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Congosta de Vidriales. |
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La Congostura.
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La toponimia es en
muchísimos casos el único documento, además escrito, que acompaña a la
historia. Mientras ésta puede caer en el olvido, la toponimia nos encamina de
nuevo a lo que los antiguos conocían muy bien, y nombraron correctamente.
Así, hay una serie de
palabras clave que hacen saltar las alarmas de la arqueología. Como ejemplos próximos
tenemos a “la Cerca” (del latín cercare, rodear), donde en el siglo XIX
(Saavedra, 1914, 103) se identifican las ruinas de Petavonium. Otra
palabra clave es “Castro”, o “Castrillo” (del latín castrum, fortaleza),
como asentamiento humano, tanto indígena como romano. En este caso, el
Castrillo de Ayoó necesitaría investigación por un posible campamento romano y
una torre circular de vigilancia; del mismo modo que el castro indígena “Lugar
Sagrado” lo está pidiendo a gritos. Otro caso es relacionar a los moros con
construcciones; aparte de daño, no hicieron nada más por aquí, así que algo de
los moros o es leyenda o es romano, o incluso anterior (el Casetón de los
Moros, dolmen en el vecino Arrabalde, o el Camino de los Moros, calzada romana
en Bercianos de Vidriales). Por no seguir en la larga lista de topónimos,
termino con “la Corona”, haciendo referencia a un castro prerromano (ejemplo
cercano: la Corona de Manganeses). La corona es un símil entre el aro que ciñe
la cabeza en señal de premio, adorno o dignidad (nuestra parte más alta), con
formas circulares en lo alto de las montañas, sean naturales o murallas
defensivas. Pero también puede ser extensible a otro monumento circular, objeto
de este artículo que expondré a continuación.
Vidriales es un valle
extremadamente abundante en restos arqueológicos. Es incluso una zona cuantiosa
en restos protohistóricos (fechados entre los años 3500 y 3000 antes de nuestra era, cuyo origen ha
sido establecido por el nacimiento de Jesucristo hace 2023 años, total entre
5000 y 5500 años de antigüedad), lo que indica asentamientos humanos
relativamente grandes desde tiempos tan tempranos como el neolítico. Hagamos
repaso:
En Granucillo de Vidriales se
pueden visitar dos dólmenes: el dolmen de San Adrián y el dolmen de las
Peñezuelas (este último catalogado como Bien de Interés Cultural). Estos dos
monumentos funerarios fueron excavados y catalogados en la década de los años
30 del pasado siglo por el padre agustino César Morán Bardón (1882 – 1951),
arqueólogo y etnógrafo especializado en prehistoria y folclore en las
provincias de la región leonesa. Sin embargo, el libro “Catálogo Monumental de
España, en su apartado de la provincia de Zamora, publicado en 1927 por Manuel
Gómez-Moreno Martínez (1870 – 1970) cuenta un tercer dolmen “que hubo más
retirado, del que arrancaron todas las piedras”, según le relataron en sus
investigaciones los lugareños.
Continua el repertorio con el
dolmen de Ayoó de Vidriales, erróneamente situado en Valdevidera (Valdevidera
es un vallecito al lado de Carracedo, a unos 2 km en línea recta), mal
catalogado (como cista) y recientemente, junto con el castro anejo, víctima de
maltrato. Parece compartir cronología con los de Granucillo.
Tenemos que añadir un túmulo
dolménico, Piedra Hincada, en Brime de Urz. Ha sido excavado recientemente,
creo recordar a finales del 2018 o principios del 19. Ignoro si se han
publicado los resultados de la excavación, financiados en su mayor parte por el
Fondo Europeo de Desarrollo Regional, seguramente no.
Esta lista está incompleta sin
el hermano valle Valdería, aunque nos adentremos en otra provincia. Los
constructores de dólmenes no entendían de otros límites que los que marcara el
alcance de su vista, y sus divinos montes tenían dos vertientes. En nuestro
caso, el eje es Carpurias, una de las últimas estribaciones de otra deidad en
forma de montaña: el Teleno.
