Es de sobra conocida
la antigua costumbre de reutilizar materiales en los nuevos edificios (hasta
que apareció el hormigón armado): tierra de tapias, maderas, adobes, o piedras,
todo es reciclable. Algunas veces piezas que en su anterior vida ocuparon un lugar
destacado en la obra, o incluso siendo monumentos solitarios, acaban como
vulgares sillares con sus grabados o inscripciones ocultas entre el mortero y
un nuevo sillar. Muchos pasan totalmente desapercibidos, otros destacan como lo
que son y para lo que se labraron, y otros ambas cosas, llaman la atención
exteriormente, pero su contenido quizás nunca lo podamos conocer.
De éstos últimos
tenemos dos ejemplos clarísimos en Vidriales. Y los he dejado para éste
encadenado de artículos sobre símbolos por un tercero, de las mismas
características pero bien documentado.
Comenzamos valle
arriba, desde Moratones de Vidriales. En un anterior artículo hablamos de una
posible estela funeraria con forma de disco solar, perteneciente a un muro de
su iglesia parroquial. Pues bien, muy cerca y por debajo destaca un sillar, un
paralelepípedo rectangular un poco irregular, de color blanquecino. Apenas sé
de rocas para catalogarlas, pero me atrevería a decir que es mármol, por
supuesto traído de lejos. Sus medidas son, en centímetros, 54 de largo por 37
de alto por 21 de fondo. Guardemos éste bloque en la memoria y continuemos
camino.
Subimos valle arriba
y nos detenemos en el Santuario de Nuestra Señora la Virgen del Campo, sita en
el término de Rosinos de Vidriales. En el muro cuadrangular de la torre, en la
esquina Suroeste, vemos un sillar similar, tan blanco que destaca como una
estrella en el negro cielo nocturno. Las medidas son, en centímetros, 93 de
largo, por 45 de alto, por 30 y 26, teniendo forma piramidal troncada de fondo.
Curiosamente, ambos fueron colocados en su parte mas larga orientada hacia en
sur, y no se aprecian signos ni marcas.
En éste viaje imaginario
en contra corriente del Almucera, nos detenemos por fin en el montículo que
corona el pueblo de San Pedro de la Viña; lugar del valle de Vidriales con un
apellido que confunde. Ahí se levantó su iglesia parroquial, como no podría ser
de otra forma, porque seguramente ya hubiese algún tipo de monumento
espiritual, dada la cercanía al castro prerrománico. En fin, conjeturas. Al
campanario se accede desde el exterior, por una escalera irregular de ida y
vuelta. Y en el mismo muro, orientado al pueblo y a buena altura del suelo,
vemos otra pieza de mármol, sólo que ésta vez unas letras nos indican que no es
una pieza corriente, ni por el material ni por la inscripción, y solo legible
para versados.
Tenemos ante nosotros,
en apariencia, un ara votiva romana muy básica, sin los adornos normales para
este tipo de monumentos, zócalo y cornisa, aunque pudo haberlos perdido en la
parte superior. Unas pequeñas molduras delimitan el texto epigráfico, en latín
y distribuido en 7 líneas, que dice textualmente:
DIANAE AVG
RRIVS
NSTANS
SPERATIANVS
PRAEF EQ SIGN
VENATOR LIB EX OT
POSVIT
Para descifrar el
mensaje, hay primero que valorar la parte perdida a la izquierda del texto, y
descomprimir las abreviaturas (como es normal, abundan en este tipo de
inscripciones). En la revista Brigecio, número 9, tenemos éste trabajo hecho;
en su día, allá por 1995, fue documentado por R. Martín Valls, M. V. Romero
Carnicero, y S. Carretero Vaquero en un estudio de la Universidad de Salamanca:
DIANAE AUGUSTAE
ARRIUS
CONSTANS
SPERATIANUS
PRAEFECTUS EQUITUM SIGNIFER
UENATOR LIBRARIUS EXUOTO
POSUIT
Según ésta interpretación,
el Praefectus Equitum (comandante de caballería) Arrius Constans Speratianus
dedica un ara a Diana, diosa virgen de la caza, como agradecimiento por el
ascenso en su vida laboral en la legión. Arrius comenzaría el currículo siendo soldado
raso, después Librarius (una especie de oficinista militar), luego sería Venator
(cazador, encargado de suministro de caza para alimentar la tropa), más tarde
Signifer (el suboficial que porta el Signum, enseña de la centuria), y por
último Praefectus del Ala II Flavia, residentes en Vidriales en la datación de
la pieza: 235-238 D.C.
