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viernes, 26 de agosto de 2011

Cuando Ayoó huele a afinoyo.







La procesión con la que concluye la misa en honor a San Bartolomé, discurre por un sendero de plantas aromáticas y pétalos de flor. Menta, bálsamo, té, puyas (hojas) de pino, tomillo,… y especialmente hinojo, que por aquí se conoce como afinoyo. Es ya tradición recoger esta planta silvestre la víspera de la fiesta, trocearla y esparcirla por el medio de la calle, para que el acto religioso sea ensalzado más, si cabe, con su inconfundible fragancia anisada. El afinoyo es una planta mediterránea, en las cocinas se usa como condimento, sobre todo para el pescado, y en medicina es estimada por sus muchas bondades. Una de ellas quedó como refrán: “para los ojos, hinojos”. Los griegos, desde que su triunfo ante los persas en Maratón fuera en un campo donde abundaba el afinoyo, coronaban sus atletas con sus ramas entrelazadas como símbolo de victoria. También los romanos condecoraban a los soldados con guirnaldas de ésta planta, y creían que era alimento de dioses que proporcionaba conocimiento y suerte. Por casualidad, seguramente, en los alrededores del Santuario de la Virgen del Campo, antiguo asentamiento romano, se pueden ver muchas y grandes matas de afinoyo. Y para los sabios de la edad media, era una de las nueve plantas para prevenir enfermedades, y aconsejaban colgar en las puertas de las casas un puñado de sus ramas para protegerlas de hechizos y ahuyentar los malos espíritus. Historias paganas aparte, me gusta pensar que el hinojo del conocimiento, de la suerte, de la victoria, que espanta malos espíritus y peores hechizos está presente en nuestro pueblo, y por eso un día al año, Ayoó de Vidriales huele a afinoyo.




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