En Morales del Rey hay un
dolmen, El Tesoro, rescatado en 1995 con el hallazgo de un pequeño tesoro
romano del siglo IV, dieciocho monedas de bronce. De cómo y por qué se hizo ese
enterramiento en semejante lugar nada se sabe. Posiblemente alguien no pudo
volver a buscar su “tesoro”.
Valle arriba llegamos a
Arrabalde, al Casetón de los Moros. Es un dolmen de corredor, que conserva
cinco de sus nueve ortostatos originales. A finales de los años 90, dentro del
proyecto “Ruta Arqueológica por los Valles de Zamora. Vidriales, Órbigo y
Eria”, se restauró y señalizó.
Es cierto que estos dos pueblos
no pertenecen a la comarca Valdería, pero más cierto es que el río que los
riega es el mismo Éria, por tanto, están en el valle del Éria, o lo que es lo
mismo, Valdería.
Un poco mas arriba, en
Felechares, hay una propuesta de Dolmen, escondida en un libro que versa sobre
otro tema distinto: El Secreto del Palacio, de Saúl Cenador García. Apuntando
un gran parecido con el de Ayoó, Cesáreo Aldonza Turrado, entusiasta y
autodidacta historiador de Felechares, sugiere un pequeño conjunto de lajas como
nuevo megalito. Habrá que esperar a los expertos y sus excavaciones.
Y saliendo de Valdería y
haciendo cabecera en Vidriales, en el vallecito sin nombre que algunos llamamos
Entrevalles, está Cubo de Benavente. que perteneciendo naturalmente al Tera lo
han metido en Valles de Benavente con calzador. Allí hay otro túmulo dolménico,
muy conocido por todos como “Peña Ficada”, situado al lado de la antigua Cañada
Real que une Astorga y Alcañices. Se excavó a la vez que la Piedra Hincada de
Brime, con el mismo resultado: nada se sabe.
Y por último mi propuesta para
otro dolmen Vidrialés. En Congosta, cerca del borde de la terraza superior que
da a la Congostura hay una zona donde los lugareños llaman “la Corona”. Incluso
una finca cercana ha tomado ese nombre, el cual no aparece, o no he visto en
los planos. Como no podía ser de otra forma (parece que llevamos en los genes la
destrucción con maquinaria pesada), unas obras cercanas parecen haber afectado
al conjunto, aparentemente sepultado como resultado del movimiento de tierras.
Las ortofotos cenitales no
muestran ningún detalle, dado el pequeño tamaño del posible monumento
funerario. Pero seguro que en un remoto pasado, observando la construcción
vertical circular, a nadie se le escapó compararla con una corona, completamente
aislada con vistas al valle.
Las razones para esta propuesta
son muchas, variadas y meditadas. En primer lugar, el comentado topónimo “la
Corona” como edificio circular. No menos importante es la reunión de lajas
totalmente ajenas al lugar, de entre 0.70 y 0.85 metros de lado; hay que ir
relativamente lejos para encontrar ese tipo de cuarcita y transportarlas aquí
para algo en concreto. Por cierto, el sitio se presta a este tipo de
monumentos, como comenté antes: al borde de una terraza, con increíbles vistas
al valle. Otro motivo es que uno de los posibles ortostatos está vertical y
enterrado en gran parte, aunque es verdad que el resto está desordenado. Que
una laja de semejante tamaño, unos 70 cm, esté hincada solo puede ser de forma
natural (descartada), como hito o mojón (descartado también, pues sería más
redondo), o como parte es algún tipo de cerramiento o edificio, pues ha sido la
mano humana quien ha hecho un agujero y la ha colocado vertical. De haber
tenido otras lajas, incluso más grandes, habrá que buscarlas en los callejones
de las cuevas (bodegas) cercanas, como fue a la vez costumbre y necesidad; o
como se dice ahora, aprovechamiento de los recursos naturales.
Por lo expuesto, no me parece
nada disparatado que efectivamente estemos ante un posible dolmen.
Necesitaremos que las administraciones se movilicen para descartar en tal caso,
o señalizar y proteger como manda la ley si el resultado es afirmativo.
Habrá que esperar.
(Y mucho)
Fotos cenitales gentileza de Gabi. Gracias. |