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sábado, 17 de enero de 2015

La bendición de San Antonio Abad



Sábado 17 de enero, son las 11 de la soleada mañana. En Ayoó toque de campanas a misa, es la llamada para la fiesta en honor a San Antonio Abad, “diecisiete de enero, San Antonico verdadero”, como nos recuerda el dicho popular. Padre, (abad), y primer anacoreta, tutor de los animales por interpretación errónea; por ese cerdito a los pies como atributo se le ha encomendado popularmente la protección de los animales. Por otra parte nada ajeno a su forma de vida, él vivió solo, alejado de las urbes, integrado en la naturaleza y sus criaturas. Cuentan las crónicas que solo se alimentaba de pan y agua, y en constante meditación. Totalmente eximido de causar dolor a ningún ser; candidato perfecto, pues, para tan afectuoso cargo.

Temprano, llegó nuestro párroco Don Miguel; gustoso, como siempre que puede, de charlar al sol con sus feligreses. Esta vez acudimos más de medio centenar para continuar el rito de pedir intercesión y amparo para quienes comparten nuestro humano techo. En representación de todos, llevamos alguno para solicitar bendición al término de la misa, como es tradicional. Mayoritariamente perros, inseparables compañeros, guardianes y delegados del orden en el mundo rural animal. Pero también un cabritillo… y una cierva que defendió con valentía y confianza el derecho de protección para sus compañeros y vecinos allende los muros. Nuestra religión los incluye: “todos somos hijos de Dios” (Colosenses, 1:16).

El agua bendita estuvo abundante, lo mismo que la alegría en la ceremonia con los animales. Hoy todo estaba permitido, ladridos de impaciencia o de autoridad, berridos interrogadores y comentarios sobre el comportamiento del corro formado. Siempre es de agradecer la atención de Don Miguel con nuestro pueblo, y de proporcionarnos estos ratos de armonía.

Una de las anécdotas más curiosas que se pueden leer sobre los santos, tiene por protagonista a San Antonio Abad, en el pueblo de Trigueros, Huelva. Durante el movimiento antirreligioso de la Segunda República, el alcalde, socialista, y muchos triguereños temieron por la imagen de su Señor y Patrón San Antonio, por lo que decidieron afiliarlo al sindicato UGT. Parece ser que entre 1932 y 1936 se procesionó el santo con un carnet colgando de la muñeca que decía: “Nombre – Antonio Abad. Edad – 105 años. Profesión – Santo. Vecino de – Trigueros. Actividad en el sindicato - Varias”. La procesión religiosa se convirtió entonces en manifestación legal y autorizada; el respeto a la “militancia” lo salvó del fuego. Una historia real que demuestra que la fe y la ideología no tienen por qué estar reñidas




Algún observador se habrá fijado que no uso el vocablo “mascota”, ese que nos llega del francés para definir lo que no me parece fácil de concentrar en una palabra. Es curioso que en nuestros pueblos, donde más se vive rodeado de animales, no se use ese término ni ningún otro para designarlos. Será que no sabemos expresar nuestros sentimientos con quienes comparten nuestras enormes casas, no un par de habitaciones de un pequeño piso, y esa sea la diferencia. Porque nuestros animales, a los que muchas veces paradójicamente damos muerte por ley de vida, son mucho más que un juguete o amuleto encerrado, un animal urbanizado; aquella pequeña vivienda-granja-escuela rural que fue nuestro hogar nos enseñó a compartir espacio y trabajo con animales de todo tipo. Desde niños aprendimos el equilibrio entre el respeto y su verdadera función en la casa, y desde luego, la ausencia de uno solo siempre hizo hueco en nuestro agujereado corazón. 
























2 comentarios:

  1. Precioso relato. ¿Pero de dónde salio la cierva'

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  2. Hombre, pues del monte, es donde están las ciervas, ¿no?

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