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domingo, 28 de junio de 2015

Siguiendo el ritual



Descubrimos la luna acechando a escondidas tras las ramas de un viejo roble. Su blanca palidez tomó cierto rubor y, sin dejar de mirar, continuó su largo y lento viaje celeste. Seguramente que de poder, hubiese bajado a reír, bailar y saltar con nosotros, como lleva viéndolo hacer por estas fechas a muchísimas generaciones de caras sonrientes, desde el inicio de los tiempos.

El nerviosismo se palpaba a falta de un buen rato para la medianoche. Decían que en ese instante el fuego debería estar en su apogeo para surtir efecto. La leña se amontonaba de todas direcciones, colaborando manos de diferentes edades. El primer humo supo a gloria; y, en contra de lo que suele suceder, parece que a nadie molestaba. El crepitar solo era acallado por las gaitas, flautas y tambores de la música con tintes celtas que reproducían unos altavoces. La única discordia era su volumen, para algunos alta, otros pedían más…, la historia de siempre.

Apetecía brincar, y no sé por qué. La hoguera era el punto de atracción de todas las miradas. Había que contenerse o el salto era inminente. Pero era menester seguir el rito. A las doce unos papelitos con lo que cada uno quiso escribir alimentaron las llamas. Aquí tampoco hubo acuerdo: unos decían que se deberían escribir deseos para todo el año, otros lo malo y negativo para que ardiera… A alguien vi redactar varias líneas, estilo testamento; yo, aunque dicen que es secreto y no lo debe conocer nadie, escribí un deseo que quiero compartir. Es la palabra más pequeña que recoge el mayor de los tesoros: PAZ. Con ella en abundancia apreciaríamos mejor estas celebraciones u otras parecidas, de amistad y armonía, y respeto por la madre naturaleza.

Congosta, casi donde nace el Almucera, y en la Congostura por donde discurre apretujado, es el lugar y cita anual para el ritual de culto al sol, en estos días tan largos. Nuestro fuego, como el de los antepasados, infunde ánimos al astro rey, para que aunque decaigan las horas de luz continúe con fuerza y energía. Además, la hoguera es purificadora, mágica, y es preciso saltarla y dejar que nos libere de ataduras mundanas. Así que comienzan las carreras y los brincos, ya nada lo puede parar. La edad dejó de ser requisito de formalidad; hoy y ahora todo está permitido, hasta unos pies descalzos cruzaron las brasas, desafiando la lógica. No sé cuantas veces saltamos cada uno, y también perdí la noción del tiempo. Qué bien se está con buena gente.

Un gran caldero con mezcla de frutas y bebida sirvió para calmar el calor. Compartir se ha hecho fiesta, y con esta pócima y un unánime brindis pedimos que para el año que viene estemos los mismos, o si acaso, alguno más. 

Salud.




























Del canal de YouTube de mi amigo Císimo:

                      

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