El siguiente relato parte de los escritos de San Atanasio de
Alejandría, obispo, reconocido padre de la Iglesia Cristiana. Servirá para
explicar una tradición prácticamente mundial, ya desaparecida en Ayoó, el
extraño rito de la bendición de los animales el 17 de enero, festividad de San
Antonio Abad. Festividad importante en muchos lugares, entre ellos mi cercano
pueblo natal, Calzada, sitios donde además se dice “17 de enero, San Antonio
verdadero”; no porque los demás santos sean falsos, posiblemente sea por
reconocerlo como cercano y beneficioso en la tradicional cultura popular rural,
en la que humanos y animales convivían en concordancia para la supervivencia de
ambos, un santo invocado en los difíciles momentos de enfermedad, partos o
dificultades de reses o mascotas; un santo de reconocida fama incluso en otras
culturas: en oriente el mes de enero se denomina “Antosniaku”. Esto revela el
equilibrio necesario global entre humanos, animales y naturaleza, una balanza
que hoy no es fiel, con unos resultados difíciles de pronosticar. San Atanasio
escribió, y por eso la conocemos tan bien, la “Vita Antonii”, la biografía de San
Antonio, Abad, el Grande, o de Egipto, que nació a orillas del Nilo en el seno
de una familia rica. A los 20 años quedó huérfano junto a su hermana, a quien
puso al cuidado de unas mujeres piadosas con cierta cantidad de dinero para
garantizar su futuro, vendió el resto de sus bienes dando todo a los pobres y
se retiró a la vida ascética. Murió un 17 de enero en el año 356 DC, después de
vivir 115 años. Se le representa con un cerdo a los pies, no por su amor a los
animales, que seguro que era muy grande por vivir tan integrado en la
naturaleza, si no por sobrevivir al pecado, a la tentación del demonio
encarnado en el cerdo, sucio y terco, por dominar con valentía la impureza. Un
inocente animal a los pies, en teología, también indica dominio de la creación,
por tanto, haber ganado el cielo. En la edad media, una enfermedad conocida
como “el fuego de San Antonio”, el ergotismo, causada por la ingesta del
cornezuelo del centeno, provocó un éxodo de enfermos a la iglesia de Saint
Antoine de Viennois, lugar donde se guardan las reliquias del santo. Una
congregación, los Antonianos, atendían el hospital anexo a la iglesia, y para
alimentar tantos pacientes soltaban cerdos bajo el patrocinio de San Antonio,
que se alimentaban naturalmente o de lo que la gente le daba. Tradición
mantenida en muchos lugares, como en La Alberca (Salamanca), y recientemente
perdida en la vecina Astorga, el “marrano de San Antón”, animal bendecido,
liberado y alimentado popularmente hasta el momento de su sacrificio. Éste
pudiera ser el verdadero origen del patronazgo de los animales, aunque otros
relatos los relacionan también, como aquel de una jabalina con sus crías ciegas
que fueron curadas por San Antonio, del que en gratitud nunca más se separaron,
defendiéndolo incluso del ataque de otras alimañas. O el que más me gusta, “La
Leyenda Dorada”, escrita por el dominico Santiago de la Vorágine, que recoge
leyendas piadosas sobre santos, como la de San Pablo de Tebas visitado por San
Antonio. San Pablo, eremita, era alimentado en su cueva por un cuervo, que
todos los días le traía una hogacita de pan. Aquel día, por la visita, el ave
acudió con dos hogacitas, hecho que maravilló de tal forma a San Antonio que a la muerte del cuervo lo
enterró ayudado por dos leones y otros muchos animales. El hecho quedó grabado
sobre un lienzo al óleo por el maestro Diego Velázquez en el año 1634, expuesto
en la actualidad en el Museo del Prado de Madrid. A éste San Antonio se le
suele confundir con San Antonio de Padua, el del 13 de junio, el del responso
para los objetos perdidos, el de pedir novios, el del cántico de los pajaritos,
el que por admiración tomó el nombre del Grande, del Egipcio, de San Antonio el
Abad, que en hebreo significa “padre”, fundador de la vida monacal y encargado
por unanimidad de velar por el bienestar animal, en particular por los que
conviven bajo nuestra tutela. Éste 17 de enero, a las puertas de la iglesia,
hemos vuelto a recordar y revivir el enternecedor rito. Con ilusión hemos
presentado nuestras mascotas para solicitar la protección del santo. Es de
agradecer la labor de nuestros párrocos, D. Miguel y D. Felipe, por su
disposición y ánimo para las tradiciones religiosas que transforman lo que
sería un día banal en todo un acontecimiento especial y diferente. Gracias, y
como decimos por aquí en los actos tradicionales, “que de hoy en un año”, (a lo que se contesta
"en paz y salud").
"en paz y salud").
Oraciónes de bendición:
Oh, Dios, que todo lo hiciste con sabiduría,
y que, después de crear al hombre y la mujer a tu imagen,
le diste, con tu bendición,
el dominio sobre todos los animales,
extiende tu mano con benevolencia
y concédenos, por intercesión de San Antonio Abad,
que estos animales nos sirvan de ayuda
y nosotros, tus servidores,
ayudados con los bienes presentes,
busquemos con más confianza los futuros.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amen.
Oh, Dios, autor y dador de todos los bienes,
que has hecho que también los animales
sirvan de ayuda al ser humano
en sus necesidades y en su trabajo,
te pedimos por intercesión de San Antonio Abad
que utilicemos debidamente estos seres,
necesarios para nuestra subsistencia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amen.
Frases para la reflexión:
Cuando el hombre aprenda a respetar incluso al ser más pequeño
de la creación, sea animal o vegetal, nadie tendrá que enseñarlo a amar a sus
semejantes.
(Albert Schwweitzer)
La compasión por los animales está íntimamente ligada a la bondad de carácter y
se puede afirmar con seguridad que quien es cruel con los animales no puede ser
una buena persona.
(Arthur Schopenhauer)
En las imágenes no veo mas que personas y perros... ¿no hay más animales en Ayoó?
ResponderEliminarSi, pero es un acto simbólico, no seria cosa de montar un arca a la puerta de la iglesia...
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