Unas herramientas
imprescindibles en cualquier casa rural, son las que llevan un mango largo de
madera por donde se agarra con las dos manos, y en extremo opuesto varios
“dientes” de también de madera o de acero, siendo su número, tamaño y
colocación el adecuado al trabajo a realizar. Los nombres de estas herramientas
varían de una familia a otra, de un pueblo a otro, y no digamos si cambiamos de
valle o de comarca. Lo curioso es que el diseño y las proporciones vienen a ser
las mismas, será que “en todos los sitios cuecen habas”, en este caso, las
mismas tareas agrícolas o ganaderas. Quienes hayan residido en un pueblo ya
sabrán de sobra a las herramientas que me estoy refiriendo y no me atrevo a
nombrar, por aquello de que alguien me corrija, y por lo que acabo de explicar,
además con razón. Pero como “sin riesgos en la lucha, no hay gloria en la
victoria” (Pierre Corneille (1606-1684), comienzo por la descripción de la
que lleva más palo y menos hierro: el “forcón”. Dos o tres cortos dientes de
hierro y un largo palo de madera que se utiliza para cargar en un transporte
(carro, remolque…) hierba, leguminosas, manojos de cereales, “alpacas”, etc. Con
algo de menos palo, más hierro y en ángulo de 90 grados, hecho con una
herramienta gastada, no puede faltar la “guincha”, o “descargador del abono”,
que como dice el nombre se usa normalmente para vaciar el comentado transporte arrastrando
desde el suelo, con cierta comodidad y limpieza. Otras herramientas manuales, y
completamente de madera, son el “bieldo” o “biendo” (ya estamos), un mediano
utensilio para aventar o remover cereales en las eras, que consta de un mango
que atraviesa una madera triangular con media docena de pequeños pero anchos “dientes”;
la “tornadera”, “horcajo” u “orca”, de una sola pieza, formada de una rama de
árbol, haciendo “de verde” su forma, secada y pulida para hacer agradable su
tacto y trato, que se usa como la herramienta anterior y además para majar
leguminosas; el “rastro”, con el mango más largo, unido en el centro a una
madera rectangular y en agujeros poco espaciados, unos cortos “dientes” para
arrastrar con comodidad hacia un lugar los restos de las siegas y así
aprovecharlos; y la “bienda”, o “bilda de la paja”, que es la mayor de la
familia y sirve exclusivamente, por su fragilidad y tamaño, para cargar la paja
recién trillada en el transporte arriba mencionado, o para guardarla por el
“boquerón” en el pajar. Y llegamos a la herramienta estrella, la multiusos, la
imprescindible: La “bilda”, “bienda”, “bielda”, “purridera”, “tornadera”,
“horca”… Mil nombres, casi todos copiados de sus hermanas, para esta
herramienta de mango de madera, como las demás normalmente artesanal, y una
ligera aunque robusta estructura de hierro con 6 largos “dientes” que sirve
para todo lo explicado anteriormente y además para cavar el terreno, arrancar patatas,
cargar o “arramar” abono, limpieza de granjas, majar leguminosas o cereales,
etc. El nombre tornadera es el más usado para esta sencilla y eficaz
herramienta, y viene de tornar, del latín “tornare”,
teniendo su origen en las herramientas usadas durante la trilla, cuando era
necesario remover las pajas para que nada quedara sin triturar, coloquialmente “darle
la vuelta”, “volver”…, por aquello de voltear la mies a una posición óptima
para proseguir con la acción del trillo. En Ayoó, otra palabra con la misma
raíz marca el fin de las parcelas, sobre todo por “las puntas” (extremos), son
“las tornas”, porque hasta allí se llega con la labor y es necesario volver.
Curioso. Recientemente he descubierto que Tornadera
es también el nombre de un grupo leonés de música folk, o tradicional, que me
gusta más, con sede en La Bañeza. Se me antoja un digno nombre para tan
agradecida labor, la de inmortalizar esa parte de la cultura popular, la más
alegre y pegadiza, transferida verbalmente durante siglos y fielmente
depositada en nuestros días por verdadero amor al arte desde la frescura del
directo, o de sus evocables grabaciones. Un nombre de romántica sonoridad, y
magistral significado. Con Tornadera nos harán volver, nos devolverán lo fresco
de entre lo molido y manido. Ante su música descubriremos viejas que no peores
formas de diversión, de comunicación, de esparcimiento. El pasado domingo, en
la plaza mayor de La Bañeza fueron la guinda de una tradicional fiesta como es
la Alubiada. Arrancaron incluso desde las pruebas de sonido, aparentemente sin
esfuerzo, nuestros aplausos e interés por esa música sin edad y sin límites.
Pocas veces la sencillez se torna tan brillante. Gaitas, variada percusión, flautas,
mandolina, rabel, acordeón… y qué decir de las voces, como también es digno de
recuerdo el solo ejecutado por el veterano del grupo, D. Ángel, quien sobre una
clásica tabla de lavar en ríos o pilos, frotando un mortero con una mano y golpeando
el pilón con la otra, y con esa singular voz que solo prestan los años, nos
recordó un viejo cantar molinero. Si el grupo Tornadera comenzó su discografía
“Reviviendo”, yo he registrado el pajar para desempolvar, y revivir fotográficamente
algunas de las herramientas descritas. Por último, la sincera felicitación de
éste ya incondicional seguidor en agradecimiento por una tarde completamente satisfactoria. Y que pronto “volvamos”… con Tornadera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario