Es bien
sabido que el buen tiempo, el calor, produce bienestar, alegría, euforia,
incluso hiperactividad. No es de extrañar entonces que el ser humano celebre el
solsticio de verano desde que conociera su fecha en los albores de su
inteligencia. Es un día mágico, en cualquier cultura, una fiesta natural, de
las que pide el cuerpo. El sol nos da vida, energía, y para demostrarle nuestro
afecto construimos otro diminuto sol, una lumbre, y la saltamos, del mismo modo
que el sol, una minúscula estrella comparada con otras o con la galaxia que la
retiene, “salta” en tan señalado día el trópico de cáncer, permanecerá varios
días sin moverse (hecho del que recibe su nombre), y a partir de ahí comenzarán
a menguar los días y a alargarse las noches. Los antiguos astrónomos lo sabían,
nada es porque sí. La hoguera simboliza la purificación, y el ánimo (fallido) para
ayudarle a continuar con fuerza. En el calendario, gregoriano y cristiano,
concedieron tan insigne fecha a San Juan Bautista (24 de junio, aproximada al
verdadero solsticio, que es variable, 20-21; este año es el día 20 a las 23:08 en tiempo
universal, una hora más para España). Era hijo de Zacarías e Isabel, sobrino de
la Virgen María. Bautizaba a los penitentes para purificarlos, como al mismo
Jesús, de quien dicen los evangelios fue precursor, y murió decapitado a petición
de Salomé, hija de Herodes. La misma fecha de fiesta pagana, para celebrar
todos, como parte de la naturaleza y sin rencor ni protagonismo, el ancestral
rito de la hoguera. Os animo a realizarlo, aunque solo sea sobre la llama de
una vela, sin supersticiones, que ya somos mayorcitos, sólo como diversión, que
si el grupo es bien avenido está garantizada. Desde luego, yo no me la pierdo.
¡¡¡IMCREIBLE ESTA MUJER!!!, TIENE QUE TENER ALGUN SECRETO PARA MANTENERSE SIEMPRE IGUAL.
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