Parece
arcaica, y sin embargo es de aquí luego, solo hace apenas unas decenas de años que
expiró su llama y hoy el polvo se ha adueñado del local, tiñendo con su ocre el
negro hollín de quien sabe cuando. Paredes de piedra de la sierra, pesados
adobes curados al sol de las eras, y en algunas partes, un revoque de barro
amasado con trillada paja de trigo, sujetan un tejado con estructura de madera,
cubierto con ripia de jara y las siempre agradecidas tejas árabes. Un edificio
clásico en la humilde construcción del pasado siglo en nuestro rincón zamorano.
Por el pequeño ventanuco apenas el sol ilumina el par de fogones con sus
respectivos fuelles, un antiguo y manual taladro de columna, las estanterías
repletas de cachivaches, las herramientas construidas en la misma fragua, entre
las que cuento un yunque, un afilador a pedal, varias tenazas, tajaderas,
estampas, claveras, útiles que solo el herrero conocía su particular uso porque
las diseñó cuando la necesidad estimuló su ingenio, y destacando entre todas,
para mi gusto, un portaterrajas y varias terrajas y machos de roscar, todo
artesanal, forjado en esta fragua, que seguro cumplió con holgura su función y
con exactitud su cometido. Y es, en medio de esta penumbra, donde el ejercitado
ojo del herrero valora el color del candente hierro, para ablandarlo o
endurecerlo, entre los soplados carbones o en el pilón del agua, y darle al mal
llamado hierro la templa adecuada al cargo destinado. El pueblo entero
solicitaba los servicios del herrero, y por orden, según apuntaba, mandaba acudir
temprano para hacer “la obra”, y por ella cobraba una emina de barbilla por
pareja de vacas, y la comida del día. En éste trabajo se restauraban las rejas
necesarias para esos animales en un año de trabajo. Unas se aguzaban, a otras,
las gastadas, por medio de “una cáldia” se les añadía una calza, su parte perdida. Las herraduras se
cobraban aparte, y en dinero. En el potro instalado anejo a la fragua, tras
sujetar el animal con correas, se hacía el asiento de las pezuñas, eliminando
las partes viejas con el pujavante y las tenazas, luego, con finos clavos, les
sujetaba las herraduras, con forma de C para los équidos y de media luna para
las vacas, y debía ser éste un trabajo rápido y preciso, para evitar el
cansancio de los animales. Otras ramas de la herrería eran: la cerrajería;
cerraduras, aldabetas, quicios, bisagras, fallebas… todo personalizado y a
medida; la construcción, con las herramientas, enrejados, balaustres, tornillos
y clavos; y la calderería, para hacer o reparar los recipientes necesarios de
la casa; y la mecánica, para cualquier avería…, aquel herrero, mañoso por
antonomasia y fiel seguidor de la filosofía del trabajo bien hecho, en el que
prima la calidad y la duración de las cosas, hoy aborrecería nuestra ley del
mínimo esfuerzo, la de la caducidad de los objetos, la de la rapidez y
mediocridad con el único fin de multiplicar el beneficio económico fomentando
la desleal competencia. Aquella fragua, refugio y local de reuniones en los
días adversos, como así rezaba el refrán popular, “en días de agua, o taberna o
fragua”, abrió sus puertas una vez más para rememorar otros tiempos, para
permitirnos oler el humo del carbón vegetal de urz negral y observar su
chisporroteo, para enrojecer una reja de arado romano y atizarle unos buenos
golpes con el macho, al ritmo que marcó un amigo e improvisado herrero (hijo de
herrero, de uno de los grandes, del ti Santos, que fue dueño de esta fragua), y
después con un segundo calentón, un cubo de agua le concedió a la obsoleta reja
el don de la dureza, a nosotros un maravilloso y plácido rato, y a mi cámara de
fotos y a éste blog testimonio de un noble oficio, el que ocupa dignamente una
de las principales páginas del extenso libro de la historia.
Esto si que era arte. Sin ninguna maquinaria de medición, estos artistas eran capaces de darle al hierro, el temple idóneo.
ResponderEliminarte ha quedado bordao pero hemos quedao cansaos de leer como mi abuelo (el ti santos)de herrar vacas.muy bien besos
ResponderEliminarEste comentario no tiene que ver con la fragua, desgraciadamente. Transmite mi mas sentido pesame a Manolita especialmente y como no a todos vosotros. Una perdida demasiado cercana en el tiempo a otra.Un abrazo MARIAN.
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