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domingo, 27 de marzo de 2016

Semana Santa en Vidriales, 2016.




Todavía con el ocaso solar fresco en las retinas, asoma por encima de Carpurias la luna llena para quedarse toda la noche, igual que lleva haciéndolo estos mismos días veinte siglos seguidos. Como en los viejos versos, parece rielar entre los verdes montes y desiguales moradas vidrialesas. Es jueves, uno de tres que reluce más que el sol, y ahí está ella, fiel a la cita semanasantera, consiguiendo sorprendernos de nuevo.

La calle retoma la vida; las manos chocan y las mejillas se besan. Los templos abren y rebosan, las procesiones aglutinan… repetimos, y nadie parece querérselo perder. Semana religiosa, a merced de la luna, al amparo de la tradición.

Nada que destacar, a no ser que aquí seguimos los que estamos. Pero si recordar el esfuerzo de unos pocos porque todos los pueblos tengan un poquito de sus costumbres. Con libertad de elegir, y con un punto en común: el Santuario de Nuestra Señora la Virgen del Campo.

El centro místico vidrialés ha abierto tres días en atención a quienes pueden verse perjudicados por la agenda religiosa, o para quienes gustan de asistir de todos modos. Dos autocares recorrieron el valle para facilitar los desplazamientos, y en derredor un extenso aparcamiento; ya no hay excusas para disfrutar de los actos programados:
Jueves Santo, 18,30; Misa de la Cena del Señor, y exposición del monumento de Rosinos de Vidriales, de 1884.
Viernes Santo, 18,30; Celebración de la Pasión del Señor.
Sábado Santo, 21,00; Solemne Vigilia Pascual, con el ritual de bendición del agua y del fuego, y la recogida de los restos para el Miércoles de Ceniza del valle del próximo año.

Personalmente tengo que añadir como interesantes en el Viernes Santo la Procesión de la Soledad en Ayoó y la Procesión del Miserere en Santibáñez, amen de los encuentros del Domingo de Pascua en Fuente Encalada, Santibáñez y Ayoó.

No voy a poner fotos de ninguna celebración; creo que son actos participativos, y os invito a los del próximo año. Acompaño el texto con algunas imágenes del Monumento expuesto en el Santuario, rescatado de la Iglesia Parroquial de Rosinos, sobre el que ya escribí en otra ocasión. Ver aquí.

Es inestimable el trabajo de nuestro párroco, Don Miguel, por intentar “contentar” a todos sus feligreses. Si algo queda por hacer, es por falta de colaboración, no me cabe duda; al fin y al cabo, tenemos lo que queremos. Muchas gracias, Don Miguel, y felices Pascuas.










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