado Fortis”,
otro ayoíno, del grupo de los doce. Era a primeros de octubre del año 920. Varios
años revivió San Genadio la vida cenobítica. La cultura, la lectura, la
naturaleza, y parece ser la pasión por el juego del ajedrez fueron sus
preferencias, seguramente acrecentadas durante los últimos años de vida. El 25
de mayo del año 936 muere y es enterrado en Santiago de Peñalba, y en ese día
el santoral lo recuerda para su veneración.
Astorga, en su “bella desconocida”
catedral contemplamos en tres formas de representación la figura de San
Genadio: como escultura en piedra en la parte derecha de la fachada principal,
como talla sobre madera en un cuarto de las puertas del sol, y como pintura en
el interior, en la parte trasera del coro (Fotografía 1). En ella se ve un
Genadio anciano, sentado, con un libro sobre las rodillas que simboliza
sabiduría, capa pluvial y mitra a su espalda en señal de su renuncia a la Silla
Episcopal. En la Iglesia Parroquial de Ayoó, una pintura de San Genadio
erguido, con solideo y nimbo en la cabeza, capa pluvial y báculo pastoral en la mano izquierda, mano
derecha expresiva señalando al centro del retablo y mitra a los pies por la
referida renuncia, nos trae a la memoria el aventajado discípulo del monasterio
Ageo, alumno de San Arandiselo, seguidor incondicional de San Fructuoso, y
ayoíno por el tiempo que duró su preparación. El próximo destino, Montes de Valdueza; seguiremos sus
pasos para comprender mejor las inquietudes de San Genadio, por el que ya siento
una condescendiente fascinación. Se nota… ¿no?
Hola;
ResponderEliminarSoy de Sevilla y he llegado hasta aquí buscando una referencia sobre la anécdota de "la docena del fraile" que menciona un erudito sevillano del siglo XIX, Francisco Mateos Gago.
Me he sentido identificado con su sentimiento de tristeza ante la indiferencia de la gente por conocer la historia del lugar que nos rodea. Yo también escribo un blog sobre mi ciudad y aunque no lo crea, también sufro esa indiferencia.
No conocía su localidad, Ayoó, pero estoy seguro de que debe merecer la pena conocerlo.
Un saludo.
Muy interesante.Genadio es un nombre q lleva en mi familia siglos;gracias por su trabajo
ResponderEliminar