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jueves, 12 de septiembre de 2013

María


La mujer más conocida en la historia de la humanidad es, sin duda, María, de la estirpe de Abraham. Hija de Joaquín, pastor de la tribu de Judá y de Ana, de la progenie del Rey David. En España, según las estadísticas de nacimientos, María es el nombre elegido para una inmensa mayoría de niñas, más de 6.400.000 mujeres en la actualidad lo llevan, simple o compuesto.

El día 8 de septiembre en el santoral se celebra el nacimiento de aquella enigmática mujer, la madre de Jesús de Nazaret; poco se conoce de su vida, apenas detalles en unos textos apócrifos del Protoevangelio de Santiago, o Libro de Santiago, como lo conocía Orígenes, escrito a principios del siglo II. Allí se cuenta como Joaquín se casó con Ana, matrimonio que terminó considerado indigno para los hebreos por no haber tenido descendencia a los 20 años de casados. Entonces Joaquín reunió su ganado y se marchó al desierto, abandonando a su mujer, quien rezando imploraba la gracia de un hijo. Un día un ángel se le aparece y le dice: - “Ana, el señor ha escuchado tu plegaria, concebirás y darás a luz una hija, y se hablará de tu primogénita por toda la tierra” (IV – 1). Una niña que "a los 6 meses se puso en pié, caminó 7 pasos y se lanzó al regazo de su madre” (VI – 1). A los 3 años la ofrecieron como habían prometido al Señor para ser “su sierva todos los días de su vida” (IV – 1). Ya tenía 12 años cuando el gran sacerdote Zacarías mandó llamar a todos los viudos de la región con sus varas para elegir guardián para María. La señal fue una paloma, que se posó sobre la cabeza de uno de ellos, de profesión carpintero y llamado José, quien la llevo a su casa y le dijo: “Te he sacado del Templo del Señor, ahora te dejo en mi casa, y me voy a construir otras casas, volveré junto a ti; el Señor te protegerá” (IX – 3). Mi madre (también María, Ana María), me ha recitado un fragmento de un antiguo cántico que encaja perfectamente en esta parte de la historia:

Estando un día la Virgen
en su aposento encerrada,
con el corazón decía,
y con el pensamiento hablaba:
- ¿Quién será esa doncella
que ha de ser inmaculada?
Mi Dios, quien la conociera
para estar en su compaña.
Estando con ese pensamiento
la Virgen, un ángel se presentaba
con – Dios te salve, María
que llena eres de gracia,
el señor está contigo,
yo te traigo la embajada.
Turbada quedó la Virgen
oyendo estas palabras…
- Hágase tu voluntad
si el Padre Eterno lo manda.

Volvió José de una obra en Cafarnaún y encontró a María encinta, por lo que decidió repudiarla. “Pero ella lloró amargamente diciendo: - Soy pura y no conozco varón” (XIII – 3). Otro ángel se le apareció en sueños al carpintero y le dijo: “No temas por este niño; pues el fruto concebido en ella es obra del Espíritu Santo; dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús; salvará a su pueblo de los pecados” (XIV – 2). En el también apócrifo Evangelio del Pseudo Mateo, considerado calcado del de Santiago, cuenta el origen de una extendida tradición: “Cuando alguien la saludaba (a María), respondía a modo de saludo: -Gracias sean dadas a Dios”. (VI – 3) De aquí es de donde viene la costumbre de responder “gracias a Dios”.

1950 años después de estos hechos, el consejo de Europa, organización político-jurídica, convocó un concurso para la confección de su bandera. Se presentaron 101 proyectos, y fue elegido por unanimidad el de Arsène Heitz (1908 – 1989), natural de Estrasburgo, padre del diseño de la actual bandera de 12 estrellas con fondo azul, adoptada oficialmente el 8 de diciembre de 1955 que curiosamente es la festividad de la Inmaculada Concepción. El Apocalipsis describe: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza", y el azul simboliza la virginidad, la piedad y el cielo; es la iconografía tradicional de María, en la advocación de la Virgen Milagrosa de la que Arsène era devoto, y la que usó en un arrebato de inspiración. Hasta la Unión Europea, creada bajo el principio de secularismo, lleva símbolos Marianos.

El norte zamorano venera con todos los honores a María en septiembre. El primer fin de semana lo hace en Donado, a la Virgen Peregrina; El segundo en Vecilla de Trasmonte a la Virgen de la Vega, o de las Bollas, y también en Olleros de Tera, a la Virgen del Agabanzal; y el tercero en Río Negro del Puente, a la Virgen de la Carballeda. El 8 de septiembre también se celebraba una gran fiesta en el entorno del Santuario de la Virgen del Campo. La feria grande, la romería perdida de Vidriales, la cita de los pueblos que viajaban grandes distancias andando o a caballo de sus animales de trabajo para verse bajo la protección de María en las eras de Rosinos de Vidriales.

En uno de los retablos de este templo, una imagen recuerda a Joaquín, con su pequeña hija en brazos. Otras imágenes del retablo mayor nos muestran momentos felices de la vida de esta mujer, como fue el nacimiento de su hijo Jesús, rodeados de pastores o reyes, y el más doloroso que una madre pudiera imaginar, soportar con impotencia como su hijo muere clavado a un madero. Para una inmensa mayoría María fue algo más que una excepcional mujer, por eso nadie en la historia ha llevado tantos y tan bellos calificativos. San Antonio de Padua decía que “El nombre de María es júbilo en el corazón, miel en la boca y melodía en los oídos”. Para mi es Ejemplar María, y como vidrialés me gusta elogiarla con nuestro himno:

Nobles tierras de Vidriales,
campos de valor y fe,
dadme nuevas de mi Madre,
la Madre que siempre amé.
Ella en mi niñez
mi cuna meció,
por eso desde niño
siempre la quise yo.
Es nuestra Virgen del Campo,
dulce faro de la mar,
es el amor de mi alma
desde que yo supe amar.
En mi juventud
mis pasos guió,
por Ella hasta mi sangre
derramaría yo.
Desde ese trono de gloria,
Reina y Madre del amor,
bendice a tus fieles hijos,
calma su pena y dolor.
Vidrialeses, llegad;
vidrialeses, decid:
“Seremos, gran Patrona,
tuyos hasta morir”.







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