Del bien entendido
desinterés, que no es falta de curiosidad o ilusión (al contrario, es de lo que
más tiene), ha nacido un proyecto promovido por el Instituto Leonés de
Antropología y Desarrollo Rural: Pretérito Imperfecto. Un proyecto remunerado
únicamente con el saber que es un trabajo en equipo entre gente que ama su
tierra y sus costumbres, coordinados por un amigo de sus amigos entre los que
me cuento, Francisco Velasco, conocido folclorista, alma máter de Cantar de
Crines.
La idea me parece que
tiene, entre otras virtudes, la de ser original. Una foto antigua, y una reacción
literaria. Todo recogido en papel y formato digital, y expuesto al público para
en caso de prosperar y generar dinero dedicarlo a algún fin social. Un
propósito brillante para el que han sido invitadas gentes de lo más variado de
la sociedad; yo mismo, un simple albañil de pueblo.
El blanco y negro de
fotografías inéditas de la colección que Francisco guarda y presta con celo,
nos evoca tiempos y escenas de la primera mitad del siglo pasado, con la
naturalidad e inocencia de aquellos usos y tradiciones que hoy aportan tantos
recuerdos. Parece que hace mil años y apenas fue ayer, con sus luces y sombras,
esa es nuestra identidad, y los nuevos textos el torrente de sensaciones que
cada cual tiene a flor de piel.
Mi humilde
aportación, un insignificante granito de arena, parte de la estampa de la
fiesta Sacramental. Todos los valores morales inculcados en aquella sociedad se
reflejaban un solo día, cuando el pueblo entero celebraba su festividad.
Amistad, respeto, agradecimiento, laboriosidad, paz, tolerancia… Ese ha sido mi
punto de vista y así lo he querido hacer ver:
Pero no sin antes
agradecer infinitamente haber sido seleccionado.
Caras largas, emoción
contenida.
El pueblo rinde
tributo a su más fiel definición de unidad. Quizás solo sea por un día, de no
importa qué mes, pero es la fecha esperada con ilusión.
Las casas rebosan
humanidad. Fieles convidados venidos de lejos se acomodan en sus últimos
rincones desde hace días para preparar el acontecimiento. Ha corrido la sangre
de castrón, de pollo, de cordero… todos celosamente reservados para la ocasión.
Se han desempolvado las grandes tarteras de Pereruela y llevan toda la mañana
sobre el fuego de la recién encalada cocina, vigiladas de cerca por la
sabiduría popular en el arte culinario. Mismamente parece que el humo oliera a
gloria. Con la alborada es menester madrugar para cortar ramas de cualquier
frondoso árbol y llenar de verdor las calles recién barridas y regadas por mor
de matar el polvo. Incluso las más humildes paredes de huerto lucen sus galas
vegetales; hoy, el pueblo parece otro.
Las campanas repican
a fiesta, los niños corren, los mayores se besan. La pana y el lino, la
estameña y el mantón florido salieron del arca severamente custodiada por
alcanfor. Hoy se ve la calle regada de tomillo, romero, hinojo; hoy relucen la
cruz parroquial y los faroles, se pasea el palio y hay concelebración en torno
al Santísimo, que se digna en bendecir a su parroquia. Hoy sabemos de
solemnidad. Y exhibiendo fuerza y maestría allá van los mozos, con el Pendón
acariciado al viento, con el orgullo a flor de piel.
Luego a comer, manjares
selectos y alegría en el mantel, aunque mañana solo alcance para sopas de ajo
en puchero de barro. Y sobremesa del enorme mazapán y su consabido pocillo de
café y copita de licor. Sin prisa, pero sin pausa, que en la pradera da en
arremolinarse la gente para juegos y bailes de dulzaina y tamboril, y hay que
llegar antes de que saquen a bailar a las mozas más guapas…
¡Pero callarse,
hombre, que vamos en procesión…!
Enlace de interés:
Un privilegio contar con tú texto y con tú amistad. Un abrazo
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