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sábado, 18 de agosto de 2018

Símbolos en Vidriales: a Diana.


Es de sobra conocida la antigua costumbre de reutilizar materiales en los nuevos edificios (hasta que apareció el hormigón armado): tierra de tapias, maderas, adobes, o piedras, todo es reciclable. Algunas veces piezas que en su anterior vida ocuparon un lugar destacado en la obra, o incluso siendo monumentos solitarios, acaban como vulgares sillares con sus grabados o inscripciones ocultas entre el mortero y un nuevo sillar. Muchos pasan totalmente desapercibidos, otros destacan como lo que son y para lo que se labraron, y otros ambas cosas, llaman la atención exteriormente, pero su contenido quizás nunca lo podamos conocer.

De éstos últimos tenemos dos ejemplos clarísimos en Vidriales. Y los he dejado para éste encadenado de artículos sobre símbolos por un tercero, de las mismas características pero bien documentado.

Comenzamos valle arriba, desde Moratones de Vidriales. En un anterior artículo hablamos de una posible estela funeraria con forma de disco solar, perteneciente a un muro de su iglesia parroquial. Pues bien, muy cerca y por debajo destaca un sillar, un paralelepípedo rectangular un poco irregular, de color blanquecino. Apenas sé de rocas para catalogarlas, pero me atrevería a decir que es mármol, por supuesto traído de lejos. Sus medidas son, en centímetros, 54 de largo por 37 de alto por 21 de fondo. Guardemos éste bloque en la memoria y continuemos camino.

Subimos valle arriba y nos detenemos en el Santuario de Nuestra Señora la Virgen del Campo, sita en el término de Rosinos de Vidriales. En el muro cuadrangular de la torre, en la esquina Suroeste, vemos un sillar similar, tan blanco que destaca como una estrella en el negro cielo nocturno. Las medidas son, en centímetros, 93 de largo, por 45 de alto, por 30 y 26, teniendo forma piramidal troncada de fondo. Curiosamente, ambos fueron colocados en su parte mas larga orientada hacia en sur, y no se aprecian signos ni marcas.

En éste viaje imaginario en contra corriente del Almucera, nos detenemos por fin en el montículo que corona el pueblo de San Pedro de la Viña; lugar del valle de Vidriales con un apellido que confunde. Ahí se levantó su iglesia parroquial, como no podría ser de otra forma, porque seguramente ya hubiese algún tipo de monumento espiritual, dada la cercanía al castro prerrománico. En fin, conjeturas. Al campanario se accede desde el exterior, por una escalera irregular de ida y vuelta. Y en el mismo muro, orientado al pueblo y a buena altura del suelo, vemos otra pieza de mármol, sólo que ésta vez unas letras nos indican que no es una pieza corriente, ni por el material ni por la inscripción, y solo legible para versados.

Tenemos ante nosotros, en apariencia, un ara votiva romana muy básica, sin los adornos normales para este tipo de monumentos, zócalo y cornisa, aunque pudo haberlos perdido en la parte superior. Unas pequeñas molduras delimitan el texto epigráfico, en latín y distribuido en 7 líneas, que dice textualmente:

DIANAE AVG
RRIVS
NSTANS
SPERATIANVS
PRAEF EQ SIGN
VENATOR LIB EX OT
POSVIT

Para descifrar el mensaje, hay primero que valorar la parte perdida a la izquierda del texto, y descomprimir las abreviaturas (como es normal, abundan en este tipo de inscripciones). En la revista Brigecio, número 9, tenemos éste trabajo hecho; en su día, allá por 1995, fue documentado por R. Martín Valls, M. V. Romero Carnicero, y S. Carretero Vaquero en un estudio de la Universidad de Salamanca:

DIANAE AUGUSTAE
ARRIUS
CONSTANS
SPERATIANUS
PRAEFECTUS EQUITUM SIGNIFER
UENATOR LIBRARIUS EXUOTO
POSUIT

Según ésta interpretación, el Praefectus Equitum (comandante de caballería) Arrius Constans Speratianus dedica un ara a Diana, diosa virgen de la caza, como agradecimiento por el ascenso en su vida laboral en la legión. Arrius comenzaría el currículo siendo soldado raso, después Librarius (una especie de oficinista militar), luego sería Venator (cazador, encargado de suministro de caza para alimentar la tropa), más tarde Signifer (el suboficial que porta el Signum, enseña de la centuria), y por último Praefectus del Ala II Flavia, residentes en Vidriales en la datación de la pieza: 235-238 D.C.

