Entre El Castro y “Peñutrera”(Peña Utrera) discurre un antiguo camino, lo que se conoce como una rodera, nombre que le viene de los dos canales que labraban las ruedas de los carros al pasar sucesivamente por el mismo sitio. Esta senda posiblemente sea de la época romana, ya que se han encontrado restos que apuntan en esa dirección, y se le conoce como el camino “pata la mula”. Y justo en el punto más alto encontramos lo que pretende ser la huella del aludido animal en la dura roca, dando nombre al camino y vida a una entrañable leyenda. Se dice, con profundo respeto, que la Sagrada Familia transitó por aquí. La huella la dejó la mula que transportaba a la Virgen María con el niño Jesús en brazos. Allí mismo se detuvieron a descansar, San José posó el bastón y dejó su marca, la Virgen acostó al niño y la roca se amoldó para no hacerle daño, dando forma en la improvisada cuna al hueco del cuerpo y la cabecita de Jesús. Y justo al lado está el revolcadero de la perdiz, otra forma ovalada, seguramente haciendo alusión no a una perdiz, si no a la paloma que simboliza al Espíritu Santo. Caprichosas formas de las piedras que nos recuerdan arraigados sentimientos, sobre todo antaño, cuando de verdad era necesario creer en algo más, para soportar mejor aquella penosa, difícil y humilde existencia.
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martes, 19 de julio de 2011
Pata la mula
Entre El Castro y “Peñutrera”(Peña Utrera) discurre un antiguo camino, lo que se conoce como una rodera, nombre que le viene de los dos canales que labraban las ruedas de los carros al pasar sucesivamente por el mismo sitio. Esta senda posiblemente sea de la época romana, ya que se han encontrado restos que apuntan en esa dirección, y se le conoce como el camino “pata la mula”. Y justo en el punto más alto encontramos lo que pretende ser la huella del aludido animal en la dura roca, dando nombre al camino y vida a una entrañable leyenda. Se dice, con profundo respeto, que la Sagrada Familia transitó por aquí. La huella la dejó la mula que transportaba a la Virgen María con el niño Jesús en brazos. Allí mismo se detuvieron a descansar, San José posó el bastón y dejó su marca, la Virgen acostó al niño y la roca se amoldó para no hacerle daño, dando forma en la improvisada cuna al hueco del cuerpo y la cabecita de Jesús. Y justo al lado está el revolcadero de la perdiz, otra forma ovalada, seguramente haciendo alusión no a una perdiz, si no a la paloma que simboliza al Espíritu Santo. Caprichosas formas de las piedras que nos recuerdan arraigados sentimientos, sobre todo antaño, cuando de verdad era necesario creer en algo más, para soportar mejor aquella penosa, difícil y humilde existencia.
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