En la calle Peñacabras,
entre corrales de
ovejas,
cuando de refilón el
sol
alumbra una vieja
puerta,
entre sus oxidados
clavos
una imagen se revela;
es una mujer, sin
duda,
por qué está ahí,
nadie acierta.
Nunca sabremos el
nombre,
ni la edad de la doncella;
solo que sobre sus
hombros
descansa lacia
melena,
y con la mano parece
saludar a quien se
aleja,
delante de su rebaño,
hasta que haga el sol
la puesta.
Pudo ser un joven
pastor
mientras a salir
espera,
escondido tras la
capa
un día desdobla la
cheira,
y en la madera le
labra,
a su amada la silueta;
esa es su forma de
decir
lo que calla por vergüenza.
Ya se levanta el
tallador,
porque el ganado no
espera;
mira atrás, mientras ajusta
el zurrón en
bandolera,
por si la dama
aparece
y cobra vida la escena,
le alza la mano y susurra:
“te esperaré hasta que
vuelvas”.
Pero hoy tampoco
acudió,
“bueno, quizás a la
vuelta”.
Arrea el ganado y
camina,
que toca bajo la
sierra.
Y así, muchos de los
días
al monte llora sus
penas,
suspirando por su
amada,
y callando mientras
sueña.
Quiero pensar que
esta historia
no terminara en la
hoguera,
como le ocurrió al
lienzo
sin que yo me diera
cuenta.
Quizá el pastor pudo
vencer
su timidez pasajera;
lo digo porque en las
tablas…
la imagen quedó
incompleta.
Eres la caña de España!!!. Me encanta la poesía y la imaginación prodigiosa, ante una silueta, que a mí, seguramente no me diría nada 👏👏👏👏. Un abrazo amigo Joaquín. Paulina
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