En la
sierra de Carpurias, sobre la ladera sur de Peña Roya, en el término municipal
de Villageriz de Vidriales, existe una pequeña cueva natural bajo una enorme
roca. Antaño mitificada por los más pequeños, a quienes se amenazaba con
llevarlos allí por revoltosos, por no comer o por no acertar en la escuela, y a
saberse quien o qué habitaría en la misteriosa cueva y sus posibles
consecuencias. Ya de un poco mayores, cuando hacían lo que les daba la gana,
también se mandaban a aquella cueva, a Buracolubio, como el que manda a uno a
galeras. Por cierto, yo hasta que descubrí lo de galeras creía que eso era una
ciudad o un lugar lejano, nunca nadie me habló de esfuerzo físico, cadenas,
latigazos, hambre…
En Buracolubio nada de esto, por supuesto, si no un placentero
paseo desde donde quiera que se vaya, la poca vegetación y las muchas piedras
ayudan a llegar, aunque ayuda mucho más un palo largo a modo de bastón. El
nombre de la cueva lo forman dos palabras: buraco, agujero, en el antiguo
castellano; y lubio, con un origen incierto, posiblemente de lobo, que vendría
a decir “la guarida de los lobos”. Hoy a los chavales no los asusta ni el tren,
aunque venga atravesado, así que ya podemos desvelar el secreto y mostrar la
pequeña cueva- refugio, que seguramente muchas veces fue agradecida en medio de
las inclemencias del tiempo.
Las vistas desde lo alto de Peña Roya, a caballo
entre Vidriales y Valdería, con 953 metros , son estupendas y relajantes. Lo que
más me gustó fue el perfil de la sierra y el vientecillo que sopla casi siempre
por éstas altitudes. Lo que menos, los por otra parte necesarios “molinos”
(aerogeneradores), lástima de Don Quijote, yo que no tengo tanta decisión, ni
caballo, ni tampoco escudero, solo se me ocurre mandarlos a todos a
Buracolubio. Y además para siempre.
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