De forma automática e
incorregible, nuestro calendario universal cambia el paso para la Semana Santa, cristiana, vacacional y espiritual por excelencia. Todo porque tres jueves en el año sigan
reluciendo más que el sol; todo porque la luna esté presente, en plenitud, en
el recuerdo de la muerte de un inocente. Ninguna otra historia ha arrojado más
tinta al papel; ninguna otra solemnidad ha cambiado tanto la rutina anual a
creyentes, seguidores de otras religiones, indecisos, o… iba a escribir
“rebeldes”, pero me lo callo; dejémoslo en ateos.
Vidriales se prepara,
cada vez con mayor trabajo, para seguir la tradición. No es la falta de
devoción, es la despoblación quien arruina nuestros actos ceremoniales. Los
templos se continúan abriendo para apenas decenas de fieles, cuando siempre se
recuerdan llenos; ahora también nuestros seres queridos, quienes nos iniciaron
en estos ritos, vuelven a nuestro lado con su falta de presencia. En un futuro
cercano, y cómo me gustaría equivocarme, ni siquiera la Iglesia abrirá, perdiéndose
un impresionante patrimonio artístico y cultural, y un temido solar de
insensibilidad acampará en muchos de los pueblos.
Por esto es tan de
agradecer el esfuerzo de unos pocos en alargar en cuanto se pueda la agonía
rural; y para muestra un botón, en el pueblo de Fuente Encalada. Han hecho
memoria, y hablan de 60 años, quizás más, que no se exponía el Monumento
completo, unas sargas del artista José de Silva, confeccionadas en lino sobre
un rollo de madera, y pintadas en un año cercano a 1884, por la firma en sus sargas
hermanas de Rosinos de Vidriales. Solamente dos de estas piezas se han usado
desde entonces, frente a las puertas, para cumplir la misión a la que fueron
encomendadas.
Ha sido un trabajo
dificultoso, no me cabe duda, parece ser que algunas poleas no han resistido el
paso del tiempo y el peso del armazón, hasta el punto de padecer un pequeño
accidente uno de los voluntarios. De los 5 lienzos han montado 4, el más
adelantado fuera de lugar, por tanto ha sido imposible adecuar el quinto, que
cierra el vano del arco del presbiterio sobre el cuarto. Pero aún así podemos
contemplar esta obra de arte efímero, que se encuentra en un excelente estado
de conservación, mucho mejor que las de Rosinos.
Unas sargas que
ocultan uno de los retablos más valiosos artísticamente hablando del valle
Vidriales. Es una obra renacentista tardía de Bartolomé Hernández, colaborador
y cuñado de Gaspar Becerra, quien fuera maestro entallador del retablo mayor de
la Catedral de Astorga. Colaboraron también con Bartolomé oficiales
reconocidos, como Diego de León, o Pedro Brelava, para este trabajo que nos
retrotrae a unos comienzos en 1580, y concluye en 1591 con los últimos pagos,
total 45 ducados. Posteriormente, se doró y pintó en 1657 por Juan Antonio
Delgado, vecino de Ponferrada, necesitando 24.000 panes de oro y cobrando por
los trabajos 9.000 reales. En el centro del retablo y centro de importancia, un
pintor local vecino de Fuente Encalada, Antonio de Castro, doró y estofó la
Custodia o Sagrario, por 540 reales.
No es fácil conocer
el precio de las sargas de José de Silva, pero él seguro que sabía
perfectamente el valor de lo que le habían encargado ocultar; de ahí su esmero
en la composición y calidad de este trabajo que cumple aproximadamente 133 años, discurriendo
por distintas manos y tratos, hasta la exposición de este año. De la misma
forma que los voluntarios sabiendo el valor de lo que representa, lo han
desempolvado y montado cuidadosamente para disfrute de cuantos admiramos arte y
respetamos religiosidad.
Y todo para 3 días de
actividad, recorriendo escenas de tristeza, incertidumbre y alegría con unos
cambios de decorado y de ánimo difíciles de detallar. Buen trabajo, y que no
decaigan las ganas de continuar lo que nos han enseñado.
Hasta el año que
viene, cuando diga la luna.
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