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lunes, 6 de agosto de 2018

Símbolos en Vidriales: las piedras del camino.


Las carreteras están abarrotadas de símbolos: escritos, señales, luminosos…; demasiada cantidad y variedad, tantas que algunos conductores veteranos, entre los que me incluyo, dudamos o desconocemos varios de los nuevos. No nos culpen, cuando por parte de una mayoría parece que la norma es saltarse los más claros y peligrosos, como que sólo incumben a los demás.
  
Las señales en las carreteras de Vidriales nos viene de muy antiguo, de tiempos de los romanos, pues por éste valle cruza la importante vía 17 del Itinerario de Antonino, que unía Asturica con Bracara. Una calzada estratégica; por lo que nos toca servía para pacificar la zona de los irreductibles ástures y agilizar el transporte del oro extraído de Cabrera y Valdería.

En las proximidades de Astorga, se hallaron unas tablillas de barro cocido, de una autenticidad muy discutida (quizás por buscar exactitud donde nunca la hubo), conocidas como el “Itinerario de Barro”, expuestas en la actualidad en el Museo Arqueológico de Oviedo. Son placas de 14 por 12 cm que, parece ser, debían ser colocadas en un lugar público para informar a los usuarios de la calzada. Estas tablillas, junto con el “Itinerario de Antonino”, han servido para localizar algunas “mansio”, que significan literalmente “lugar donde pasar la noche durante un viaje”. A Vidriales le tocó Petavonium, con todo un campamento de la legión Décima Gémina, y posteriormente del de la no menos importante Ala Segunda Flavia. Según algunas estimaciones, ésta Mansio llegaría a ocupar 90 hectáreas, 17 de ellas para el campamento de la X Gémina desde el 19 A.c. al 63 D.c., que fue reducido hasta 4,5 hectáreas para el Ala II Flavia hasta el 400-410 D.C. y el resto para las Canabae: termas, templos, mercados, tabernas, burdeles… y familiares que acompañaban a la legión.

Los ingenieros romanos medían las calzadas, supongo que como ahora, para saber lo que resta hasta el destino. La medida era la milla, abreviatura de “millia passus”, mil pasos. Solo que sus pasos eran dobles, es decir, solo contaban los dados por el mismo pie.

En uno de los lados de la calzada hincaban hitos de piedra, señalizando las millas. Monumentos que en muchos lugares han llegado hasta nuestros días tal y como nos los dejaron. En otros sitios, y por diversos motivos, desaparecieron o se trasladaron a otro emplazamiento. La forma suele ser cilíndrica, variando su tamaño ente los 0,5 m. y los 0,80, y una altura entre el metro y los cuatro metros. La piedra solía usarse la de la zona, y sobre ella eran grabadas inscripciones con diversos motivos: honoríficos, indicando la fidelidad al emperador, con menciones al encargado de mantenimiento, al cónsul de la época, y aparte, cuentamillas. En nuestro valle, en el término de Fuente Encalada, tenemos el lugar de Carricueva, que independientemente de los cambios del trazado de la calzada, establecieron como “milla fija”, la 38.

Hace unos años, con buen acierto, se decidió señalizar de nuevo la calzada, y restaurar la señalización perdida. De tal modo que en la milla 38 se volvieron a hincar las piedras como antaño, con réplicas de las inscripciones, y una sencilla leyenda que traduce del latín y explica el conjunto.

Un trozo de la primera milla, el miliario de Caracalla (recordemos es el sobrenombre del emperador Marco Aurelio Severo Antonino Augusto) se guarda en casa de un vecino de Fuente Encalada, con una altura de 67 cm. y un diámetro de 69 cm. El texto viene a decir: “nieto del divino Marco Antonino, bisnieto del divino Antonino Pío, trinieto del divino Adriano, y tetranieto de los divinos Trajano y Nerva”. Datado en 214 D. C.

Un trozo de la segunda milla, el miliario de Maximino (Cayo Julio Vero Maximino, de sobrenombre “el Tracio”) tuvo mejor fin: un “pilón de vacas”. También se conserva en casa de un vecino de Fuente Encalada, de altura y diámetros similares al anterior, pero con distinta inscripción legible: “… ordenaron restaurar las vías y los puentes deteriorados con el paso del tiempo, siendo legado propretor de los augustos el esclarecido varón Quinto Decio Valerino”. Sigue el texto “datable entre los años 235 – 238 de la era” (D. C.)

La iglesia vieja de Santibáñez de Vidriales se construyó muy cerca del trazado de la calzada antes mencionada, aunque en ésta zona pudo cambiar de sitio, como ocurrió en el Castro, que la de la conquista fue por un lado, y la de la dominación por otro. Fuera como fuere, en sus cercanías deberían coincidir otros miliarios que pudieron reutilizarse en piezas más pequeñas, columnas, o simplemente destrozados para rellenar huecos.

Lo que voy a exponer a continuación es sólo mi sugerencia: en el muro Este de ésta iglesia, el del presbiterio, asoma un círculo de aproximadamente 50 cm. de diámetro entre las piedras rejuntadas del muro. Es de composición “rara”, como hecho de piedrecitas más pequeñas, relativamente blancas, pero en conjunto prevalece amarilleado por la intemperie; yo diría que no es piedra típica de la zona. Dice Internet que podría ser una roca sedimentaria, detrítica, y rudita, por el tamaño del sedimento; a esto yo no digo nada, como buen ignorante. Lo que está claro es que es un cilindro, quizás uno de los miliarios, o quizás solo sea parte de una columna vulgar, del lugar de Petavonium, o una pieza labrada para vete a saber qué; el caso es que me gusta mirarla, y aunque nunca lleguemos a saber de qué se trata, aprovecho para apuntar su situación, para que tú, querido lector, cuando pases por su lado levantes la vista y la busques, y de paso, sientas como yo la necesidad de ver este magnífico edificio con un tejado, mejor o peor, pero que aleje la sensación de ruina y desolación. Porque ya que hablamos de símbolos… ¿no es la Iglesia del pueblo uno de ellos?





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