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martes, 9 de enero de 2018

La caldera de gasificación.


Hoy, con la primera nevada del año, y de varios años que se pueda llamar nevada, cargo el tintero para un tema que bien merece esta mañana de quedar en casa, por si las moscas. Por cierto, “moscas” se llaman aquí a los copos de nieve, cuando caen ralos; hoy los copos son copiosos, y nos guste o no, es lo que el campo necesita, mucha nieve. Y al dicho me remito: “año de nieves, año de bienes”.

Pues nada, “prenderemos la calefacción”.

Hace ya unos años que sustituimos la caldera de leña, de esa marca tan conocida, que empieza por “ro” y termina por “ca”, simplemente porque se quedaba pequeña. Buscamos alternativas en combustibles, y por convicción, porque nos rodea un monte maravilloso de roble y encina, decidimos seguir con leña.

La leña se desarrolla en nuestra comarca muy por encima de su consumo, y con la manía de control burocrático mucho más, pues ya hay quien por no andar con permisos y zarandajas, deja de cortar y podar con el lógico envejecimiento del monte, que ya se está adueñando hasta de los caminos. Con el monte se expande la fauna, y ya es normal que corzos, jabalíes, ciervos o lobos, se vean en los arrabales del pueblo, o lo que es peor, se sientan sus efectos destructivos.

Por otra parte, dicen que la leña es ecológica, sostenible, y de nulas emisiones… yo no digo nada, solo sé que da calor. Calor para cortarla, calor para trasportarla, calor para guardarla, y calor de hogar, sobre todo en la chimenea, cuando se está ante el embrujo de las llamas. Pero algunas tradiciones es lo que tienen, dan trabajo… y satisfacción, por realizar una buena labor ecológica.

Otra cosa es decidirse por la caldera: marcas, tamaños, calidades… Y por probar, probamos con un sistema totalmente desconocido para nosotros, y por lo que he visto, para la inmensa mayoría de la gente: la gasificación, o llama invertida, pues “arde hacia abajo”. La marca que adquirimos, no creo que importe, comienza por “Vi” y termina por “gas”, en su modelo modulante de 5 a 31 kW, la básica.

Describiré la caldera como parecida a las de toda la vida, con una cámara de combustión, con su salida a la chimenea, y su puerta de acceso para alimentarla. Solo que donde las demás tienen un cajón para recoger la ceniza, debajo, éstas tienen otra cámara de combustión, y la rejilla entre ambas es una ranura. En el frente tiene un servo ventilador, que varía la velocidad automáticamente, y encima una pantallita, donde nos indica dicha velocidad, la temperatura del agua, y la temperatura de la chimenea.

El funcionamiento es relativamente sencillo: se enciende como las clásicas, yo sugiero que en vez de papeles se usen pastillas de encendido, un poco de leña menuda, y a esperar que arda bien. Luego se añade leña hasta completar el hueco, por la sencilla razón que hasta que no se consuma por completo no podremos abrir la puerta. De esta forma aseguraremos un mayor tiempo de calefacción. Observaremos la temperatura de la chimenea hasta que alcance o supere los 125 grados, supongo que en otras u otros modelos será distinto, dependiendo de varios factores. A continuación se cierran las puertas, la de la cámara de abajo y la de alimentación, y se tira de una palanca que hay al lado de la manilla de ésta puerta. Lo que hace dicha manilla es taponar la salida de la cámara alta hacia la chimenea, por lo que la leña debería de dejar de arder, puesto que se ha quedado sin tiro ni salida. Entonces se acciona el ventilador, que proporciona una corriente de aire en la ranura que describí, entre ambas cámaras. Y… ¡¡¡voilá!!! en la cámara de abajo se produce la gasificación, una intensa llama azulada que viene hacia adelante y luego asciende por unos conductos traseros a la chimenea, aprovechando al máximo el combustible. Encender ésta caldera supone aproximadamente media hora, para largas horas de calor, olvidando por completo que es leña quien abastece el quemador.

Las ventajas creo que son obvias, y ya están descritas. Los inconvenientes creo necesario describirlos también, desde mi punto de vista, claro está. El primero es el de todas las calderas de leña, es necesaria limpieza y más limpieza. Una es diaria, antes de encender (si se deja apagar), y otra es mensual. Ésta última consiste, en nuestro modelo, en levantar una tapa trasera, quitar dos tornillos y otra tapa para acceder a los conductos traseros que antes mencioné. Con un útil, suministrado con la caldera, limpiaremos la carbonilla acumulada, que sacaremos con otro útil por la cámara de abajo. Finalizado tapamos y a funcionar. Tengo que decir que es poca la suciedad que se acumula. Otro inconveniente es el humo producido en esa media hora de encendido, lo digo por los vecinos; con la gasificación luego será mucho menor, muy aceptable. Y otro es la leña en si; debe estar seca, no ser resinosa, y se debe disponer de abundante espacio para almacenamiento.

Remataré con la seguridad, puesto que una caldera de leña es una bomba que tiene el vapor como potente explosivo. Potentísimo, me atrevo a decir. A la válvula de seguridad que se instala en todo sistema de calefacción, que se abre por presión (presostato), este modelo que describo está fabricado con un serpentín interior, conectado al agua corriente mediante una válvula, accionada con un termostato. Si hubiese algún fallo, antes de hervir el agua se accionaría la válvula, entrando agua fría en el serpentín, y bajando rápidamente la temperatura interna. Otro caso sería el corte de electricidad: la bomba de recirculación se pararía, pero también lo haría el ventilador de la gasificación, por tanto, al no entrar oxígeno por ningún sitio la leña se apagará irremediablemente, dejando de calentar. Por tanto confianza plena.

Otro pequeño inconveniente es el ligero “temblor” del aire al bajar las revoluciones del ventilador de la gasificación: la llama pide oxígeno, y el aparato se no niega, el sistema se ahoga y “sufre”. A esto se tarda uno en acostumbrar, parece la batería de un loco… yo algunas veces hasta bailo y todo… jajaja… (Acabo de exagerar un poco, por hacer una broma)

El medio ambiente bien se merece estos pequeños sacrificios; hoy nieva, pero… ¿Cuándo fue la última vez? Éste pasado verano, y el anterior, fueron sofocantes… el cambio climático, aunque sea cíclico es evidente, negarlo es de necios. Dejemos de mirar el ombligo, hemos heredado un lugar en el mundo, pero de prestado; la condición implícita es dejarlo si no mejor, al menos igual que lo encontramos. La leña es un excelente combustible, respetuoso y de calidad; y si a sus bondades añadimos un sistema como la gasificación, el rendimiento es gratamente superior.

Mientras termino el artículo la temperatura del agua se mantiene automáticamente según su programación, a 72 grados; el calor ambiental nos hace olvidar que en la calle, aunque dejó de nevar, hace un frío invernal. Y todo con cero emisiones; calentitos, una noche más, dormiremos con la conciencia "ecológica" tranquila.











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