No es agua pasada,
ni un yermo edificio;
es trazo derecho
por muchos escrito,
con sus toscas manos
y objetos torcidos.
Aquí, tras la puerta,
mujer y marido
llenaron la tolva
abrieron el pilo,
cargaron los carros
de sacos cosidos.
Aquí la candela
cambió el amarillo,
con humo, por otro
amoroso brillo:
el agua ilumina…
qué enorme prodigio.
Ahora es cascarón
tocado, no hundido,
que sin movimiento
se siente aburrido,
y duerme varado
en su precipicio.
Muy pequeño, angosto,
pobre en contenido;
sin embargo es
grande,
siempre sobra sitio.
Qué mal, si allí vive
quien se llama
Olvido.
Fue ritmo, cascabel,
campeón de ronquidos,
experto maestro
en los gorgoritos,
qué difícil es, no
añorar sus ruidos.
Era confidente
de todos los dichos;
donde amor se dice
sin tener motivo,
y cuando se tiene…
puntos suspensivos.
Ahora es puerta
abierta
pegando al camino;
del sol tapadera,
abrigo del frío,
paraguas de lluvia,
ilusión del niño.
Era un trasto roto
dado por perdido;
ya estrena cubierta,
se nota querido,
es el hijo pródigo
que nunca se ha ido.
Es relato, historia,
un lugar bonito
donde poder palpar
el tiempo vivido;
es un monumento…
es… nuestro molino.
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