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sábado, 25 de marzo de 2023

A vueltas con la calzada

 

Indicador en el pueblo.

Mira que es difícil, pero me he quedado sin palabras. Pasa de la docena de veces que este escrito ha terminado en la papelera al poco de empezar. Mi diccionario Espasa de sinónimos tampoco me ayuda mucho; no encuentro forma de presentar y describir algo que se adecúe a mis sentimientos. Mira que es difícil…


Indicador en la carretera.

Quizás la forma de calificar tanto agravio sea una palabra no inventada, que por supuesto termine en el sufijo “cidio”. Porque lo que quiero y no puedo contar es cómo describir una guerra, y esta vez declarada al patrimonio. Una invasión en toda regla de maquinaria pesada contra el inofensivo camino que es motivo y nombre de mi pueblo natal: una calzada romana y Calzada de la Valdería.


Infografía en el monte.

A nadie se le escapa, en plena era del acceso a la cultura, al conocimiento, o a donde corresponda preguntar, que si no es por auténtica fuerza mayor, hay sitios y cosas que, aunque estemos hartos de verlas, o nos parezcan verdaderas ruinas no se deben de tocar. Primero por sentido común, y segundo por ley. Y mucho menos si el ataque parte de un ayuntamiento, conocedor de la situación de una vía histórica que con su permiso se ha señalizado y estudiado. Quien tiene obligación de conservar, la ha mandado dañar irreparablemente. Es el caso del bombero pirómano metido a caminero.

 

Zona de extracción de gravas.

Otra colleja merece el maquinista. Porque ya de niños nos decían que “¿si fulanito te manda tirarte a un pozo te tiras?”. Luego nos quejamos que para trabajar con ciertas máquinas nos exijan un cursillo. En movimientos de tierras, si está en juego algo que pueda parecer arqueológico, la orden es parar y dar parte. Parar y dar parte, nada más, ni nada menos. Si el ayuntamiento manda tirar al pozo una calzada romana, un verdadero profesional, que conoce sus deberes, levantará la cuchilla y parará la máquina antes de sacarle las tripas a dos mil años de historia. Porque justo esto ha sucedido. No es que se hayan repasado las cunetas, es que la nueva cuneta en muchos sitios ha partido en dos la milenaria calzada. Es curioso, un viejo camino perfectamente recto ha terminado a lo autovía, como el rastro de una culebra. Qué triste y penoso ha quedado todo; y lo nuevo lo supera.

 

Infografía de las capas.

La calzada pide a gritos intervención, sin ninguna duda. Hace muchos años que la necesita. Pero con herramientas y máquinas manuales en una facendera a la vieja usanza, para cortar las enormes encinas que revientan con sus raíces las raíces del camino. Y desbroce de jaras y urces, para apreciar de cerca y lejos el esplendor de la ingeniería romana. Y de paso nos calentamos, y dejamos que quemar combustibles fósiles, como está de moda. Sobran encinas, y faltan calzadas, en tantos tramos destruidas en un sin sentido, como es el caso, porque no hay ninguna necesidad de esa obra, absolutamente ninguna. Ya casi no se acarrea leña, ni se siembran los arrotos, y los ganados que no quedan nunca necesitaron zahorras y cunetas, sino charcas y praderas. No procede hacer ahora el camino a ningún sitio.

 

Tramo de calzada sin daño.

La calzada necesita imperativamente señalización. Unas rutas de senderismo, que también tienen demanda. Carteles y flechas desde el pueblo. Ahí hay que invertir, y dar a conocer la Vía XVII del Itinerario de Antonino, la calzada del oro Valderiense, que dio salida a las minas a cielo abierto del valle arriba. Una calzada que viene en los mapas como “el camino del obispo”, para que no se nos olvide que viene desde Astorga. Y que termina en Braga, Portugal, lo mismo que la Vía Nova, o Vía XVIII del Itinerario de Antonino, diseñada para hacer lo mismo con las explotaciones auríferas bercianas de las Médulas. Pero por encima del oro, la nuestra es una calzada de conquista, de muerte y sometimiento; de verdad, no son necesarias más heridas, ni siquiera en el terreno.



Corte de la calzada: gravas.

No me gusta el tema, lo mío está en lo creativo y aquí no hay nada más que rascar. Puede que a mucha gente la arqueología le importe un pimiento; pero acabando con el legado de nuestros antepasados de verdad no seremos más inteligentes ni más felices, sino todo lo contrario. Somos poseedores de una gallina de los huevos de oro, y ya le empezamos a meter el cuchillo… de una motoniveladora.

A QUIENES CORRESPONDA, UN POQUITO DE CORDURA, POR FAVOR.


Aproximadamente en rojo, trazado original: ¡ver para creer!.





 

Lugar de interés:

https://www.viasromanas.net/


2 comentarios:

  1. Muy cierto, como siempre Joaquín.

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  2. Gracias, Joaquin, por lo que haces como cronista apasionado de la tierra que tanto queremos.

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