Creo
que hay cosas que irradian ternura, melancolía… poesía. Están ahí, posiblemente
no llamen la atención, pero al descubrirlas o al contemplarlas rezumarán
inspiración y encanto. Algunas son sencillas, además en grado extremo, lo que
añade valor a lo que es atractivo por naturaleza. Deberíamos dedicar cinco
minutos cada día a una de éstas insignificancias, a la belleza de una flor, al sonido del viento, a la luz de las estrellas… y a su meditación, que no resuelve problemas pero seguro que ayuda a sobrellevarlos, pues nos aportaría otro punto de vista. Decía Víctor Hugo “Produce una inmensa
tristeza pensar que la naturaleza habla, mientras que el género humano no
escucha”. Otra cita, ésta de Robert Fripp: “Algunos encuentran el silencio
insoportable, porque tienen demasiado ruido dentro de ellos mismos”. Es cierto,
y recientemente, el colofón de un pequeño paseo por los extensos alrededores de
Ayoó, ha sido la causa de éste artículo, que nació tras largo rato en soledad, sentado en
una piedra mirando una pequeña y simple obra, abandonada y perdida, que a
mí me encandiló. Es uno de esos lugares comunes, en otros tiempos concurridos,
necesitados, pero que un cambio en las costumbres los condenó al olvido. Porque
es mucho lo que ha cambiado para abandonar las eras, los prados, las fuentes y
bebederos, canales de riego o desagüe, los alberques,… los puentes, cosas
mantenidas con yeras, trabajos comunitarios destinados a construir, reparar o
conservar bienes comunes. Un pequeño ejemplo, ya a punto de desaparecer,
despertó esa musa que nunca me quiere visitar, y allí mismo me prestó estos
humildes versos:
Caduco
puente de piedras,
ocultado
entre espadañas,
del
paraje de la veiga,
de
“entre los regueros” llaman.
Por un tiempo nos dejaste
pasar secos pies y patas,
que el pastor y su ganado,
en el
fango resbalaban,
como el aro de los carros
cargados
de hierba o paja;
sin tu lomo éste paso
fue fatiga de las vacas.
Ahora
ni camino tienes,
el
olvido es tu desgracia,
no
corre agua en el reguero,
ya no
sirves para nada;
solo
murmuras poesía,
y quién pudiera escucharla.
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Precioso el articulo y preciosa la poesia. ¡¡¡que verdad Joaquin lo del silencio!!! Estoy contigo en que de vez en cuando hay que escuchar el silencio que tiene mucho que decir. Sigue con tus relatos que me gustan mucho. Un saludito. Paulina
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