Pero hay otras razonadas interpretaciones, que cambiarían drásticamente el devenir de ésa historia. Otro estudio publicado en 1995, en el referente mundial L’année Épigraphique, una revista anual francesa que recoge todas las inscripciones encontradas cada año sobre los romanos, apunta otra dirección a la carrera militar de Arrius:

…PRAEFECTUS EQUITUM SIGNUM
VENATORIBUS EXVOTO
POSUIT

El texto epigráfico vendría a decir que el Praefectus Arrius hace una donación, mediante un voto, de “estatuas o figuras de ciervos” (SIGNA VENATORUM) a la diosa Diana. Más tarde, en 1998, la revista se corrige a si misma, matizando la interpretación; el ara ofrecida es a los ciervos (SIGNUM VENATORIBUS) y a Diana, cosa que cuadra menos, así que aparece una última versión:

… PRAEFECTUS EQUITUM SIGNUM
VENATORIUM LIBENS EXVOTO
POSVIT

Nos llega de la mano de S. Perea Yébenes, de la universidad de Murcia, con traducción al castellano incluida: “Arrio Constante Speratiano, prefecto de los jinetes, puso para Diana Augusta, agradecido, en cumplimiento de un voto, una estatua con escena de caza”. Esta interpretación rebajaría el grado de ara a simple pedestal de la estatua de una mujer (Diana) acompañada de un animal salvaje (seguramente un ciervo). Por supuesto la estatua está desaparecida, y ésta hipótesis haría plantearnos qué se esconde entonces en los bloques de mármol de la iglesia de Moratones o del Santuario del Campo. Nunca lo sabremos.

Pero lo que si sabemos es por qué el ara, o el pedestal de estatua, acabó incrustado en el muro de la iglesia de San Pedro de la Viña, construida a partir del siglo XV. Era el año 1989, y parece ser que unas intensas lluvias provocaron el derrumbamiento de la escalera que lleva al campanario. Según un diario de tirada nacional (1) “En Zamora, vientos cercanos a los 100 kilómetros por hora, acompañados por lluvias intensas en algún caso, han provocado problemas en varias carreteras secundarias desde la tarde del viernes, especialmente en la zona de Benavente…” El párroco, Don Aquilino a quien todos recordamos, propuso al pueblo reconstruir con trabajos comunales la escalera, y así se hizo, “por la vela”, reutilizando la mampostería antigua y añadiendo alguna piedra nueva, seguramente de los muros del cementerio viejo, aledaño a la Iglesia. Allí estaba el bloque de mármol, seguramente apoyado en el muro, no formando parte; se rescató, y sin saber realmente de lo que se trataba, se utilizó como un mampuesto más, para que todos pudieran apreciar su belleza.

Tampoco sabemos cómo vino a parar la ofrenda de Arrius Constans al cementerio viejo. Cuantos han investigado la pieza ponen su origen en Petavonium, porque ciertamente allí estuvo acantonada el Ala II Flavia, de la que Arrius dice ser Praefectus Equitum. Yo quisiera añadir otra opción, y es que posiblemente fuera ofrecida en otro sitio, muy cerca del cementerio.

El presbítero Don Miguel Joseph de Quirós escribió una gran obra allá por 1788, seis tomos manuscritos que tituló “Aparato Histórico Geográfico”. A fuerza de patear estas tierras zamoranas, recogió apuntes (con bastantes errores, hay que decirlo) que hoy nos pueden resultar valiosos para conocer nuestra historia. Hablando de la Ciudadeja, o Sansueña, define muy bien la fuente vieja de San Pedro de la Viña: “Dividía la población un arroyo que baja de la Cabrera y llaman la Almocera, y en medio de las ruinas hay todavía una fuente de agua muy cristalina y abundante, con sus conductos y capilla de cantería muy bien labrada, indicios todos de que allí hubo ciudad en tiempo de los romanos”. Por sus palabras tenemos que reconocer que estuvo aquí, a su lado. Se pudo equivocar en situar Sansueña, todos sabemos que está más abajo; pero si dice que estaba “en medio de las ruinas” una de dos: o habla de otra fuente ya desaparecida, o de verdad había ruinas, o indicios de ruinas “de que allí hubo ciudad en tiempos de los romanos”, porque las tuvo que ver.

Esta descripción, desde que la leí por primera vez, no deja de alimentar una hipótesis que lancé en éste blog el 1 de noviembre de 2016 bajo el título “el jaque a Carpurias”(2). Según mi teoría, al lado de la fuente vieja se levantó un campamento romano, más antiguo que Petavonium, y sirvió para atacar y rendir el Castro, el de las “Mairas”, que está entre San Pedro y Fuente Encalada. Ya predije en su día unas ruinas del campamento, sin saber de los escritos de Quirós.

También me resulta raro que el Ala de caballería estuviese en medio del secarral que es Sansueña, sabiendo que los caballos necesitan y agradecen el pasto verde. En torno a la fuente vieja de San Pedro de la Viña ocurre todo lo contrario, mucha agua y hierba abundante, ideal para pasar apaciblemente los días que no tuvieran compromisos militares. El viejo campamento, tras cumplir su misión, pudo no desmontarse, y ser utilizado como corral. En caso de necesidad, la cercanía a Petavonium no supondría pérdida de tiempo para equipar a los legionarios con sus monturas. Alrededor se levantarían edificios para guardas y pastores, cerca de la fuente, y ahí mismo el Praefectus Arrius, una vez pacificada la zona y disfrutando de la calidad de vida vidrialesa, hiciera la ofrenda a la diosa Diana, también en agradecimiento por la abundante caza de los cercanos montes de Carracedo y Ayoó.

Sólo nos queda quien encontrase la pieza de mármol en las inmediaciones de la fuente vieja, la asociase con una lápida, y por el respeto a los muertos la llevase al cementerio viejo. ¿Es posible? Yo ahí lo dejo.



Moratones de Vidriales:


Rosinos de Vidriales:


San Pedro de la Viña:





Cementerio Viejo:





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