Todavía con el ocaso
solar fresco en las retinas, asoma por encima de Carpurias la luna llena para
quedarse toda la noche, igual que lleva haciéndolo estos mismos días veinte
siglos seguidos. Como en los viejos versos, parece rielar entre los verdes montes y
desiguales moradas vidrialesas. Es jueves, uno de tres que reluce más que el
sol, y ahí está ella, fiel a la cita semanasantera, consiguiendo sorprendernos
de nuevo.
La calle retoma la
vida; las manos chocan y las mejillas se besan. Los templos abren y rebosan,
las procesiones aglutinan… repetimos, y nadie parece querérselo perder. Semana
religiosa, a merced de la luna, al amparo de la tradición.
Nada que destacar, a
no ser que aquí seguimos los que estamos. Pero si recordar el esfuerzo de unos
pocos porque todos los pueblos tengan un poquito de sus costumbres. Con
libertad de elegir, y con un punto en común: el Santuario de Nuestra Señora la
Virgen del Campo.
El centro místico
vidrialés ha abierto tres días en atención a quienes pueden verse perjudicados
por la agenda religiosa, o para quienes gustan de asistir de todos modos. Dos
autocares recorrieron el valle para facilitar los desplazamientos, y en
derredor un extenso aparcamiento; ya no hay excusas para disfrutar de los actos
programados:
Jueves Santo, 18,30;
Misa de la Cena del Señor, y exposición del monumento de Rosinos de Vidriales,
de 1884.
Viernes Santo, 18,30;
Celebración de la Pasión del Señor.
Sábado Santo, 21,00;
Solemne Vigilia Pascual, con el ritual de bendición del agua y del fuego, y la
recogida de los restos para el Miércoles de Ceniza del valle del próximo año.
Personalmente tengo
que añadir como interesantes en el Viernes Santo la Procesión de la Soledad en
Ayoó y la Procesión del Miserere en Santibáñez, amen de los encuentros del
Domingo de Pascua en Fuente Encalada, Santibáñez y Ayoó.
No voy a poner fotos
de ninguna celebración; creo que son actos participativos, y os invito a los
del próximo año. Acompaño el texto con algunas imágenes del Monumento expuesto
en el Santuario, rescatado de la Iglesia Parroquial de Rosinos, sobre el que ya
escribí en otra ocasión. Ver aquí.
Es inestimable el
trabajo de nuestro párroco, Don Miguel, por intentar “contentar” a todos sus
feligreses. Si algo queda por hacer, es por falta de colaboración, no me cabe
duda; al fin y al cabo, tenemos lo que queremos. Muchas gracias, Don Miguel, y
felices Pascuas.