Contando, contando,
cuento
en las manos treinta
dedos;
unos largos, otros
cortos,
unos viejos, y otros
nuevos.
Tanto contar, que
despierto
la vida de veinte de
ellos;
diez se encierran en
puñitos,
diez, piececitos
traviesos.
Los puños se alzan al
cielo,
floreciendo en pleno
invierno;
cinco pétalos se
agitan,
y otros cinco, y no
hace viento.
Ahora hay música… y
no entiendo
qué es lo que suena
en silencio:
son dos, las dos
batutillas
directoras del
concierto.
Lo que hoy en las
manos tengo
sobrepasa el mejor sueño;
treinta, veinte,
diez, cinco, dos…
me pierdo... y a contar vuelvo.
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