Aunque la arqueología
es un disciplina que, como muchas otras, exige años de estudio y titulaciones,
también existe un grupo nada desdeñable de aficionados que dedican
altruistamente sus recursos en el descubrimiento de nuevos hallazgos. Un grupo
preocupado por el estudio, conservación y divulgación de las evidencias
materiales dejadas por nuestros antepasados, que permiten conocer o al menos
vislumbrar sus culturas o formas de vida. Internet nos supone una indispensable
ayuda en el conocimiento y documentación, y por supuesto difusión para su
catalogación por los organismos pertinentes. La base está en la educación de la
vista, así mientras muchos, por ejemplo, en un paseo agreste ven rocas gastadas
y amorfas, otros encuentran petroglifos de incalculable valor histórico. Este
es el caso del conjunto arqueológico de la Peña de San Mamés, en ciernes de
estudio oficial, lugar conocido y pateado por varias generaciones de ayoínos, que
lo han pastoreado con sus ganados, arrancado su leña, plantado los actuales pinos
a “pico y zadón” y escudriñado en las jornadas de caza, y sin embargo ha tenido
que ser un leonés, el decorador de viviendas Dori Lobato de Castrocalbón, el
que iniciara la mecha con el descubrimiento del Dolmen. Lo aprendido en su
juventud como miembro de “Misión Rescate” dio frutos en Ayoó. De otra forma, en
la explotación y futura plantación de nuevos pinos todo hubiera acabado bajo el
acero de las máquinas. Por supuesto que yo no sé mucho de casi nada, como el
gran Forrest Gump, pero estoy convencido, y el futuro lo aseverará, de la
extraordinaria importancia arqueológica del conjunto. Con éste artículo insisto
sobre el tema, a la vez que pongo al día las últimas indagaciones.
En primer lugar me
gustaría bautizar el asentamiento, para referirnos a él con propiedad. Elegir
un nombre no es cosa fácil, a no ser… a no ser que inocentemente alguien ya lo
hiciera por nosotros. D. Augusto Quintana Prieto, desaparecido y renombrado
investigador leonés, tradujo y publicó hace años un documento fechado en el 7
de enero de 1154, por el que el monarca Alfonso VII concede el monasterio Ageo
al abad D. Suero con todo su coto, su término, que casi coincide con el del actual Ayoó, como veremos en un próximo artículo. El texto original está
escrito en latín, utiliza sitios para definir los límites y para uno de ellos
leemos textualmente “scilicet per farum
desuper Carrazedu de Vidriales…”. D. Augusto lo traduce como “Desde el lugar sagrado que está sobre
Carracedo de Vidriales”. Sin duda este “lugar sagrado” es el asentamiento
prerromano, y todavía en la actualidad sigue siendo línea divisoria entre
Ayoó y Carracedo. Sea, pues, éste el nombre elegido: “Lugar Sagrado”, y razón
no le faltaría a quien así lo llamara, por las evidencias por descubrir, y las muchas
encontradas, que paso a enumerar con las características básicas. Los competentes
nos descubrirán las propias.
En primer lugar está el
Dolmen, la primera pieza descubierta. Un Dolmen es una construcción megalítica,
que en Bretón quiere decir “mesa grande de piedra”, y solía ser una cámara con
un corredor para albergar un enterramiento. Luego era cubierto de losas y tierra
formando un montículo o túmulo. El Dolmen del Lugar Sagrado está, a excepción
de una gruesa losa, derruido y expoliado; la tierra desaparecida ladera abajo
por la erosión, y las losas… algunas me atrevo a decir que de “tapas” en los
callejones de nuestras cuevas. El corredor tiene una orientación más que
aceptable al amanecer del solsticio de invierno, esto es, desde el Este
aproximadamente 23,5º en dirección Sur, estimación a falta de las correcciones
astronómicas y geográficas.
A una veintena de
metros, siguiendo la alineación de este corredor, llama la atención una roca terminada
en punta de 1,60 de alto. Sugiero que es un Menhir, el monumento
megalítico más sencillo, que en el citado Bretón significa “piedra larga”.
Visto desde el Dolmen, en la parte derecha tiene un pequeño hoyo; podría
tratarse de una cazoleta, un grabado rupestre. La parte izquierda, así como su labrada
parte superior, tiene buena precisión en la orientación Oeste – Este, hacia el
equinoccio de primavera, algo que veremos y valoraremos más adelante. En su
reconocimiento participó otro leonés de Castrocalbón, Saúl Cenador, en una
visita que realizamos al conjunto.
En una terraza
superior, a 90 metros sobre el nivel de la carretera, y rodeada por una muralla
natural y artificial, se encontraban las viviendas. Es necesario el examen
arqueológico para dictaminar su cronología. La extensión dentro del recinto podría
ser de cerca de 2000 metros. El suelo permanece cubierto de la hoja de los
pinos que malviven entre los peñascos. La entrada podría estar al Noroeste,
donde parece evidente el roce. Falta gran cantidad de piedras de la muralla; con
seguridad fueron acarreadas y usadas en la construcción de los pueblos
cercanos. En sus cercanías varios restos circulares indican la existencia de cabañas de madera, algunas de más de 10 metros de diámetro.
Siguiendo en
dirección Este, subiendo varios metros, vemos lo que parece una cabeza mirando
al cielo, es el segundo hallazgo del conjunto, un Tótem, el emblema del pueblo
que moraba en la terraza. Parece un guerrero, con su casco y semblante
hierático. Poco más que decir, una pieza curiosa, pero con ineludibles tintes
espirituales: el Tótem está mirando hacia el Sur, en dirección exacta al Dólmen,
podemos pensar que hicieron el enterramiento bajo la vigilancia y protección de
quien consideraban el origen, su venerado Dios.
En las inmediaciones
del Totem, una serie de cazoletas precisan de examen y catalogación, una pequeña cueva que parece ser un horno, así como
un segundo monumento derruido, formado por varios ortostatos, piedras de gran
tamaño.
Y los últimos
hallazgos han sido dos petrograbados, uno con forma de cruz y otro de flecha.
Ambos señalan alineaciones de rocas en exacta dirección Este – Oeste, de la
misma forma que el Menhir, lo que indica algo trascendental: allí se estableció
una cultura que observaba el movimiento del sol, la duración del año y de sus
estaciones para conocer el principio de la primavera. Con razón antes de 1154
quienes subieron a la peña utilizaron el término “Farum”, “Lugar Sagrado”. Tenemos, pues, un conjunto arqueológico
que precisa un examen arqueoastronómico. El próximo 20 de Marzo, equinoccio de
primavera, habrá que madrugar para ver salir el sol sobre las alineaciones, y
corroborar estos datos.
Demasiados años han
transcurrido, y demasiada erosión y acarreo de materiales. Fascina
el pensar quienes, cuántos y cómo vivían en el Lugar Sagrado; de lo que no hay
duda es que fueron los primeros Ayoínos, nuestros ancestros. Espero que se den
los pasos acertados en su catalogación, protección y adecuación para poderlo
visitar e incluir en la ruta arqueológica de Los Valles de Benavente; recuperar
la zona es nuestro deber para tan importante legado. A quien corresponda, que
para pronto es tarde.
P.D. - Para visualizar mejor las imágenes, hacer clik encima. Recomiendo las de la brújula.
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