Pero hay otras
razonadas interpretaciones, que cambiarían drásticamente el devenir de ésa
historia. Otro estudio publicado en 1995, en el referente mundial L’année Épigraphique,
una revista anual francesa que recoge todas las inscripciones encontradas cada
año sobre los romanos, apunta otra dirección a la carrera militar de Arrius:
…PRAEFECTUS EQUITUM SIGNUM
VENATORIBUS EXVOTO
POSUIT
El texto epigráfico
vendría a decir que el Praefectus Arrius hace una donación, mediante un voto,
de “estatuas o figuras de ciervos” (SIGNA VENATORUM) a la diosa Diana. Más
tarde, en 1998, la revista se corrige a si misma, matizando la interpretación;
el ara ofrecida es a los ciervos (SIGNUM VENATORIBUS) y a Diana, cosa que
cuadra menos, así que aparece una última versión:
… PRAEFECTUS EQUITUM SIGNUM
VENATORIUM LIBENS EXVOTO
POSVIT
Nos llega de la mano
de S. Perea Yébenes, de la universidad de Murcia, con traducción al castellano
incluida: “Arrio Constante Speratiano, prefecto de los jinetes, puso para Diana
Augusta, agradecido, en cumplimiento de un voto, una estatua con escena de
caza”. Esta interpretación rebajaría el grado de ara a simple pedestal de la
estatua de una mujer (Diana) acompañada de un animal salvaje (seguramente un
ciervo). Por supuesto la estatua está desaparecida, y ésta hipótesis haría
plantearnos qué se esconde entonces en los bloques de mármol de la iglesia de
Moratones o del Santuario del Campo. Nunca lo sabremos.
Pero lo que si
sabemos es por qué el ara, o el pedestal de estatua, acabó incrustado en el
muro de la iglesia de San Pedro de la Viña, construida a partir del siglo XV.
Era el año 1989, y parece ser que unas intensas lluvias provocaron el derrumbamiento
de la escalera que lleva al campanario. Según un diario de tirada nacional (1) “En
Zamora, vientos cercanos a los 100 kilómetros por hora, acompañados por lluvias
intensas en algún caso, han provocado problemas en varias carreteras
secundarias desde la tarde del viernes, especialmente en la zona de Benavente…”
El párroco, Don Aquilino a quien todos recordamos, propuso al pueblo
reconstruir con trabajos comunales la escalera, y así se hizo, “por la vela”, reutilizando
la mampostería antigua y añadiendo alguna piedra nueva, seguramente de los
muros del cementerio viejo, aledaño a la Iglesia. Allí estaba el bloque de
mármol, seguramente apoyado en el muro, no formando parte; se rescató, y sin
saber realmente de lo que se trataba, se utilizó como un mampuesto más, para
que todos pudieran apreciar su belleza.
Tampoco sabemos cómo
vino a parar la ofrenda de Arrius Constans al cementerio viejo. Cuantos han
investigado la pieza ponen su origen en Petavonium, porque ciertamente allí
estuvo acantonada el Ala II Flavia, de la que Arrius dice ser Praefectus
Equitum. Yo quisiera añadir otra opción, y es que posiblemente fuera ofrecida
en otro sitio, muy cerca del cementerio.
El presbítero Don
Miguel Joseph de Quirós escribió una gran obra allá por 1788, seis tomos
manuscritos que tituló “Aparato Histórico Geográfico”. A fuerza de patear estas
tierras zamoranas, recogió apuntes (con bastantes errores, hay que decirlo) que
hoy nos pueden resultar valiosos para conocer nuestra historia. Hablando de la
Ciudadeja, o Sansueña, define muy bien la fuente vieja de San Pedro de la Viña:
“Dividía la población un arroyo que baja de la Cabrera y llaman la Almocera, y
en medio de las ruinas hay todavía una fuente de agua muy cristalina y
abundante, con sus conductos y capilla de cantería muy bien labrada, indicios
todos de que allí hubo ciudad en tiempo de los romanos”. Por sus palabras
tenemos que reconocer que estuvo aquí, a su lado. Se pudo equivocar en situar
Sansueña, todos sabemos que está más abajo; pero si dice que estaba “en medio
de las ruinas” una de dos: o habla de otra fuente ya desaparecida, o de verdad
había ruinas, o indicios de ruinas “de que allí hubo ciudad en tiempos de los
romanos”, porque las tuvo que ver.
Esta descripción,
desde que la leí por primera vez, no deja de alimentar una hipótesis que lancé
en éste blog el 1 de noviembre de 2016 bajo el título “el jaque a Carpurias”(2).
Según mi teoría, al lado de la fuente vieja se levantó un campamento romano, más
antiguo que Petavonium, y sirvió para atacar y rendir el Castro, el de las “Mairas”,
que está entre San Pedro y Fuente Encalada. Ya predije en su día unas ruinas del
campamento, sin saber de los escritos de Quirós.
También me resulta
raro que el Ala de caballería estuviese en medio del secarral que es Sansueña,
sabiendo que los caballos necesitan y agradecen el pasto verde. En torno a la
fuente vieja de San Pedro de la Viña ocurre todo lo contrario, mucha agua y
hierba abundante, ideal para pasar apaciblemente los días que no tuvieran
compromisos militares. El viejo campamento, tras cumplir su misión, pudo no desmontarse,
y ser utilizado como corral. En caso de necesidad, la cercanía a Petavonium no
supondría pérdida de tiempo para equipar a los legionarios con sus monturas. Alrededor
se levantarían edificios para guardas y pastores, cerca de la fuente, y ahí
mismo el Praefectus Arrius, una vez pacificada la zona y disfrutando de la
calidad de vida vidrialesa, hiciera la ofrenda a la diosa Diana, también en
agradecimiento por la abundante caza de los cercanos montes de Carracedo y Ayoó.
Sólo nos queda quien
encontrase la pieza de mármol en las inmediaciones de la fuente vieja, la
asociase con una lápida, y por el respeto a los muertos la llevase al
cementerio viejo. ¿Es posible? Yo ahí lo dejo.
Moratones de Vidriales:
Rosinos de Vidriales:
San Pedro de la Viña:
Cementerio Viejo:
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