Como
cada año en nuestra iglesia, el Jueves Santo por la mañana se construye el
monumento, el altar para la adoración del Cuerpo de Cristo. En la misa de la
última cena, se traslada con solemnidad el Copón con las Hostias consagradas al
nuevo sagrario, para su exposición y comunión del Viernes Santo.
En algunos
lugares se crean auténticas obras de arte, realizadas siempre por personas
desinteresadas, como las que instalan nuestro monumento. También existió otra
costumbre, la de construir un armazón el día de las ánimas a base de lienzos amarrados a bastidores,
con pinturas de muerte y resurrección. Totalmente distintas a las sargas, que por el tamaño y peso eran izados con
poleas, hasta cubrir por completo el pan de oro y las imágenes sagradas de los retablos. Parece
ser que fue una costumbre cristianizada de otra pagana de la Grecia y Roma
clásicas, cuando para determinados ritos y sacrificios se cubrían con telas
pinturas y esculturas de sus dioses.
En el Santuario de Rosinos, los lienzos de
lino del monumento se separaron de sus bastidores, seguramente deteriorados, y se guardan
para una posible futura exposición. La pintura es al temple y aparecen
distintas figuras, como enfermos o fallecidos, ángeles y demonios, religiosos y
civiles; representaciones de distintas tentaciones, como la lujuria, la
avaricia, la burla, el mal; también de algunas virtudes, como justicia, fe,
esperanza… y otros temas como la resurrección de Jesucristo y las ánimas del
purgatorio, junto con algunos textos llamativos.
Los monumentos se desmontan
para el Domingo de Resurrección, día final de la cuaresma e inicio de un nuevo
período, más solemne y festivo.
La Semana Santa es un acontecimiento móvil, para
que coincida su celebración con una condición clave, Jesús murió durante la
primera luna llena tras el equinoccio de primavera. Por eso siempre se celebra
entre el 22 de marzo y el 25 de abril (menos el cristianismo oriental, que al
seguir utilizando el calendario juliano puede caer entre el 4 de abril y el 8
de mayo).
Desde niño me ha llamado la atención la coincidencia, y durante estas noches
no puedo menos que levantar la vista y recrearme en el cielo. Un refrán, ya en
cierto modo desfigurado, me da la razón: Tres jueves hay en el año que relucen
más que el sol; Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión.
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