Parece que fue ayer,
y ya suma más de cuarto de siglo el tiempo que he añadido, orgulloso, a mis
apellidos el de vidrialés. Casa, gente y costumbres nuevas… y amistades nuevas.
Si lo primero vino rodado de la mano de mi compañera, en lo segundo puse gran interés;
unos buenos amigos son un lujo para afrontar el diario acontecer. Personas con
quien “echar unas risas”, o también arrostrar esos malos ratos que compartidos siempre
son menos malos. Sin duda uno de los primeros y de los buenos, si no el
primero, fue Bernardino. Elegí la albañilería como profesión, y él llevaba el
tema metálico; desde un principio nos fueron complementarios oficios y
personalidades. No fue difícil iniciar una relación laboral y personal tan
estable que sobrepasa los 25 años sin un solo malentendido. Hoy me apetece
dejar constancia de este hecho en mi querido blog, en agradecimiento por todos
estos años de sincera amistad.
Bernardino es nieto
de su abuelo. Como todos, diréis. Pues sí y no, porque no todos tenemos el
privilegio de ser nietos del ti Silverio; fue una extraordinaria persona muy
conocida entre nuestros mayores por su ingenio y su agudo e innato sentido de
humor. Si “de casta le viene al galgo”, por alguno de los genes mi amigo heredó
la alegría y perspicacia de su abuelo. Con todo el respeto del mundo, al
conocer su honroso ascendiente, decidí apodarlo “Silvester”; el trato y el
tiempo me ha dado la razón. No voy a dedicar éste artículo a alabar personal o
profesionalmente a Silvester, trabajador como nadie, fino y detallista, si no a
relatar algunas de sus muchísimas anécdotas de su vida que hacen agradable e
imprescindible su compañía.
La primera ocurrió
siendo niño en Congosta de Vidriales, su pueblo natal, víctima de aquella
costumbre de colocar en la iglesia a los niños en el primer banco, en lugar de
hacerlo al lado de una persona mayor y responsable. Y los niños son niños, y
todos hemos pasado esa etapa, la de la revoltosa inocencia. Aquel domingo los
chavales tenían el día tonto; y claro está, Silvester no se quedaba atrás, si
no que aportaba al conjunto todo su potencial humorístico, disimulado en lo
posible, aunque era evidente en toda la iglesia lo que en el banco pasaba. En
el momento de la comunión del sacerdote, Bernardino dijo, lo suficientemente
alto para que lo oyeran sus compañeros:
- Que te
“atraguellas”… (atragantas)
Y cuando tomó el cáliz…
- Que te “pingas”…
(manchas)
Al finalizar la misa,
el señor cura les dijo a los asistentes:
- Esperad un momento.
Bajó del presbiterio
y reprendió con un cachete a todos y cada uno de los chavales; Silvester estaba
el último y más por el efecto de esquivar que por la dureza del castigo se le
fue la cabeza y golpeó la imagen que estaba a su lado, concretamente en el
cuerno de una vaquita de San Isidro, rompiéndoselo. Todavía hoy, la vaca sigue
descornada, aunque en breve trataremos de ponerle remedio.
El “que te
atraguellas” y el “que te pingas” , como otras muchas de sus frases han sido
recurso en incontables veces para animar las reuniones; en el bar o en las de
nuestra peña, fundada por Silvester, Celso el panadero, Miguel el cuete y el
que escribe. A la hora de ponerle nombre al grupo, y diseñar, como Dios manda,
unas camisetas tuneadas, llamé a Silvester desde el taller de diseño para
concretar uno de entre los varios nombres que teníamos pensados. Casi no le
entendía, pues a su lado un perro ladraba sin descanso.
- ¿Pero qué es tanto
ruido?, - le pregunté.
- ¡Ah!, es el perro,
que “tien” catarro, - me contestó.
Colgué el teléfono y
le dije al diseñador:
- Ya tenemos nombre:
El perro tien catarro.
Cuando nos
recuperamos de las risas, hicimos el logotipo; un perro con una jarra de
cerveza en la mano: nuestra bandera y lazo de unión para juntarnos sin motivo
aparente en el bar, en algún lugar particular, o mejor, en la cueva (bodega) a
degustar cualquier manjar, aunque éste nunca es lo importante. Paella, callos,
cordero, pollo de corral, bacalao, marisco de pocilga… cualquier cosa ha sido
buena, bien regada con vino vidrialés, para compartir en excelente armonía.
Nuestros invitados han sido testigos.
Para una de las
últimas reuniones, nos llamó a todos a media mañana Bernardino: la cena era en
la bodega. Había ido a un pueblo a llevar una ventana de aluminio, y como es
costumbre, el cliente lo invitó a pasar hasta la cocina para pagarle. Allí
estaba la señora de la casa desplumando un espectacular pollo de corral.
Silvester hizo trueque: ventana por pollo, que llevó a la abuela María Luisa
para que nos lo cocinara a la antigua usanza en la típica cazuela de Pereruela.
Otra noche memorable…
No podría dejar de
contar anécdotas de días felices, pero… también a los días soleados y apacibles
le suceden violentas tormentas que oscurecen el cielo, nos sobrecogen y
entristecen. Nuestro querido amigo se ha visto envuelto en una, en forma de
delicada enfermedad y ha aconsejado su traslado a la ciudad, cerca del
hospital. ¿Cómo describir esta aflicción? Sabe el cielo que la empatía nos
ahoga, su sufrimiento es nuestro dolor, y solo un deseo ronda el pensamiento:
su pronta recuperación. Bernardino, hasta ese venturoso día y desde la más
despiadada de las impotencias, sabes que cuentas con nosotros para todo lo que
necesites. Y recuerda, detrás de cada tormenta, el sol siempre vuelve a
brillar. Un abrazo e infinito ánimo, AMIGO.
Ohhhhh que gran entrada! Si! Mi padre es el mejor y tiene grandes amigos! Muchas risas... podias contar más de esas anécdotas porque son geniales. Jajaja. Y seguro que esto es un mal sueño y mi padre se pone bien par volver a liarlas. Besitossssssssss. Lety
ResponderEliminarEncantado de conocer a tu amigo Bernardino. Pero digo yo........ ¿ porqué no nos presentas a las acompañantes de Bernardino , ja,ja?
ResponderEliminarSi señor, cómo no; son su mujer Asun y sus maravillosas hijas: Nuria, Lety y Estíbaliz.
EliminarPrecioso y emocionante Joaquin. Bernardino estará orgulloso de tenerte como amigo. Un abrazo Paulina
ResponderEliminarAunque no sea de "farra" , conozco a Bernardino, y me parece una excelente persona, me uno a los deseos de una rápida y total recuperación
ResponderEliminarHermano o amigo? O las dos cosas? De verdad k lo k le deseamos es ¡ que ya puede ir cargando leches a la Rural a pagar unas cañas!!!! La tortilla la pago yo. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarDesde la primer foto en la que puede leerse " En esta sidrería puede cantase" toda la página rebosa sensibilidad, interés, familia, amistad, una forma especial de ver la vida., y muchas otras cosas buenas . Bien por el autor y mejor por por el actor que gana la lucha contra el mal. Ya os diré más cosas cuando estéis juntos los dos. Saludos cordiales desde El Valle
ResponderEliminarSinceramente Joaquin te considero amigo de tus amigos, yo también deseo que el amigo "Prieto Picudo" de los Prieto Picudo de Congosta, como diría nuestro común amigo Miguel Angel "Cohete", tenga un pronto y feliz restablecimiento y podamos tomar un vino aunque yo no pase de una "mentira"
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